Mi proyecto del curso: Introducción a la escritura de ficción comercial
de kevinjeorge10 @kevinjeorge10
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TITULO: El último Mega
Sinopsis: En el año 2050, los hombres han creado a los Mega, humanos superiores que utilizan hasta el 50% de la capacidad cerebral, pero se están infiltrando en altos puestos. No le gusta a los dirigentes y deciden eliminarlos. Thomas Paine era uno de ellos, no sabe si hay otros, pero trata de pasar desapercibido, hasta que conoce o vuelve a ver a su antiguo amor, Lila. El problema es que ella debería estar muerta, entonces, ¿Quién es esta chica? Lo descubrirá pronto de la peor manera y su vida ermitaña dará un giro de ciento ochenta grados por defender de nuevo el amor, un concepto que había olvidado.
Capítulo I: EL AGUJERO NEGRO.
Thomas Paine intentaba moverse al compás de los transeúntes de la ciudad de Nueva Manhattan, al bailoteo cotidiano, ausente, directo y egoísta. Trenes humanos de dos vías circulando hacia un único objetivo: supervivencia. Ya no hay un Times Square de alucinantes luces de neón y rótulos extravagantes que entusiasmen los cansados pasos de la rutina urbana. Yacen ahogados bajo quince metros de agua marina y a media hora de una distancia perdida en el espacio tiempo del olvido. Es el precio de la naturaleza por nuestros avances tecnológicos desmedidos. Autos eléctricos, paneles solares; un abrir de ojos quizá tardío, un renacer por aminorar la agonía de un planeta enfermo y comatoso.
Diez de la mañana, una alarma de advertencia. Su clase de literatura la impartirá en una hora, momento del incremento de rayos ultravioleta. Eso le recuerda que olvidó el traje de protección térmica en casa. A su mente vienen divagaciones visuales de anuncios hasta la saciedad sobre el cuido de la salud y el incremento de casos de cáncer en la piel; personas que como él, su pensamiento los trastocó en descuido y desatención del horario que iniciaba a la once y terminaba a las tres de la tarde de todos los días para usar la prenda. Para un humano normal era un detalle sin importancia, más a Paine, quien utilizaba el 50% de su cerebro, lo consideraba una aberración. Un error que no debería repetirse jamás.
Atravesó la calle por la esquina más cercana, luego de esperar al indicador robótico de que cruzara. El tráfico era moderado, la mayoría se encontraban ya instalados devengando su día a día. Era una ciudad nostálgica que pronto celebraría cincuenta años de los atentados de aquel septiembre negro de las torres gemelas. El presidente, invitado principal, desfilaría con su jovial sonrisa, con la cual logró congraciarse al país ganando unas reñidas elecciones. El primer sureño en el puesto en muchos años. Texas no gestaba mandatarios en dos décadas, desde que los deshielos severos marcaron a una nación atribulada por los cambios climáticos.
Thomas escudriñó huraño a los que le rodeaban. Toleraba a los bípedos como alcohol en una herida, duele pero es necesaria. En ocasiones se preguntaba si existía algún nivel de odio en su alma. No lo percibía como un sudor excretado, más bien como un punto muy profundo que por momentos le apuñala y lo sofoca. Tampoco es temor, un sentimiento que no conoce; fue diseñado para pelear, cada fibra de su ser fue entrenada con ese propósito, tanto como para pensar. Pero lo detesta, su lado científico y de cerebro brillante no daban cabida a instintos bestiales o destructivos, sin embargo el remordimiento seguía allí. Siente que no es el único en su especie, pero desconoce el paradero de otros como él, sobrevivientes de un holocausto inhumano.
