Shadowville
di Alexander Aguilera @alexander_aguilera_inm
- 41
- 0
- 0
Introducción
Extracto de mi historia titulada Shadowville por el momento. Luego de que un grupo de chicos acaban con un ser extraño, cosas misteriosas empiezan a suceder en el pequeño pueblo atrapado entre montañas.

Materiales
Computadora y word
Ecos de Shadowville
Eran las 3 de la madrugada, las calles del pueblo lucen completamente desoladas, había sido el último día de fiestas patronales, así que se pueden ver decoraciones en los postes y fachadas de algunos edificios del centro. Girando en una esquina aparecieron dos hombres, Nate y Dan, quienes aparentan tener unos 30 años de edad. Ambos caminan tambaleándose, sosteniéndose uno a otro para no caer por ahí al no poder caminar bien, y es que ambos acababan de salir de la única taberna del pueblo que atiende hasta altas horas de la noche. Aunque en realidad fueron prácticamente echados del lugar, porque podrían haber seguido allí hasta el amanecer. Y es que las ganas de beber hasta perder la conciencia eran evidentes en Nate.
Había estado saliendo durante 4 años con Courtney, una hermosa chica de pelo rubio y ojos almendrados que conocía desde el colegio. Estuvo enamorado de ella desde que la había conocido en aquellos tiempos, solo que nunca se atrevía a hablarle debido al temor de ser rechazado. Una vez acabó el colegio, Nate salió del pueblo para ir a la universidad durante algunos años y durante todo ese tiempo, parecía que le habían ayudado a olvidarse de ese amor imposible.
Aunque él trató de olvidarse de ella, el destino metió su mano en la situación. Una vez terminó su carrera, decidió volver al pueblo, a tomarse un año sabático antes de buscar un trabajo en las grandes ciudades. Fue entonces que el primer día que llegó y antes de ir a la casa de sus padres, decidió ir a un restaurante por un desayuno completo, huevos, pancakes, tocino y una taza de café recargado. Quien le atendió fue la mismísima Courtney, la mesera de turno en ese día. A pesar de los años, ambos se reconocieron al instante cuando se vieron, en el caso de Nate, su corazón estuvo a punto de estallar al verla, pero ahora lograba controlarse y le saludó amistosamente.
Ese fue el inicio de una hermosa relación entre ambos, descubrieron que tenían algunas cosas en común y gustos parecidos, lo que hacía que se compenetren fácilmente y siempre tengan algo que hacer juntos sin llegar a hostigarse el uno del otro. Fueron a vivir juntos y Nate decidió quedarse en el pueblo para vivir junto a su pareja, prometiendo crear un emprendimiento para no tener que mudarse.
Momentos buenos y momentos malos pasaron durante esos 4 largos años, pero ninguno de los dos pensó ni por un segundo en terminar con todo. Fue por esos motivos, entre otros que Nate empezó a creer que ya era el momento de dar el siguiente paso, iba a pedirle matrimonio, de la manera más especial que podía haberlo hecho. Compró el mejor anillo que su economía le permitía, alquiló y compró una serie de cosas a escondidas para adornar la terraza del edificio donde viven de una manera especial.
Todo estaba saliendo perfecto, casi como un sueño. Había llegado el día, tapándole los ojos, llevó a Courtney desde su apartamento, hasta la terraza con mucho cuidado y guiándola a cada paso. Ella sonreía y ver sus reacciones emocionaban a Nate cada vez más. No se había esperado una sorpresa tan hermosa, el lugar estaba sumamente adornado con rosas, telas blancas que colgaban por encima de un marco de madera, velas, entre otras cosas. Al centro de todo estaba una mesa, servido en ella, se encontraba exactamente el mismo desayuno que Courtney le sirvió a Nate cuando volvieron a verse. La cena fue maravillosa, rieron, recordaron viejos tiempos y él le estaba echando ciertas “piedritas” acerca del futuro, de un futuro juntos.
