EVOCACIÓN DE SAMSA
EVOCACIÓN DE SAMSA
par Walter Neirot @hostiacrudelis
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EVOCACIÓN DE SAMSA
Esa mañana estaba tranquilo porque había logrado lo imposible. El café soltaba el aroma perfecto y las cortinas abiertas permitían que el sol desplegara sus atuendos en el living. Las paredes blancas lucían impecables y ni una pelusa decoraba el suelo. La pesadilla había concluido. Ningún polvillo debajo de la alfombra. Ningún escarabajo oculto bajo las sábanas. Ahora Gregorio debía beber el café y reescribir la historia.
Disfrutó apoyarse en la baranda del balcón y empaparse del paisaje. La ciudad, ruidosa, le abría los tentáculos en un ritual de bienvenida. Ya no importaba tomar el tren y los tres trasbordos matemáticamente calculados para llegar de manera eficiente y productiva a su oficina. Ya formaba parte del olvido el terror de las miradas familiares.
Tras el último sorbo dejó el pocillo sobre la mesa, se acomodó la camisa y salió. Esperaba encontrar su libertad. A medida que caminaba todo le pareció diferente: la gente pasaba esquivándolo, las calles tenían nombres que nunca había oído, y donde antes estaba su casa, ahora un edificio de alquileres se mostraba altivo e inaccesible. Un canillita lóbrego tras el bulto de periódicos no quería venderle y hasta un perro escuálido y pulguiento se alejó para evitar su compasión y su caricia. Las caras empezaron a parecerles anónimas, sospechosas, mientras se perdían en los giros de las esquinas y en los callejones abarrotados de silencio. Incluso, cuando estuvo dentro de la biblioteca mayor tuvo un presentimiento horroroso. Recorrió las amplias galerías y no pudo encontrar ningún libro de valor. En su lugar, grandes tapas forradas de verde y huecas por dentro simulaban ocupar un espacio vacío. Contrariado, se fue al último lugar posible, la iglesia. Alcanzó a ver primero en una ventana superior un rostro que rápidamente desapareció. Y luego nadie respondiendo a sus incesantes llamados a la puerta. Parecían seres asustados de ver la impunidad con que un monstruo andaba por la calles a plena luz del día. Se miró en el cristal opaco de una casilla de colectivos y el reflejo solo devolvió la imagen de un hombre vestido con camisa impecable que había salido a buscar la libertad luego de beber la mejor taza de café.
Volvió a su casa derrotado. Hizo un último intento para contrarrestar su hipótesis y empezó a hacer un zigzag de retorno, perderse por calles contiguas y secretas con la esperanza de que el laberinto le ofreciera una salida. Pero los rostros le devolvían la misma indiferencia.
Al fin, en el centro de la sala iluminada tornó los ojos por ese paisaje frívolo y luego, cerró las cortinas, tiró la taza en el cesto y se fue a la habitación. Puso llave y la arrojó por la ventana del décimo piso sin dudar. No escribió ninguna nota. No era necesario eternizar el fracaso. Solo atinó a tirarse en la cama y enrollarse en las sábanas. Y en medio de la oscuridad, Gregorio elevó una suerte de plegaria, de súplica, de infalible y valiente deseo: volver a su condición natural, y despertar siendo un hermoso escarabajo.
1 commentaire
Je dois avouer que j'écris de la poésie et que la narration a toujours été un défi. Mais nous sommes ici pour apprendre et pour construire de nouvelles voies. J'attends des retours qui me permettent de peaufiner mon écriture. Merci.
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