Buscó una tienda de ropa, la marca era lo que menos le importaba, trataba siempre de encontrarla un tanto holgada para su fornido cuerpo, que encajara bien con la definición de un profesor universitario; por eso las gafas, aunque careciera de defecto físico visual, las utilizaba bajo un contexto conceptual. Un arquitecto de la facultad le explicó en una ocasión que la arquitectura era conceptual. La forma y la función implícitas en el diseño definían y expresaban el espacio. La envoltura de un museo no es la misma a un aeropuerto o centro comercial. Cada uno, visualmente, le debería transmitir su función: “parece museo, creo que es un centro comercial”. Y lo adoptó en su filosofía de vestido y comportamiento. Algunos le llamaban ermitaño y excéntrico; aunque cordial en su trato, evitaba cualquier contacto social en la medida de lo posible. Un correcto profesor universitario a su juicio conceptual.
Media cuadra recorrida y la encontró. Por cierto, era la famosa tienda de ropas “Cloth Center”, la cual le disgustaba hasta la saciedad por toda la propaganda mediática que provocaba. No tenía tiempo, aquí o broncearse antes de impartir su clase. Su fachada estereotipaba los anuncios de Broadway, más que un lugar de ventas parecía que entraba a un teatro antiguo. Se recordó del arquitecto y sonrió, o por lo menos el gesto así lo denotaba. Sus carcajadas siempre eran lo más parecido a una mueca. Nunca reía.
Los anuncios de las prendas colgaban como adornos navideños en aquel corto pasillo, coloridos, llamativos y brillantes. Un holograma de una mujer hermosa se le acercó y lo invitó a pasar. Entró a un enorme salón parecido a un centro de convenciones, con pequeños cubículos de vidrio que definían las secciones de ropa. No tuvo que recorrer mucho, casi en la entrada destacaba el rótulo de prendas de protección ambiental. Le encontró la lógica mercantil. En esa época del año, la más calurosa por encontrarse en pleno verano, las compras de esos productos se disparaban y en lugar de su habitual ubicación al centro de las tiendas, las colocaban al alcance, en este caso cerca de la entrada.
Para su suerte, ambos cubículos estaban vacíos, podía darse el lujo de escoger el mejor. Le gustaban los números pares y se metió en el dos.
—Bienvenido a sus tiendas Cloth Center, favor busque y escoja el estilo que más le guste.
La voz electrónica proveniente de otra mujer holográfica lo instaba a que buscara en el catálogo. Había cientos de diseños, definidos por marcas, material y sólo quedaba al final pedir el color. Cuando terminó, un enorme tubo de luz envolvió a Thomas y lo digitalizó en una pantalla frente a él. Le colocó el artículo pedido y la computadora determinó la medida necesaria para su cuerpo. Pudo ver en su imagen clonada que lo vestían hasta ajustar el protector a su cuerpo, luego la máquina le iluminaba el número de su talla en el visor.
—¿Le agrada lo que ha escogido? De ser así, favor confirme.
Apretó el botón de aceptado en el vidrio táctil, sólo añadiendo un número de talle más grande.
—Serán quince dólares más impuestos. Si desea añadir otro producto o pedir otra cantidad, favor de confirmar o aceptar este pedido.
No pidió nada más y la chica digital lo mandó directo a caja, que su producto lo estaría esperando. Le reiteró las gracias por su compra y le deseó buen viaje. Todo se apagó y sólo quedó el pequeño haz de luz azul que bajaba del cielo falso, el cual activaba el cubo al entrar las personas. Se dio media vuelta, salió y estaba a punto de dirigir sus pasos hacia la ventanilla cuando a su costado derecho penetró una mujer. Giró su cabeza en esa dirección por reflejo y reparó en ella.
No fue su hermoso cuerpo, ni el rostro angelical, ni siquiera el cabello ondulante hasta los hombros que captó su atención. Su mente se transportó veinte años en el tiempo, cuando recién cumplía la mayoría de edad.
Recorrió su cuerpo en un semblante distinto con el que miraba a las mujeres, se deleitó milímetro a milímetro, no con deseo, con algo que creyó perdido, que no existía ya en su ser: amor. A lo mejor no era eso, sino una simple nostalgia pensó. No podía ser ella, Lila estaba muerta, se la arrebataron hace mucho tiempo y era inadmisible, o lo engañaban sus ojos. Parecía su hermana gemela.