Al terminar de comer había llegado la hora, con un movimiento rápido Nate se acercó a Courtney quien aún estaba sentada, se arrodilló y sacó la caja con el anillo adentro para decirle la pregunta.
¿Te quieres casar conmigo?
La cara de alegría de ella, se convirtió de inmediato en una de sorpresa y lentamente volvió a cambiar hasta que una lágrima cayó por su mejilla. No puedo aceptar le dijo. Toda la felicidad de Nate se fue, esperaba cualquier otra reacción menos esa, podría decirse que hasta se aguantó las lágrimas. Él apartó su mirada y ella intentó darle una respuesta del porque dijo eso, no se sentía preparada para eso le dijo mientras él empezaba a caminar hacia la salida de la terraza, sin mirar atrás.
Esa noche no durmió en el departamento, se fue a un hotel y Courtney intentó llamarlo varias veces y nunca le respondió. En cambio, él había llamado a su viejo amigo del colegio, Dan, con el que nunca perdió el contacto. Evidentemente le conversó acerca de lo sucedido, y su amigo le ofreció su completo apoyo, añadiendo también que no le vendría mal salir a despejar su mente.
Fue así como ahora ambos amigos se encontraban borrachos, caminando en las solitarias calles de Shadowville de madrugada. Ambos no podían caminar adecuadamente, pero era evidente que Nate necesitaba más ayuda para andar. Dan estaba tratando de sostener bien a amigo para que no se caiga cuando sopló un viento helado que lo detuvo en su accionar.
Fue entonces cuando lo escuchó.
Clic, clic, clic.
Un sonido seco, rítmico, casi metálico, resonó en la distancia. Dan se incorporó un instante, intentando ubicar su origen. Nada. Solo la brisa nocturna deslizándose entre los edificios. No le dio tanta importancia y siguió caminando conjunto a su amigo.
Clic, clic, clic.
Se escuchó aún más cercano.
El sonido le provocó a Dan un escalofrío en su espalda, parecía una especie de pasos, no de humano, tal vez de un animal, pero no eran normales. Era algo más. Algo que no encajaba con el vacío de la calle. Por un momento dudó en ver hacia atrás, pero cuando lo hizo, no había nada, pero no se le quitaba la sensación de que alguien los observaba.
Se obligó a seguir, a pesar de la extraña situación.
Las luces de los postes por delante de ellos empezaron a titilar, Dan se detuvo y casi se le cae Nate al suelo. Las luces se apagaron por completo y antes de que pudiera pensar o hacer algo, la luz del poste que está a su espalda, le dejó ver una sombra de algo que estaría detrás suya, que cruzó rápidamente de derecha a izquierda.
— Nate! — dijo Dan mientras lo zarandeaba para reanimarlo.
El grito que mezclaba pavor y preocupación fue lo suficientemente intenso para que Nate se reincorpore como pueda. Su amigo se encontraba viendo hacia atrás, con los ojos completamente abiertos y sus labios temblando, a pesar de tener visión de túnel y que todo le dé vueltas, él solo alcanzó a ver la calle vacía.
— Qué diablos viste? — preguntó Nate para luego eructar.
Dan intentaba hablar, pero solo alcanzaba a tartamudear. Otro viento helado tomó de sorpresa a los amigos, causándoles escalofríos. Fue cuando en un abrir y cerrar de ojos, Dan fue elevado por algo fuera de la visión de Nate, el cual solo pudo limitarse a caer al piso cuando trató de alejarse, a pesar del mareo, alcanzó a ver hacia el poste que tenía por encima, por encima de un tubo había una cosa, que parecía un humano saltaba hacia el edificio cercano, llevando a su amigo como si no pesara nada. Eso fue todo, el alcohol le bajó rápidamente de la impresión, el instinto de supervivencia se adueño de él y empezó a correr.
Mientras corría, clamaba por ayuda, pero lo único que veía a su alrededor eran un montón de edificios y tiendas cerradas, ni siquiera salía luz de sus ventanas. Era evidente que lo que atacó a Dan, lo estaba siguiendo, entremedio de sus gritos por ayuda escuchaba un sonido extraño, parecido a pasos, clic, clic, clic, que parecía estarlo siguiendo a un ritmo constante.
