La fotógrafa Diana Catalina Patiño, tercer lugar en el concurso, nos invita a mirar con otros ojos lo que hace único nuestro hogar.
En un mundo donde la perfección visual parece reinar, la fotógrafa colombiana Diana Catalina Patiño nos recuerda el poder de lo auténtico. Su proyecto Retrato Familiar, ganador del tercer lugar en el concurso de Domestika, es una declaración de amor a lo cotidiano: a su pareja, a sus gatos y a ese espacio íntimo que han construido juntos. A través de la fotografía digital, la dirección de arte y el 3D, Diana logra una narrativa cargada de simbolismo, sensibilidad y honestidad, demostrando que lo imperfecto también puede ser profundamente conmovedor.
Te compartimos la entrevista completa:
¿Qué te inspiró a crear el proyecto ganador?
Honestamente, la inspiración surgió de algo que vi en redes hace un buen tiempo, entre tanta información que a veces pasa sin dejar huella. En ese momento de mi vida no estaba muy presente emocionalmente, me sentía desconectada, y no le presté demasiada atención. Pero algo quedó rondando. Tiempo después, lo volví a ver y fue como una llamada. Sentí que quería crear algo más personal, más íntimo, más honesto. Algo que saliera desde el amor por lo real y lo cotidiano, pero también desde lo que me conmueve, desde lo que me mueve por dentro.
Durante algunos años he trabajado haciendo producción de fotografía y video para marcas y empresas. Hemos creado cosas visualmente muy bellas, proyectos bien producidos, con equipos talentosos. Pero llegó un punto en el que ya no me sentía inspirada. Entonces entendí que necesitaba volver a mí, conectar de nuevo con lo que me emocionaba al comienzo: observar, imaginar, jugar con los sentidos, explorar lo simbólico y contar algo que de verdad me hablara a mí.
Este proyecto fue una forma de regresar a ese lugar. Fue mi manera de recordarme por qué empecé a crear imágenes en primer lugar, y de abrir un espacio para expresar lo que usualmente no cabe en los encargos comerciales: lo vulnerable, lo invisible, lo intuitivo. Quería hacer algo con más alma que fórmula, con más piel que perfección.
¿Qué historia o emoción querías transmitir?
Quería contar esa historia: que las familias vienen en muchas formas, que el amor cotidiano también merece ser retratado, y que la fotografía puede ser un puente para abrazar lo que somos, así tal cual.
Quería plasmar el amor que le tengo a mis gatos, que para mí son parte de mi familia. Durante mucho tiempo soñé con tener un retrato familiar, pero no uno tradicional, sino uno que representara lo que es el hogar para mí hoy: mi pareja, mis gatos, y ese espacio íntimo que hemos construido juntos.
¿Cuál es tu proceso para desarrollar ideas originales desde cero?
Desde que empecé en la fotografía he estado rodeada de personas creativas que me inspiran constantemente. Cada una, desde su especialidad, me ha mostrado formas distintas de ver el mundo, y de transformar lo cotidiano en algo poderoso. Esa energía creativa siempre me ha impulsado a querer pensar siempre en lo mejor que uno crea es desde los sentimientos, desde lo que se piensa y desde ser muy buen observador.
Una idea puede comenzar de muchas formas, pero con este proyecto, todo empezó cuando vi algo que me inspiró —una pintura, un cuento, una imagen en redes, incluso una persona. En mi situación algo de eso se me quedó en la mente, y sin darme cuenta, comencé a imaginar una estética, a darle alma, a volverlo algo más mío, más orgánico.
Para mí, crear es como armar un collage emocional. Empiezo a preguntarme: ¿y si hacemos una narrativa donde el sujeto esté en el centro, como protagonista? ¿Dónde está ese sujeto? ¿Está en su sala, en un fondo de color plano, en una locación natural? ¿Ese lugar existe o lo voy a construir desde el arte, desde la dirección de arte?
Luego vienen más decisiones sensibles: ¿qué paleta de colores quiero usar? ¿Qué tipo de vestuario cuenta mejor esa historia? ¿Qué objetos lo acompañan? ¿Una planta, un cuadro, una silla? Esos elementos no están ahí solo por estética, sino porque son simbólicos. Le dan peso emocional al retrato, lo vuelven único. Ahí es donde para mí todo cobra sentido: cuando cada decisión tiene intención y cada imagen empieza a contar algo que se siente real, aunque esté construido.