Ilustración

Hasta siempre, Miguel Gallardo, dibujante y referente del cómic

Creador de Makoki y María y yo, recordamos la vida y obra del historietista y profesor español, fallecido a los 66 años

Domestika lamenta profundamente el fallecimiento de Miguel Gallardo, dibujante y escritor español, profesor y miembro de esta comunidad creativa. Gallardo padecía desde hacía años un cáncer que se convirtió en el motor de su trabajo creativo durante ese período. Relató la enfermedad en uno de sus cómics, Algo extraño me pasó camino de casa, tras pasar por el quirófano en 2020 y en esta generosa entrevista nos contó cómo dibujar el cáncer con humor, apostando por el sarcasmo y la buena actitud ante las dificultades.

Miguel, creador, entre otros muchos personajes, de Makoki, emblemático en la década de 1980 en España, supo ser un referente de la escena cómic underground aunque, posteriormente, apostó por el género biográfico con la obra María y yo, que relata la historia de su hija autista y que transformó el cómic español. “La materia de la que están hechas las buenas historias es nuestra propia vida y las vidas de nuestros familiares y amigos”, reflexionaba para Domestika días antes de presentar uno de sus libros en noviembre del 2020.

Miguel Gallardo durante el rodaje de su curso en Domestika.
Miguel Gallardo durante el rodaje de su curso en Domestika.

La vida como fuente de inspiración

La decisión de Miguel Gallardo (@gallardo) de coger el boli y ponerse a dibujar en un momento personal tan delicado que, además, coincidió justo al comienzo de la pandemia, no sorprendió a quienes lo conocían. Aunque el universo de la ilustración siempre observó con admiración el trabajo del artista para importantes medios como La Vanguardia, The New Yorker, The New York Times y The Washington Post, su talento más celebrado era, sin duda, su capacidad de convertir cualquier situación de la vida en viñetas tiernas, entretenidas, sorprendentes y reflexivas.

Miguel supo educarnos sobre temas delicados en algunos de sus trabajos con más resonancia. En 2007 publicó María y yo, una novela gráfica que narraba las aventuras y viajes con su hija María, autista, que por entonces tenía 13 años. Ese libro, por el cual recibió el Premi Nacional de Còmic de la Generalitat en el 2008, tuvo un sucesor siete años después, María tiene 20 años, que mostraba la evolución de aquella entrañable relación e, incluso, una adaptación teatral en Rusia.

En 2009, el artista accedió a hacer un documental -basado en esas dos publicaciones- con el que ayudó a muchas familias que acompañan el desarrollo de personas con trastornos del espectro autista.

'María y yo' fue una de las obras que más reflejó la capacidad de Gallardo de hacer arte en base a su vida.
'María y yo' fue una de las obras que más reflejó la capacidad de Gallardo de hacer arte en base a su vida.

Pero incluso antes de conmover al mundo con María y yo, Miguel ya se había inspirado en su familia para crear Un largo silencio, una obra de 1998 que rescataba los recuerdos de su padre, soldado republicano en la Guerra Civil española, y apuntaba a recuperar la memoria y dignidad de personas que habían quedado silenciadas por años en la historia española.

Él lo resumía así: “Mi padre estuvo 40 años callado como una tumba, intentando no decir una palabra más alta que otra. Esta es la historia que me contó mi padre una y otra vez, hecha de trozos y retales, de piezas que no encajan, pero que yo sé que es cierta, y así voy a intentar contarla, dándole a mi padre una voz. Una voz que cuenta una parte de la historia cada vez más olvidada, pero que los que la vivieron no la olvidarán jamás”.

Viñeta de "Un largo silencio", obra que rescataba los recuerdos de su padre, soldado republicano durante la Guerra Civil.
Viñeta de "Un largo silencio", obra que rescataba los recuerdos de su padre, soldado republicano durante la Guerra Civil.

“El perro verde” de su familia

Miguel Gallardo nació en la ciudad catalana de Lleida en 1955 y, como él mismo cuenta en la presentación de sus cursos, siempre respondió a todos los tópicos de los dibujantes que usaban la enciclopedia de la Historia de España como fuente de inspiración. “Me gustaba dibujar a los visigodos y los reyes”, relata. Pero, aunque él adoraba pasar el día creando imágenes, a su padre esta habilidad de su hijo no lo hacía tan feliz.

“Yo nací en el seno de una familia en la que eran todos, básicamente, personal técnico. Mi padre era perito industrial, mi hermano, ingeniero. No había nadie que tuviera alguna inclinación artística con lo cual yo era como una especie de 'perro verde'”, repasaba. “Mi padre era profesor de matemáticas y física y química y esas eran todas las materias en las que yo fallaba”, confesaba entre risas. “Pero, de alguna forma, por el lado del arte, lo convencí de que me dejara ir a Barcelona a estudiar Bellas Artes. Fue el primer viaje de mi vida, de Lleida, en donde no pasaba nada, a Barcelona donde sí pasaban cosas”, rememoraba emocionado.

Sin embargo, Miguel no logró su ingreso a la carrera y tuvo que regresar a su ciudad para intentar convencer a su padre de que, tal vez, podría tener un futuro en la carrera de Artes y Oficios. Logró hacerlo pero fue apartado por no ponerle demasiado empeño. Ese “fracaso” fue, en realidad, el inicio de una vida artística tan rica que terminaría por consagrarlo como un artista clave en la historia del cómic español.