El exceso del alcohol de esa noche le estaba empezando a cobrar factura, su respiración era errática y su pecho le dolía con cada bocanada de aire helado. Detrás de él, el sonido continuaba, siempre a la misma distancia, Nate tropezó y cayó de bruces contra el pavimento, sintiendo un fuerte ardor en su labio inferior, al toparlo se dio cuenta que se partió el labio. El dolor y la adrenalina lo sacudió y lo obligó a arrastrase mientras el sonido de pasos iba incrementando.
Los extraños pasos se detuvieron de la nada, la brisa soplaba y entre medias, Nate escuchó una especie de susurro. Se giró y no había nadie, las luces de los postes nuevamente empezaron a parpadear y allí en la penumbra, una sombra imposible de descifrar saltó de uno de los edificios que había en frente de Nate, hacia un poste, para aterrizar de manera sutil. No se distinguía mucho su forma, salvo que era algo delgado y un tanto alto.
Nate quiso gritar, pero el sonido murió en su garganta viendo lo que tenía enfrente. La cosa empezó a moverse hacia él, lentamente, casi levitando. Se puso sobre él, la sensación fue inmediata, brutal, como si un abismo se abriera bajo su espalda. Una presión helada rodeó su pecho. El mundo se inclinó, las luces estallaron en destellos blancos y rojos. Sabía que no había mas nada que hacer, salvo una cosa, un último pensamiento, Courtney.
Y Nate fue arrancado de la calle. El silencio reinó de nuevo en el pequeño pueblito de Shadowville, nadie escuchó los gritos y lo único que quedó en el aire fue el eco de un último clic, clic, clic, desapareciendo en la oscuridad.
Era martes a las 6 de la mañana, la luz del día empezaba a asomarse entre medio de las persianas del cuarto de Maeve, empezó a estirarse y se quedó viendo al techo por unos cuantos segundos antes de sentarse en su cama y levantar las persianas, lo cual hizo que un golpe de luz la cegara por un momento. Trató de dormir por un mínimo de 8 horas, el día de hoy, luego de sus clases, deberá de ir a su trabajo para dejar comida para un evento religioso, cuando se mezcla su trabajo y las clases termina más que agotada.
A parte de todas esas obligaciones, había otra que hizo que tuviera que poner su celular en modo “no molestar” para poder dormir tranquila. Courtney, su prima, le había estado llamando insistentemente el día de ayer preguntando si había visto o oído algo de Nate. Y Maeve, aunque no lo admitiría en voz alta, comenzaba a sentir ese nudo incómodo en el estómago que solo aparece cuando sabes que algo está muy mal.
Nate no era del tipo que se desaparece sin dejar rastro. Después de todo, ¿qué tan mal podía estar alguien por una ruptura? Maeve, había visto durante años a Courtney romper más corazones que los que podía contar con una mano, para ella, su prima tiene un serio problema de miedo al compromiso que creyó se había solucionado gracias a Nate, pero no fue así. Por su parte, Nate siempre ha sido de esos que intentan arreglar los problemas lo más pronto posible. Hasta ahora.
Por el momento no le dio más vueltas al asunto, no es del tipo de personas que se preocupa por cosas que no puede controlar. Se vistió, comió, se despidió de sus padres y se dirigió al colegio antes de que llegue tarde como lo ha estado haciendo últimamente. Maeve vive en el edificio más alto de todo el pueblo, es un edificio de apartamentos de 5 pisos, no necesariamente el más lujoso de Shadowville. Ya fuera de su casa, el lobby y las escaleras, tienen un claro deterioro, no hay alguna especie de administración que se encargue del mantenimiento, así que cada dueño de su apartamento, debe de cuidar de su lugar por su cuenta.
