La Bestia Bajo la Luna
La Bestia Bajo la Luna
ile Ana Ramirez @santana82
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Capítulo I
El Encuentro
La lluvia no había cesado desde el día anterior. Parecía que otra semana gris se avecinaba, de esas que abundaban en la ciudad. No era solo el cielo, eternamente encapotado, el que parecía entristecido; la contaminación había llegado a tal punto que hasta el sol parecía haberse rendido. El caos reinaba, como un torbellino incesante de corrupción, y los corazones de los ciudadanos se enfriaban al ritmo de una ciudad que se desmoronaba desde dentro.
Bernardo Vargas, prestigioso rector del Colegio San Telmo, despertó con un fuerte dolor de cabeza. Lo último que recordaba era haber tomado un café con una profesora de la institución. Después, había salido, subido a su auto y conducido hacia su habitual clase de natación. Más allá de eso, todo era negro, confuso. Miró a su alrededor; el lugar le resultaba familiar, pero no entendía cómo había llegado hasta allí. Estaba en el estudio de su propia casa, y ya era de noche.
Un dolor agudo lo hizo retorcerse. Bajó la vista y notó su pierna derecha; el pantalón había sido cortado como si le hubieran intentado practicar primeros auxilios. Sobre la piel, una pequeña incisión atravesaba la arteria femoral. La sangre goteaba lentamente, cayendo en un balde colocado cuidadosamente bajo la herida. Fue entonces cuando la realidad lo golpeó con toda su crudeza. Sus pies y manos estaban atados con amarres plásticos, de esos que se usan para sujetar cables eléctricos. Su torso estaba firmemente pegado a la silla con cinta adhesiva gris; y, por lo que podía notar, era la misma que usaba él para "divertirse". Vargas intentó gritar, pero la cinta sobre su boca convirtió su alarido en un ruido ahogado.
Con el pánico apoderándose de él, recorrió la habitación con la mirada. La tenue luz de la lámpara del escritorio apenas iluminaba el espacio. No había nadie. Estaba completamente solo. Cerró los ojos, respiró hondo, y trató de calmarse. Estar solo significaba que tenía tiempo. Tiempo para intentar escapar. Se concentró, obligándose a respirar lenta y profundamente hasta que sus latidos se estabilizaron. No era médico, pero como brigadista en el colegio había aprendido lo básico para estabilizar a un herido. Debía actuar rápido.
Observó el escritorio. Una grapadora, un portapapeles, una perforadora, su ordenador y varias carpetas del colegio llenaban el espacio. Papeles de trabajo que había llevado a casa, o como él solía llamarlas, "tareas extracurriculares". Sin embargo, sabía que había otra clase de secretos en esas carpetas, secretos que, de ser descubiertos, harían que dejara de ser el intachable rector del colegio. Rumores de actos inadecuados con alumnas habían circulado entre pasillos y reuniones, pero nunca habían pasado de ser eso: rumores. Ninguna se había atrevido a enfrentarlo.
El dolor de cabeza se intensificó, un martilleo que no parecía natural. Le costaba pensar con claridad. Supuso que le habían inyectado algo para dejarlo inconsciente. No había tiempo que perder. Si su captor volvía, estaría perdido.
Un fuerte golpe rompió el silencio de la casa. Provenía de fuera de la habitación. Vargas quedó helado en su silla, el corazón disparado, su cuerpo empapado de un sudor frío. Voces masculinas comenzaron a gritar, mezcladas con ruidos de pelea. Había más de un captor. ¿Qué podían querer con él? Hasta donde sabía, no tenía enemigos. Tal vez era solo dinero.
Los gritos eran confusos; no entendía lo que decían, pero el tono era agresivo. Debía actuar ya. Si no aprovechaba ese momento, no tendría otra oportunidad. Miró hacia el escritorio. Su única opción era saltar hasta él, aunque doliera. La perforadora o la grapadora podrían servir para cortar las ataduras. Con cada segundo que pasaba, los gritos afuera se intensificaban, llenándolo de una mezcla de miedo y urgencia.
Con toda la fuerza que pudo reunir, se impulsó hacia adelante. El primer salto lo acercó al escritorio, pero la silla casi perdió el equilibrio. No podía fallar. Respiró hondo y, con un esfuerzo final, logró llegar al borde. El impacto hizo que varios papeles cayeran al suelo, pero sus dedos, tiesos y doloridos, rozaron el metal frío de la grapadora.
Un susurro de esperanza cruzó por su mente, pero antes de que pudiera aferrarse a él, un nuevo ruido lo congeló. Una sombra oscura apareció en el marco de la puerta. Vargas levantó la mirada. Su captor había regresado.
1 yorum
Interesting. I suggest you sustain the intrigue a little longer before revealing that it is his partner (I imagine it could be a superior who is in charge of breaking the news.
I also recommend you review the adjectives that you put in the opening paragraph: they take away some forcefulness from the story.
There's a hug
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