Elena Carbonell Sánchez-Gijón

Soy una creativa a la que le gusta hacer de todo. Cuando era chica me encantaba hacer garabatos en mis cuadernos de matemáticas, hasta que me lo prohibieron y dejé de hacerlo. Era una apasionada de la música, fui al conservatorio, cantaba en un coro profesional, aprendí solfeo. Después me puse a escribir cuentos y a hacer obritas de teatro.
Me gustaban muchas cosas. Me gustaban todas. Y mi madre me hizo memorizar un poema sobre un pato que se sentía muy orgulloso porque podía nadar, volar y andar. Y una serpiente le dice que en realidad lo valioso en esta vida es ser diestro en algo. La verdad es que esto es algo que me ha estado martilleando toda mi vida hasta hace poco que me di cuenta de que no era verdad. Hay muchos artistas que intentan diversos "palos" y son excelentes en todos. Yo ni siquiera aspiro a ser excelente en nada. Simplemente me gusta hacerlo: desde aprender a tocar el ukelele, a bailar flamenco, a hacer montajes de vídeo, a escribir monólogos de humor y sketches, a escribir cuentos cortos de ciencia ficción, a subirme al escenario y hacer reír, a montar un jardín con cosas encontradas por la calle, a reparar cosas, estudiar japonés, hacer chistes visuales, cantar sola, cantar en un coro, improvisación musical, hacer punto, hacer croché, reparando ropa y dándole otro uso...
Desde que nací hasta ahora han transcurrido 53 años y he hecho bastantes cosas creativas, pero no era consciente de que cuando realmente soy plenamente feliz es cuando estoy en un proceso creativo. Mi concepto de creación es bastante amplio, incluye la jardinería, buscar soluciones en espacios pequeños o hacer platos deliciosos con buenos ingredientes...
Ahora me encuentro en un momento en el que quiero llenar mi vida con esa sensación de felicidad que tengo cuando estoy dándole forma a mis ideas.