Al momento de pasar por el centro del pueblo, notó como el parque sigue cubierto por grandes lonas verdes que no dejan ver el hundimiento. Por encima se alcanza a ver las excavadoras que están aún apagadas, no hay nadie trabajando. Pero lo que más le inquieta es el extraño ambiente del lugar, demasiado tranquilo para un pueblo que hace una semana había sido un hervidero de rumores sobre el derrumbe del parque y la desaparición del alcalde. Ahora, la gente apenas susurraba, como si temieran que el mismo aire pudiera traicionar sus pensamientos.
En su mente rondaba un mensaje de su prima que alcanzó a ver antes de salir. Courtney le estaba insistiendo para que le acompañe a una zona en específico del bosque donde Nate solía despejarse, ya lo había buscado en su hotel, en la casa de sus padres, sin éxito. Maeve no era fanática de aventuras en lugares donde las leyendas urbanas del pueblo cobraban vida, pero algo en la desesperación de su prima la convenció. Además, ¿cómo resistirse a un buen misterio?
Le dijo que le acompañaba, pero luego del trabajo en el evento religioso, su prima aceptó casi de inmediato porque no quiere ir sola.
Eran las 4:45 de la tarde, Maeve estaba parada cerca de una calle cercana al bosque profundo esperando a su prima. La cuál llegó en un taxi unos 3 minutos después, su semblante era frío y a juzgar por su inflamación en sus párpados, habría estado llorando. No quiso decir nada al respecto, era evidente el motivo, ambas caminaron hacia el bosque con el sol a sus espaldas.
El lugar al que iban no estaba lejos de aquella entrada, es un lugar en completo abandono que servía para hacer picnics y para pasar un momento ameno rodeado de la naturaleza. Para cuando Courtney y Nate iban en el colegio, ese lugar ya estaba empezando a ser olvidado por los ciudadanos del pueblo, así que los estudiantes empezaron a usar ese lugar para libar y entretenerse fuera de las miradas indiscretas de los adultos, exactamente igual que el desfogue de las alcantarillas antiguas en la actualidad, recordó Maeve.
Conforme iban caminando, Maeve notó huellas de pisadas en el barro, relativamente frescas, como si alguien hubiera pasado por allí no hace mucho, en su mente estaba esperando que sea Nate. Pero lo que realmente la hizo detenerse fue una extraña sensación de ser observada, una sensación extraña proveniente de su nuca que no desaparecía, aunque se girara y no veía nada más que árboles y arbustos.
— Court, ¿estás segura de que Nate vendría hasta aquí? — preguntó, manteniendo su tono ligero, aunque su corazón latía más rápido de lo que le gustaba admitir.
Courtney no respondió de inmediato, es más, seguía caminando enfrente de su prima como si ni siquiera le hubiera preguntado algo. Su mirada estaba fija en algo más adelante, y cuando Maeve siguió la dirección de sus ojos, vio una chaqueta medio enterrada entre las hojas caídas. La chaqueta de Nate.
Como su prima se quedó parada viendo la prenda, Maeve pasó por su lado y se agachó a recogerla, sintiendo el peso de la tela húmeda en sus brazos. Viéndola con mayor detenimiento, se dio cuenta que había algo pegajoso, por el área de los hombros, cerca del cuello, algo que a priori no lograba identificar. A parte de ello, no vio nada más extraño, ni rasgaduras, ni manchas de algo, salvo la tierra del piso.
— Esto no está bien — murmuró.
Tratando de no preocupar más a su prima, se limitó a acercarse a ella para comunicarle que capaz debería ir con la chaqueta a la estación de policía para que la tomen enserio. Ella alzó ambas manos lentamente, casi temblando, para tomarla. Un sonido sordo resonó de entre los árboles, un crujido, como si alguien o algo estuviera moviéndose cerca. Maeve y Courtney se pusieron alerta de inmediato.
