¡Proyecto de La Tejedora de Sueños! Ilustración y escritura de un cuento infantil
von Sara San Miguel Ibáñez @sanmiguel_sara
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La tejedora de sueños
A todos los niños traviesos y que les gusta estar en Babia
Página 1: Hubo una vez, hace mucho mucho tiempo, un pueblo de lo más normal llamado Babia.
Página 2-3: Aunque todas las casas de Babia parecían iguales, había una muy diferente a las demás.
Página 4-5: En ella, vivía Penélope con su traviesa nieta Aracne.
Como cualquier abuela babiense, Penélope cocinaba exquisitas tartas de calabaza y hacía un té estupendo con las flores del jardín. Pero, sobre todo, Penélope era una excelente costurera: zurcía los agujeros de los calcetines, tejía cálidos jerseys y confeccionaba mantas confortables para el invierno.
Página 6-7: Sin embargo, también tenía un gran secreto: todas las noches, cuando las estrellas brillaban en el cielo, Penélope tejía los sueños de los demás babienses.
Página 8-9: Una noche, Aracne la descubrió de casualidad. Se levantó para ir al baño y vio una rendija de luz en la puerta del salón. De puntillas, caminó hasta ella y se asomó con curiosidad:
— ¡¡AHH!! — gritó al ver la sustancia brillante que Penélope tenía entre las manos.
— ¡Aracne! ¿Qué haces despierta? —se sobresaltó ésta—. ¡Deberías estar soñando! Supongo que habré creado un sueño demasiado corto… —suspiró—. Ya que me has descubierto, pasa; te contaré mi secreto.
Página 10-11: Aracne se sentó en la alfombra del salón y escuchó con atención su historia: “Una noche, soñé que me encontraba en una oscura cueva. En ella, vi a un misterioso ser de corta estatura y con una corona sobre la cabeza que me dijo:
— ¡Estoy harto de gobernar este reino! Como eres hábil con las agujas, te encomendaré mi trabajo.
— ¿Qué reino? —le pregunté yo, a lo que él replicó: ¡El del mundo dormido, por supuesto! Te concedo el honor de tejer los sueños de los demás babienses con estas agujas y este ovillo mágico. Para hacerlo, solo necesitarás tu imaginación y un poco de creatividad. Mi única condición es que jamás podrás tejer los tuyos. ¡Por orden de Hipnos, rey de Nébula! Cuando desperté, encontré las agujas y el ovillo sobre mi mesita de noche, y entonces supe que el sueño había sido real”.
Página 12-13: Fascinada, Aracne aprovechó un descuido de Penélope para robar los objetos mágicos. Como ella también era buena con las agujas, quería tejer un sueño de piratas hecho completamente a su medida.
Página 14-15: Después de trabajar mucho, dio una última puntada y miró al sueño con satisfacción:
“Es tal y como lo quería”, pensó. “Va a ser un sueño genial”.
Pero el sueño la miró con cara de susto y salió corriendo velozmente fuera de la casa para desaparecer en las calles de Babia.
Página 16-17: El sueño se detuvo frente a una casa que tenía una luz encendida. De un gran salto, se encaramó al alféizar y observó a un niño que estaba leyendo un libro. Aprovechando que estaba distraído, desplegó su gran manto sobre él e hizo que cayera profundamente dormido.
Página 18-19: Preocupada, Aracne le contó a Penélope lo que había sucedido.
— No es culpa tuya, Aracne —murmuró la anciana—. Soy yo la que debería habértelo contado todo. Lo que te dije, no fue del todo cierto: con esas agujas podrás crear sueños, sí; pero estos jamás serán para ti. Tristemente, así funciona la ley de Hipnos… — se lamentó.
— ¿Y qué pasará con mi sueño?
— No lo sé, pero seguro que Hipnos sabe qué hacer. Tejeré un sueño para que puedas comparecer ante él. Vamos, ¡a la cama!
Página 20-21: A medida que Penélope tejía, los ojos de Aracne fueron pesando cada vez más y más, hasta que, en algún momento, se cerraron por completo.