Uno de los dibujos inspirados en la historia española que Miguel Gallardo hacía de niño.
Uno de los dibujos inspirados en la historia española que Miguel Gallardo hacía de niño.

El creador de Makoki

Miguel ganó notoriedad en los setenta, cuando marcó un punto de inflexión en el cómic español. Aún no habían pasado ni diez días de las primeras elecciones democráticas en la España posfranquista cuando, junto a Juanito Mediavilla y Felipe Borrallo, dio vida a Makoki, un personaje que se había fugado de una sesión de electrochoque con algún electrodo pegado y que vivía sus aventuras en el corazón industrial de Barcelona. Makoki se convirtió en una expresión de la contracultura emergente en los años de la transición española y, con el tiempo, llegó a ser coronado como “el antihéroe más radical y alternativo del género en España”.

Aquello pasó porque tras dejar Arte y Oficios, Miguel encontró un trabajo en un estudio de animación y allí coincidió con su colega Mediavilla, quien lo introdujo en el mundo del cómic. “Éramos muy entusiastas. Cuando el trabajo de animación llegó a un callejón sin salida y veíamos que la cosa no iba a ir mucho más lejos, decidimos tirarnos a la piscina, irnos a vivir juntos e intentar vivir de las historias que estábamos armando”, repasaba.

Makoki se considera “el antihéroe más radical y alternativo del género en España”.
Makoki se considera “el antihéroe más radical y alternativo del género en España”.

“Era finales de los años ́70, no había revistas ni nada, pero teníamos toda clase de trabajos cómo hacer caricaturas del aniversario de un ingeniero que se casaba y había que hacer caricaturas de trescientas personas”, rememoraba. Las cosas cambiaron cuando alguien de la revista musical Discos Express lo contactó. Para esa publicación, crearon Makoki. Algunos de los personajes que emergieron de este cómic llegaron a tener sus propias historietas, lo cual lo convirtió en un semillero de otras aventuras durante un largo tiempo. Makoki fue el inicio de una serie de aventuras que plasmarían su firma en el panorama del cómic internacional por siempre.

Sin miedo a las emociones

A lo largo de su carrera, Miguel demostró tener una capacidad deslumbrante para crear un perfecto balance entre sus trabajos editoriales para importantes publicaciones internacionales y sus trabajos personales, siempre ricos, complejos y desafiantes. Miguel supo inspirarse en cuestiones tan cotidianas como la relación con su perra Cala, como hizo en su obra El gran libro de los perros, que relata la llegada del animal a su vida, hasta en otras mucho más difíciles como el diagnóstico de su propia enfermedad, la cual retrató en Algo extraño sucedió camino a casa. Su secreto, al parecer, era no temerle a las emociones, ni a las buenas ni a las malas.

Miguel Gallardo narraba su día a día con humor.
Miguel Gallardo narraba su día a día con humor.

“Cuando dices cáncer, cuando dices tumor y cuando dices cerebro, la gente da un paso hacia atrás. Es muy fuerte. La combinación da un miedo increíble. Ilustrar todo este proceso fue una forma de explicármelo a mí y luego, de explicárselo a los demás”, explicaba en una entrevista a Domestika cuando describía el proceso creativo detrás de esa obra. Se trataba de una explicación, una reconstrucción y, finalmente, una resignificación de la historia de su enfermedad desde el comienzo, cuando se descubrió a sí mismo sin saber cómo usar el ordenador.

El diagnóstico de su enfermedad coincidió con el comienzo de la pandemia.
El diagnóstico de su enfermedad coincidió con el comienzo de la pandemia.

Por entonces, Miguel describió la alegría que sintió al despertarse en la cama del hospital barcelonés de Sant Pau en 2020 y comprobar que su arma de creación más potente, el dibujo, había salido intacto del quirófano. "Lo primero que hice cuando me desperté fue coger el boli. Yo había llevado varios ejemplares de mi libro María y yo para regalar a los médicos y me di cuenta de que los podía firmar. Ahí me quedé tranquilo. Supe que, mientras pudiera hacer eso, mi proceso de curación estaba en marcha", reveló, con la generosidad docente que lo caracterizaba.

Miguel Gallardo ilustrando en su estudio mientras iniciaba el tratamiento contra su enfermedad en 2020.
Miguel Gallardo ilustrando en su estudio mientras iniciaba el tratamiento contra su enfermedad en 2020.

Comprar un sandwich, pasear a su perra y sumergirse en el mar helado de invierno le parecían el gran plan de inspiración, se trataba de detalles cotidianos que valían oro para un hombre que, fundamentalmente, supo amar la vida y hacer arte con ella. Sin importar cuál era la materia prima que el destino le traía, Miguel creaba una genialidad.

Su talento y valentía son, sin duda, el legado para generaciones posteriores que lo vieron enfrentar cada etapa de su existencia con un boli, un papel y fundamentalmente, con un corazón (y humor) inmenso que quedó plasmado en cada una de sus obras. Seguiremos aprendiendo de él.

¡Vuela alto, Miguel!

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