Maeve trataba de ver a través del follaje del bosque, por aquello que causó el sonido, más allá de cualquier leyenda urbana, temía por algún ladrón o animal salvaje que se encuentre cerca. La luz que iba poco a poco perdiéndose, generaban largas sombras que hacía que cada tronco o rama parecieran figuras agazapadas. Maeve apretó los labios, sintiendo como el aire a su alrededor se volvía más denso. Podía escuchar la respiración entrecortada de Courtney junto a ella, pero sus propios oídos zumbaban, atentos a cualquier otro sonido que pudiera delatar la presencia de alguien más.
Entonces, lo vio.
Una figura alta, desgarbada, apenas visible entre los árboles. No lo suficiente para ver sus detalles, pero sí para saber que no debería estar allí. Maeve parpadeó, convencida por un segundo de que su mente le estaba jugando una mala pasada. ¿Era realmente alguien, o solo la sombra torcida de un árbol? No había forma de saberlo con certeza. La figura no se movía, pero tampoco desaparecía. Y aunque su lógica le decía que probablemente estaba imaginando cosas, su instinto gritaba otra historia.
Sin pensarlo más, Maeve estiró la mano y tomó a Courtney por la muñeca.
— Vámonos de aquí. Ahora — susurró, con una firmeza que no sentía del todo.
Courtney no necesitó más convencimiento. Sus ojos seguían fijos en el mismo punto donde Maeve había visto la figura, y aunque no decía nada, su rostro pálido lo decía todo. Las dos giraron sobre sus talones y comenzaron a caminar rápido, casi trotando, hacia la salida del bosque. Maeve sintió la adrenalina bombeando en sus venas, haciendo que cada sonido a su alrededor pareciera amplificado, el crujido de las hojas secas bajo sus pies, el viento moviendo las ramas, y… ¿otro crujido detrás de ellas?
No. No quería voltear. No iba a voltear.
Pero había sonidos tras de ellas, como si alguien estuviera siguiéndolas, imitando de alguna manera su ritmo. Cada sonido hacía que Maeve tirara con más fuerza de Courtney, que parecía estar quedándose atrás, con sus piernas temblorosas debido a la tensión del momento. El corazón de Maeve latía con tanta fuerza que podía sentirlo en su garganta.
Cuando finalmente salieron del bosque, el cielo había adquirido un tono anaranjado, el sol empezando a esconderse tras las montañas. Maeve no se detuvo hasta llegar a la carretera, donde el silencio era diferente, menos opresivo. Solo entonces soltó a Courtney y se permitió respirar con algo más de normalidad. Ambas regresaron a ver hacia la salida, no había absolutamente nada.
— ¿Viste eso? — susurró Courtney, entre jadeos.
Maeve dudó por un momento antes de responder. Podría decirle que no, que solo había sido su imaginación jugando con la luz y las sombras de los árboles. Pero algo dentro de ella sabía que no era así.
— Yo, no sé lo que vi.
Ninguna de las dos dijo nada más mientras llamaban a un taxi. Pero mientras esperaban, Maeve se sentó en la vereda, no pudo evitar mirar una última vez hacia el bosque. La figura ya no estaba allí. Pero la sensación de ser observada no desapareció del todo.
A la una de la madrugada, Courtney se encontraba sentada en el sofá de su apartamento. Tenía la chaqueta de Nate en su regazo, enfrente, se encontraba una pequeña mesita de sala, en la cual estaba su celular, del cual no apartaba la vista. Había estado llorando, aún se le nota el camino que tomó las lágrimas en su rostro y llevaba sus ojos rojos. Sostenía la chaqueta como si su vida dependiera de ello y hasta cierto punto, sus manos temblaban.
Había ido a la policía luego de la pequeña aventura con su prima, esta vez si le tomaron enserio, no solo por la clara evidencia que había encontrado, sino también porque fue con nuevos bríos. La denuncia de desaparición ya fue puesta, pero por su parte no había nada más que hacer, así que no le quedó de otra que regresar a su casa y esperar, una espera larga y preocupante.
No podía dormir, en su mente solo rondaba la culpa, y es que lo ama, de verdad lo hace, se arrepiente de no haber aceptado el anillo. Entonces espera una llamada, de quien sea, solo tiene la esperanza que le digan que Nate se encuentra vivo y a salvo para arreglar todo lo malo que hizo.