Pasó a su lado, sus pulmones se llenaron de su delicioso perfume y su olfato pudo degustar del olor de su piel. No, no era el mismo olor. Pero veinte años son muchos y los cuerpos cambian su fragancia con el tiempo. Ella se giró y le estampó una sonrisa, tímida, pero alegre, fresca y sincera.
Se quedó petrificado, todo se volvió en cámara lenta, aún sus pensamientos, quienes resolvían problemas cuánticos en cuestión de segundos, estaban aturdidos. Su actitud a tomar decisiones inmediatas se congeló. Parecía un chaval intentando hablarle a la chica de su vida por primera vez. De pronto la perdió de vista entre varias personas al centro del local. Suspiró y se dijo que era mejor así. Tal vez fantaseó, acaso cierto parecido activó alguna melancólica neurona y la confundió. Cuántas personas se asemejan en el mundo, o rasgos étnicos que generan ramas similares. Además, el mayor de todos los impedimentos: hasta donde pudo observar era humana, una bípeda y su Lila estaba muerta.
Regresó a sus pasos y se enfiló a pagar. Tres personas esperaban su turno en la fila. No tuvo otra que mesurar el deseo de salir de aquel lugar y equilibrar sus pensamientos. Se encontraba parado y con la mirada distraída en otros cubículos cuando percibió el olor a su espalda. Medroso de nuevo no se atrevía a girar.
Pero algo pasó. Al principio lo atribuyó al raro sentimiento que lo envolvía, pero el silbido era ofuscador, agudo. Como silbato de perro. Otro de sus atributos o maldiciones como les llamaba era percibir sonidos inaudibles para el humano normal, pero común para todos los Megabípedos como Thomas. Luego un silencio absoluto. Algo andaba mal.
El sonido de la explosión fue lo primero, ensordecedor, estridente, como un enorme gong chino golpeado por incontables almádanas. Por instinto, todos se taparon las orejas con las manos. Luego el golpe seco en la espalda de la onda expansiva, como patada de mula. Muchos se arrodillaron del dolor, otros se llevaron la mano a la espalda o trastabillaron varios pasos. Thomas no se movió, más sintió un leve ardor en su parte posterior. Dos segundos y vino la succión. El enorme edificio se tambaleó total y estridente, se resquebrajó pieza por pieza. Las personas eran arrastradas en la trayectoria de la absorción. Se resistían, pero los escombros los golpeaban. La fuerza era desmedida.
Thomas se volteó por instinto y la sujetó a tiempo por el brazo, el rostro de terror de ella hizo mella en su mente.
—No me sueltes por favor, te lo suplico- le dijo Tara Pickerman, mientras Thomas se perdía en sus recuerdos.
4 comentários
paigetoon
Professor PlusAdoro esse mundo futurístico que você criou – e a sinopse é muito intrigante! Uma abertura muito emocionante que me faz querer continuar a ler. Muito obrigado por enviar isso - estou ansioso para ouvir o que os outros pensam!
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kevinjeorge10
@paigetoon Caro professor, muito obrigado por seus comentários, muito bom e muito grato. Atenciosamente.
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kevinjeorge10
@paigetoon Muito obrigado também pelos seus ensinamentos, foi tão legal, como falar cara a cara. Vou continuar pegando os tópicos e revisando de tempos em tempos para atualizar muito conhecimento. O livro que ele nos recomendou de Blake Snyder "Save the cat", fabuloso. Embora seja para roteiristas, aplica-se muito à escrita de romances. Obrigado sério.
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kevinjeorge10
Olá professor, queria compartilhar com vocês que já tenho um romance na Amazon, não é esse, espero terminar no devido tempo, mas é um romance policial. Está em espanhol e estou muito feliz com isso e queria compartilhar essa alegria com vocês. Obrigado e cumprimentos.
https://www.amazon.com/dp/B0CGYVM8WS
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