Proyecto de curso: Cuadro
Proyecto de curso: Cuadro
by José Mina @jossemina
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Cuadro
Aquel cuadro de marco viejo colgado en una pared inmaculada. O era la intención, pues en realidad cubre blanco enmugrecido. A esto no se le puede llamar casa. Es un chiquero, una jaula de canarios de bajo presupuesto, con todo y su peste. El cuadro no se despega de nosotros, siempre en cada trasteo. A mi madre le gusta porque le recuerda viejos tiempos. Creo que tantos como el mismo marco.
A mí me parece inquietante. Con sus colores fríos, desgastado por los años, la humedad y quien sabe que más provocando manchas anormales. Se lograba rescatar la figura de dos adultos. Sus cabellos ondulados; mi madre con rizos dorados junto al canoso hombre, apuntándole con la mirada.
Su escena, tomados de las manos y la posición de las cabezas indicaba romance, o un intento. Rojo vestido contra negro saco y pantalón blanco petrificados en la pintura.
<<Es mi amante, es mi amante>> decía sin parar. <<Él me amaba, como lo extraño>> que fastidio. Solo quisiera, un día, desechar la sensación que provocaba cruzar el pasillo cada noche y sentir su mirada <<como si estuviera vivo>>.
No era extraño oírle hablar a través de las paredes de papel. Con frecuencia espiaba sus conversaciones. Me preguntaba qué tanto le decía, mientras luchaba por ocultar el pálpito acelerado. O cada vez que sonaba de fuera zapateos y risas. << ¿De qué ríe? Loca>>. Verle no daba gusto. Ella, al cruzar, actuaba como en el patio del colegio cuando un muchacho corteja una joven.
Esa noche era el aniversario 13 de la muerte de su ex-esposo. Ella bebía su trago favorito, acompañado con música de mal gusto. Le cantaba a la imagen—vuelve pronto, amor mío. Déjame verte una vez más—. Fue la primera vez que escuche decirle: “si, hazlo”.
No quería salir a orinar mientras siguiera con su teatro. Reía y luego hacia ruidos como arcadas, para volver a reír; la casa tenia buena ventilación y de normal en las noches helaba. Pero al acercarse las 12:00 p.m. decaía de sobre manera la temperatura. Entonces, cuando no escuché más ruido fue mi oportunidad. Bien sabía dónde estaba colgado el maldito cuadro, así que intenté no mirar.
Me traicioné a mí mismo, porque era mejor demostrar mi disgusto que solo ignorar sus ojos saltones. Pero no estaba, el cuadro no estaba. Seguramente por arte de magia, un milagro, solo lo movió de sitió. Pude orinar tranquilo. Que delicia. Pasearte por el pasillo y no encontrar un voyerista que en algún momento existió, era todo lo que necesitaba.
A pesar del aspecto descuidado del lugar, sin ése cuadro colgado no era tan malo; todo sonaba eso sí. Se oían rechinar las ventanas de mi habitación <<ha de ser el viento>>. Al entrar las cortinas abiertas como las dejé y la ventana igual. Reí sin darme cuenta. Más la sensación de ser observado apareció y juro haber podido oler colonia masculina de repente. Helaba.
Giré mi cabeza hacia mi cama y entre sombras pude notar un pequeño bulto bajo el cobertor. <<Imposible. Esto no es real>>. Caminé hacia el bulto. Descubrí con violencia la cama y no había nada <<que tonto soy>>. Me lo creí todo. Reí de nuevo; creo, fue de nervios.
Pero.
Escuche risas bajo mi cama.
Ahogándose como sí te aguantaras. Seguido, un débil y perceptible arrastre de uñas.
—¡Mamá ya basta! ¡Deja de hacer tonterías y duérmete ya!— se escuchó un gesto que desaprobaba mi orden.
—¡Deja ya de jugar, eres muy vieja para estas cosas!— di una palmada a la cama mientras me agachaba por completo.
—No le hables así a tu madre—contestaron desde la parte superior de la cama.
Aquellos ojos saltones devoraron mis gritos hasta hacerme desmayar.
No era un cuadro.
Juro, no era solo un cuadro.
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