Un viento fuerte llama su atención, su situación actual ha hecho que se descuide de varias cosas, tener una ventana abierta, es una ellas. Las cortinas se alzaban y dejaban pasar el frío fuerte de la noche, Courtney no podía dejar pasar eso desapercibido y aunque no quería alejar su mirada de su celular, se levantó para cerrar la ventana.
Cuando llegó hasta la ventana, quitó de su camino las cortinas que le molestaban y apoyó sus manos en el marco, un escalofrío le recorrió la espalda. No era solo el frío de la brisa nocturna. Había algo más. Algo que hizo que su piel se erizara como si una advertencia primitiva estuviera gritando en su interior. En el exterior, había una figura, un hombre parado, pero era evidente para ella de quien se trataba.
Dejó de respirar por un segundo.
La luz tenue de la farola cercana apenas iluminaba su rostro, pero había algo raro en él. Se veía borroso, como si estuviera cubierto por una sombra que la luz no lograba disipar del todo. Su postura era rígida, con los brazos caídos a los lados y la cabeza ligeramente ladeada. No se movía. Ni siquiera parpadeaba.
— Nate… — susurró, incapaz de procesar lo que estaba viendo.
Sus dedos se aferraron con fuerza al marco de la ventana mientras su corazón latía con violencia en su pecho. Esto no podía ser real. Él estaba desaparecido. Y, sin embargo, ahí estaba.
— ¡Nate! — dijo más fuerte esta vez, abriendo del todo la ventana.
Él no reaccionó. Ni siquiera alzó la mirada.
Courtney sintió que el aire se volvía denso a su alrededor. Algo estaba mal, pero ella no podía quedarse quieta. Salió de su apartamento lo más rápido que pudo y bajó las escaleras apresuradamente, en su mente se iba repitiendo una y otra vez que esto no podía ser real, que tal vez estaba demasiado cansada, que su ansiedad le estaba jugando una mala pasada. Salió a la calle, descalza, sintiendo el pavimento helado bajo sus pies.
— ¡Nate! — lo llamó otra vez, con la voz temblorosa.
Él seguía sin moverse. Se detuvo un momento al no tener una respuesta, pero con pasos cautelosos, se acercó más. Cada parte de su cuerpo le decía que retrocediera, que corriera de vuelta a su casa, que aquella persona no era su Nate. Pero su corazón se aferraba a la posibilidad de que todo fuera un malentendido, de que él estaba allí y que tal vez… solo tal vez…
Cuando estuvo a apenas unos pasos de él, extendió la mano con cuidado, queriendo tocar su brazo.
— Nate… dime algo…
Entonces, su cabeza se movió bruscamente hacia ella. Pero no de manera normal.
El crujido que hizo su cuello al girar fue antinatural, seco y quebrado, como si sus huesos se estuvieran rompiendo en el proceso. Ahora si pudo verlo bien, estaba pálido y sus ojos estaban completamente negros. Su boca se abrió demasiado, como si su mandíbula se hubiera desencajado por completo, y de ella salió un sonido que no era humano.
Courtney gritó y retrocedió, tropezando y cayendo al suelo. Se arrastró hacia atrás, con su mirada perdida en el Nate, que ya no era quien conocía, las lágrimas empezaron a brotar de sus ojos nuevamente. Y entonces, lo sintió. Esa presencia detrás de ella, ya la había sentido antes, en el bosque, horas atrás con su prima. El miedo la paralizó y su cuerpo no respondía.
Eso se inclinó sobre ella, algo que no quería ver, pero que podía sentir con cada fibra de su ser. Unas manos gélidas la sujetaron por los hombros, sabía que todo estaba perdido, así que cerró sus ojos mientras levantaba una de sus manos hacia Nate, esperando un último toque de su amado.
Luego, fue arrastrada a la oscuridad.

0 commenti
Accedi o iscriviti gratuitamente per commentare