Cati Gayá
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Escritura

4 escritoras icónicas que se ocultaron bajo seudónimos masculinos

  • por Cati Gayá @cati.gaya

Estas escritoras de fama mundial se hicieron pasar por hombres para ser leídas y poder publicar sus obras

En 1929, la novelista Virginia Woolf se preguntaba en su ensayo A Room of One's Own por qué ninguna mujer de la época de Shakespeare había escrito una obra literaria, un poema, o un soneto merecedor de pasar a la historia. Al final, su conclusión fue muy incisiva:

Me atrevería a decir que “Anónimo”, que escribió tantos poemas sin firmarlos, era, muchas veces, una mujer

Aunque ahora es imposible saber si muchos de esos “autores anónimos” eran efectivamente mujeres, lo que sí sabemos es que muchas autoras y escritoras no pudieron firmar con sus verdaderos nombres debido a las limitaciones de su época, a los temas sobre los que escribían, o a los géneros literarios en los que estaban interesadas… En su lugar, utilizaron nombres masculinos para evitar ser juzgadas, censuradas o despreciadas. Aún así, sus obras han pasado a la historia de la literatura universal gracias a su talento y creatividad. ¿Las conoces a todas?

1. Las hermanas Brontë (los hermanos Bell)

Las hermanas Charlotte Brontë, autora de Jane Eyre, Emily Brontë, escritora de Cumbres Borrascosas, y Anne Brontë, que ha pasado a la historia por La inquilina de Wildfell Hall, empezaron su carrera literaria firmando con los nombres masculinos de Currer, Ellis y Acton Bell.

La decisión se debió a que las hermanas escribían sobre temas considerados impactantes o incluso inmorales para la época: romances controvertidos, alcoholismo, violencia... Aunque ya muchos escritores de la época criticaron esas obras por su contenido “depravado”, la reacción hubiera sido mucho más visceral si se hubiera sabido la verdad: que estaban escritas por tres mujeres de buena familia.

Hoy en día, las novelas de estas hermanas se consideran obras de arte rompedoras que han marcado la historia de la literatura.

Anne, Emily y Charlotte Brontë retratadas por su hermano Branwell (1834).
Anne, Emily y Charlotte Brontë retratadas por su hermano Branwell (1834).

2. Mary Ann Evans (George Eliot)

El alter ego de la escritora Mary Ann Evans, George Eliot, se convirtió en uno de los novelistas ingleses más importantes del siglo XIX junto a Charles Dickens. Este último, de hecho, admiraba muchísimo las obras del inexistente George Eliot, y era de los pocos que sospechaba la verdad tras la firma masculina.

Retrato de George Eliot por Alexandre-Louis-François d'Albert-Durade.
Retrato de George Eliot por Alexandre-Louis-François d'Albert-Durade.

Después de cosechar numerosos éxitos, como Adam Bede (1859), la auténtica identidad de Mary Ann salió a la luz y creó un gran revuelo, particularmente por su sonada aventura con un hombre casado, George Lewes.

Afortunadamente, la polémica no afectó a su popularidad como novelista, y su obra Middlemarch sigue siendo considerada una de las mejores novelas escritas en inglés que existen.

Retrato de George Eliot por Frederick William Burton en 1864
Retrato de George Eliot por Frederick William Burton en 1864

3. Amantine Aurore Lucile Dupin (George Sand)

Amantine Aurore Lucile Dupin fue una de las escritoras más populares del siglo XIX y del romanticismo europeo, así como una de las figuras más controvertidas de la época. Divorciada, tuvo un gran número de amantes (entre los que se encontraba el compositor Frederick Chopin). Amantine Aurore fumaba y vestía con ropa masculina a pesar de que en esa época en Francia se requería un permiso especial para hacerlo.

En su caso, la utilización de un seudónimo masculino no fue para ocultar su verdadera identidad, sino un elemento de rebeldía contra la rigidez de la sociedad de la época y de los roles de género. Como dijo el escritor Victor Hugo (autor de Los Miserables):

George Sand no puede determinar si es hombre o mujer (...) no es mi lugar decidir si ella es mi hermana o mi hermano
Detalle del retrato de George Sand de Auguste Charpentier (1838).
Detalle del retrato de George Sand de Auguste Charpentier (1838).

Artistas como Eugène Delacroix, Flaubert, Honoré de Balzac se declararon admiradores incondicionales de George Sand, y sus obras como Rose et Blanche, Indiana o Lélia han pasado a la historia de la literatura universal.

George Sand fotografiada por Nadar (1864)
George Sand fotografiada por Nadar (1864)

4. Alice Bradley Sheldon (James Tiptree Jr)

Aunque fue una mujer la que inició la novela de ciencia ficción, con los años este tipo de historia se relacionó exclusivamente con el género masculino. Por eso cuando Alice Bradley Sheldon, una mujer Women's Army Corps decidió empezar a escribir historias sobre ese tema, lo hizo bajo el seudónimo de James Tiptree Jr porque, como explicó:

Un nombre masculino me parecía una buena manera de camuflarme. Sentía que un hombre pasaría más desapercibido. Había tenido demasiadas experiencias en mi vida en ser la primera mujer en una ocupación determinada

Entre esas experiencias se encontraban su carrera en el Ejército de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, donde trabajó en el grupo de foto-inteligencia de las Fuerzas Aéreas e incluso la posibilidad de incorporarse a la CIA, que ella misma rechazó para estudiar en la universidad.

Sus historias hablaban de temas relacionados con el género, entre ellas Houston, Houston, Do You Read?, que trata sobre un grupo de científicos que viajan a un planeta Tierra futuro en que todos los hombres han desaparecido, y las mujeres que han quedado atrás están subsistiendo solas sin ningún problema.

Alice Bradley Sheldon pasó a formar parte póstumamente del “Science Fiction Hall of Fame” en el año 2012, esta vez con su nombre real.

Alice Bradley Sheldon (James Tiptree Jr) con su marido en 1946
Alice Bradley Sheldon (James Tiptree Jr) con su marido en 1946

Más allá de estas escritoras, muchas otras autoras se escondieron tras nombres masculinos para evitar los prejuicios de su época. ¿Te imaginas cuántas más habrán pasado a la historia con otra identidad, sin que nadie sepa la verdad?

Por suerte, tenemos la oportunidad de celebrar las que conocemos y esperar que, algún día, se descubran las contribuciones de muchas otras artistas desconocidas que no pudieron utilizar su nombre para firmar su propio trabajo.

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