Página 22-23: De repente, se encontró en un espacio lleno de niebla y sombras: era el interior de una gran cueva. En medio de ella, subido a un alto trono, vio a un pequeño ser con cara de sorpresa. ¡Se trataba del mismísimo Hipnos!
— ¿Quién va? —clamó con voz profunda.
— Soy Aracne: ¡la nieta de Penélope! — respondió intentando no tener miedo—. Vengo a solicitar ayuda.
Página 24-25:
Cuando la niña terminó de relatar su travesura, Hipnos se ajustó la corona con sus puntiagudas manos y dijo:
— Has quebrantado mi ley más importante, y me temo que no puedo ayudarte: no tengo control sobre los sueños que no he creado. Seguramente, tu obra se habrá escapado para adueñarse de los sueños de otro, ¡y eso es muy peligroso!
Desconsolada, Aracne rompió a llorar y la cueva comenzó a convertirse rápidamente en un mar.
Página 26-27: — ¡Para, para, o esto acabará siendo un océano! —exclamó exaltado—. Quizá no pueda destruir ese sueño descarriado… ¡pero sí que puedo llevarte hasta él! —reveló quitándose la caracola que pendía de su cuello para ofrecérsela.
—Pídele que te lleve hasta tu sueño, ¡ella te guiará!
En cuanto Aracne se la ajustó en el cuello, las aguas que se habían formado a su alrededor comenzaron a moverse lentamente para arrastrarla lejos de la cueva y del trono donde estaba Hipnos.
Página 28-29: La condujeron hasta una pequeña isla llena de palmeras y plantas tropicales en la que vio a un niño jugando. ¡Había llegado hasta su sueño! El niño parecía feliz con su catalejo, y Aracne pensó que su travesura no había sido tan grave, al fin y al cabo.
Página 30-31: Sin embargo, no tenía ni idea de qué hacer: ¿cómo se deshacía un sueño? Pensando en ello, se le ocurrió una gran idea: ¿y si lo destejía, como hacía Penélope con los jerseys que no le gustaban?
Para ello, deseó hacerse con sus agujas mágicas, y lo hizo con tanta fuerza que éstas aparecieron a sus pies. ¡Las había traído directamente del mundo despierto!
Página 32-33: Comenzó a clavar la aguja en una hoja cercana, y de la misma forma que lo había creado, fue desenredando poco a poco el sueño, y, al cabo de un rato, el niño desapareció de la isla dejando el catalejo tirado sobre la hierba. Sin embargo, cuando todo empezó a desaparecer a su alrededor, Aracne escuchó una voz temblorosa:
— ¡Para, por favor!
Página 34-35: Era el rostro del sueño, que había surgido ante ella:
— No sigas, ¡te lo suplico! No quiero desaparecer… Sé que me creaste para que fuera tu sueño, pero al no poder cumplir mi misión, me asusté y salí corriendo para encontrar a alguien en tu lugar. Y ahora, tengo miedo, pero que mucho miedo…
—No te preocupes —le respondió Aracne quitándose el colgante para dárselo—. Si Hipnos no quiere gobernar, lo harás tú en su lugar: te volveré a coser para que dejes de ser un simple sueño y te conviertas en el nuevo rey de Nébula. Con esta caracola, podrás moverte por este mundo. ¡Así nunca te desvanecerás! Lo único que te pido a cambio, es que crees sueños bonitos para mi abuela. ¡Está muy triste desde que trabaja para Hipnos!
Satisfecho por la oferta, el sueño aceptó, y en cuanto Aracne dio su última puntada, todo empezó a girar en un tremendo remolino.
Página 36-37: Aracne abrió los ojos y vio que se encontraba de nuevo en su habitación. Penélope estaba sentada a su lado en una silla, pero dormía con la cabeza caída. ¡El nuevo rey de Nébula había cumplido su palabra!
Página 38-39: Feliz de haber resuelto las cosas, Aracne se incorporó de la cama y se acercó a la ventana para contemplar el atardecer. En el cielo ya comenzaban a titilar las primeras estrellas. ¡Quién sabe qué clase de sueños la esperarían a partir de ahora!
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