Concepción Arenal, la escritora que se disfrazó de hombre para poder estudiar
Descubre la historia y lucha de la escritora y activista española Concepción Arenal
Muchas voces de extraordinarias mujeres a lo largo de la historia fueron oprimidas y silenciadas. Ese no fue el caso de Concepción Arenal Ponte (1820-1893), una experta en Derecho, pensadora, periodista, poetisa y autora dramática española que luchó contra los prejuicios de la sociedad en la que vivía y se hizo un hueco en su historia.
En un momento en el que las mujeres no tenían derecho a estudiar en la universidad, Concepción Arenal se convirtió no solo en una escritora de renombre en el realismo literario, sino también en una auténtica pionera del feminismo español e, incluso, del trabajo social. Con sus escritos y su activismo, promovió el cambio y el desarrollo social de la sociedad española, así como el derecho de la mujer a la educación Pero tuvo que hacerlo a escondidas, disfrazada de hombre. Descubre su historia a continuación.
Una infancia en un régimen opresor
El padre de Concepción Arenal, de familia noble, fue un militar de alto rango durante gran parte de su carrera. No obstante, su ideología liberal, opuesta al régimen absolutista de Fernando VII, hizo que fuera castigado y enviado a prisión en varias ocasiones. Esas estancias le enfermaron, y acabó muriendo en 1829, cuando Concepción tenía solo nueve años.
Esto la marcó profundamente, y es muy posible que el encarcelamiento y la muerte de su padre la impulsaran a centrar muchos de sus esfuerzos en el campo del activismo y gran parte de sus escritos en la condición de los presos en las cárceles del país.
La universidad es solo para hombres… ¿o no?
Concepción Arenal quería convertirse en abogada pero en ese momento a las mujeres no les estaba permitido estudiar la carrera de Derecho, por lo que no había abogadas.
Nada de eso frenó a Arenal que, a sus 21 años, decidió que ingresaría como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid fuera como fuera. ¿Su solución? Cortarse el pelo, vestir levita y sombrero y hacerse pasar por un hombre. Aunque al principio su engaño surtió efecto, su verdadera identidad acabó descubriéndose. La reacción de la universidad no se hizo esperar: decidieron ponerla a prueba con un examen. Y para sorpresa del rector y de todos los integrantes de la universidad, Arenal lo superó con creces. Ni siquiera una institución tan reacia a las mujeres pudo negarle su educación.
Gracias a ese examen, se permitió a Arenal seguir asistiendo a las clases. Eso sí, de forma diferente a sus compañeros masculinos: tenía que acudir a la universidad acompañada. Una vez allí, un bedel la escoltaba hasta un cuarto en el cual se quedaba sola hasta que el profesor de su siguiente clase la recogía y la acompañaba al aula, donde se sentaba separada de sus compañeros. Después de la clase, el profesor la acompañaba de nuevo al cuarto aislado, hasta que llegaba la clase siguiente. Lejos de disuadirla, esta experiencia la reafirmó más en su propósito.
Una carrera revolucionaria ensayo a ensayo
Desde sus inicios, Concepción Arenal fue una persona de ideas progresistas como su padre. Al principio de su trayectoria, participó en numerosas tertulias políticas y literarias disfrazada de hombre, y más adelante sus obras empezaron a hacerse eco de las injusticias sociales que la habían afectado a lo largo de su vida. En 1860 su ensayo La beneficencia, la filantropía y la caridad, que firmó con el nombre de su hijo de 10 años, obtuvo el premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas. Cuando se descubrió su verdadera identidad, el premio quedó suspendido porque premiar a una mujer era un auténtico escándalo. Después de mucho debate, los académicos no pudieron negar los méritos de la obra, y finalmente se la declaró ganadora.
El feminismo fue uno de los pilares de su obra. En La educación de la Mujer (1862) recalcaba que “es un error grave y de los más perjudiciales, inculcar a la mujer que su misión única es la de esposa y madre”, y que lo “que necesita la mujer es afirmar su personalidad (...) y persuadirse de que, soltera, casada o viuda, tiene derechos que cumplir, derechos que reclamar, dignidad que no depende de nadie, un trabajo que realizar”. Más tarde, en La mujer del porvenir (1869), Arenal criticaba el hecho de que las mujeres no tuvieran acceso a ciertos niveles educativos, y defendía la educación igualitaria para ellas . No solo la educación superior que ahora se les negaba, sino también la educación física “en oposición a una tradición que exalta la inmovilidad” del cuerpo femenino.
En 1891 en su ensayo El trabajo de las mujeres, denunció también la falta de preparación industrial de la mujer, que llevaba a las trabajadoras a incorporarse al mundo laboral con mucha más dificultad y con salarios más precarios que los hombres. A pesar de ser católica, el clero no estuvo exento de críticas en sus escritos: lo tildaba de “ignorante” por querer mantener a la mujer sin educación.
Activismo y trabajo social
A pesar de su obvio interés por los temas feministas, su carrera también tuvo otro foco: el del trabajo social en las cárceles. En 1863 Concepción Arenal recibió el cargo de visitadora de cárceles femeninas, un puesto que hasta ese momento solo ocupaban hombres. Irónicamente, fue destituida unos años más tarde por publicar el ensayo Cartas a los delincuentes en el que defendía una reforma del Código Penal. Su frase más célebre, "Odia el delito y compadece al delincuente", explica su percepción de los criminales como el problema de una sociedad represora.
El sistema penitenciario y otras causas como la esclavitud fueron algunos de los temas que trató esta activista de mil causas en sus ensayos (El reo, el pueblo y el verdugo o La ejecución de la pena de muerte, Estudios penitenciarios, El visitador del preso, La cuestión social, Oda a la esclavitud, etc.).
Su trabajo nunca se limitó solamente al papel: en 1872 fundó la Constructora Benéfica, dedicada a la construcción de casas baratas para obreros, y colaboró organizando la Cruz Roja del Socorro, para tratar a los heridos de las guerras carlistas.
Una mujer revolucionaria, antes y ahora
Aunque su obra incluye también ficción y poesía, como sus Fábulas en verso originales, es evidente que Concepción Arenal veía el mundo como un lugar lleno de injusticias contra las que podía luchar con pluma y papel, y dedicó toda su vida a ello.
Y, sobre todo, fue una mujer que no se contentó con conseguir el éxito personal que le facilitó una familia de renombre y una carrera universitaria, sino que dedicó su vida a allanar el camino para todas las mujeres que vendrían después. Continuó luchando y escribiendo por todas esas causas hasta su muerte en 1893. Su epitafio reza "A la virtud, a una vida, a la ciencia".
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