Oblivion
von Santiago Falconí @yagosant95
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Proyecto final
Sinopsis
Un profesor, viudo, regresa a su ciudad natal para escribir un libro que revelará la historia oculta de una familia y que puede costarle la vida. (26 palabras)
Pueblo chico, infierno grande.
Hace años que no veía los árboles que daban la bienvenida al pueblo. Todos parecían los mismos, sin envejecer un solo día. La última vez que los vio fue cuando, recién casado, tomó su vida y se la llevó a otra ciudad. Ahora regresaba igual, pero sin su esposa, más viejo, más solo.
“Claro, tiene que llover”, pensó al ver las primeras gotas de noviembre caer. “No recuerdo un día de sol aquí”, siguió pensando mientras entraba al pueblo. El no quería volver, pero la vida en la ciudad ya no era nada sin María Elena. Siempre trataba de convencerse que vender el departamento era lo mejor, aunque las paredes estuvieran llenas de recuerdos. Era mejor dejar todo eso atrás, porque todo dolía.
Vio alzarse su casa de la infancia, esa que dejó hace tantos años. De la puerta salió un hombre bien parecido, igual a él, pero más joven. Emilio aún no salía del auto y lo miraba, orgulloso del hombre frente a él. Su corte militar y su rostro redondo lo hizo pensar que, tal vez, fue muy duro con él en su juventud. El hombre abrió la puerta del auto y dijo: Hola Papá, ¿cómo estás? Emilio hizo lo primero que se le ocurrió, que fue abrazarlo. Su hijo le respondió con un abrazo seco, por compromiso. Cuando se separaron Emilio respondió: Bien hijo. Un viaje largo, pero bien.
Hubo un silencio.
“Qué bien Papá”, siguió el hombre. Emilio odiaba que le dijera papá. Prefería el diminutivo o que lo llamara por su nombre, pero solo veía en los ojos de su hijo un hastío, una molestia. Siempre que hablaba con otros le decía que era amigo de sus hijos, pero cualquiera que los viera con detenimiento sabría que, a pesar de ser padre e hijo, apenas sabían quién era la persona frente al otro. Tenía su cara, lo había visto crecer frente a sus ojos, pero el hombre frente a él era un desconocido.
El hijo le ayudó a bajar las cajas, los libros y todas las cosas que había tenido las fuerzas para conservar después de la venta del departamento. “Hay muy poco aquí. ¿Está seguro que es todo?” Si, respondió Emilio.
Ya en la casa Emilio preguntó por su otra hija. “¿Y tu hermana?”, preguntó. “No pudo venir. Viene más tarde”. Hubo algo amargo en sus palabras que sonó más a obligación que a verdad. Cuando todas las cajas ya estaban dentro de la casa el hijo de Emiliano se despidió. “¿Por qué te vas tan rápido Julián?”, reclamó Emiliano. “Tengo que ir a trabajar”, respondió Julián. Emiliano insistió que Julián se quedara, pero no lograba convencerlo. Dejó que pasara, a pesar que sentía una ira interior que quería dejar salir. Quería gritarle, reclamarle por su actitud, pero en ese momento las fuerzas no le daban para peleas.
“Bueno, Julián”, concluyó. Julián se acercó, abrazó a su padre y se fue sin mirar atrás.
La casa quedó sola y Emilio no podía soportar abrir las cajas, desarmarlas, sacar las cosas y ponerlas en algún lugar decente. Se limitó a dejarlas ahí, inmóviles, y tratar de olvidar lo que tenía dentro. Igual, la casa estaba ya ordenada con todo lo necesario para vivir. Claro, todo más viejo. Se detuvo, ahora no podía dejarse llevar por la nostalgia. Tenía que salir, respirar un poco antes de empezar a escribir.
Emilio no quería regresar, pero Alan, su amigo de la infancia, le había propuesto escribir un libro sobre la historia de su familia. La llamada fue corta, pero calurosa: “Oye, en el colegio te gustaba escribir. Siempre llevabas esa agenda donde escribías historias poniéndonos a todos de personajes. ¿Recuerdas cuando le regalaste tu agenda a Adriana?” Emilio no había recordado eso y sintió vergüenza de esa hazaña juvenil. “El otro día hablé con ella. Aún guarda esa libreta. Deberíamos reunirnos y leerla.” Emilio rió y pidió a todos los dioses que nunca sucediera. Alan siguió: “¿Qué te parece si escribes un libro sobre mi familia? Me gustaría tener algo así.” A Emilio no le molestaba la idea de escribir un libro. Había dejado esa vieja práctica mucho tiempo atrás y pensaba que ya estaba oxidado. Alan lo presionó porque sabía que podía hacerlo. Emilio aceptó entusiasmado. Parecía que su amigo trataba de hacer algo para quitarle la inmensa tristeza de la muerte de María Elena, pero era mejor que quedarse en el departamento vacío. Los dos compartían esa tristeza. Alan había perdido a su hija unos años atrás. Pidió transferencia en el trabajo y el departamento no tardó en venderse.
Al salir de la casa Emiliano decidió que no quería conducir. Caminaría hasta llegar a la casa de su amigo.
Los paseos no funcionan muy bien en las grandes ciudades. Entrar a un centro comercial es entrar a otro edificio lleno de vitrinas y luces blancas. No es lo mismo un parque, que una colina. Conducir es placentero, pero caminar hace algo en el cuerpo que le permite respirar. Emilio vio que el pueblo era pequeño, todo estaba cerca. Se paró en una esquina, sacó su libreta y escribió: “El parque sigue siendo igual. La gente sigue reuniéndose en sus bancas y charlan de la vida. Es curioso ver como la vida es diferente en dos lugares distintos.” El parque era el corazón de la ciudad. Emilio recordó las miles de veces que vino aquí para aprender a andar en bicicleta, para reunirse con sus amigos, para bañarse en la pileta en las fiestas de la ciudad. Una vez, Emilio y Alan, habían alzado en hombros a una chica para lanzarla a la pileta. A los dos les gustaba esa chica que ahora alzaban en brazos, los dos reían por la situación. Antes de llegar a la fuente Alan se detuvo. La chica lloraba y Alan se dejaba conmover. Emilio no. Él quería lanzarla a la pileta, ver su cuerpo contra el agua emocionado por las hormonas, por el reciente gusto por el sexo opuesto. Así que Emilio intentó continuar jalandola del brazo, Alan no lo siguió. Alan le pidió que se detenga mientras trataba de tranquilizar a la chica. Emilio se exaltó, pero antes de que pudiera hacer algo la chica se dio la vuelta y le dio una cachetada tan fuerte que todos los estudiantes que estaban cerca la oyeron. Alan se fue tras la chica.
Algo dentro de él lo pinchó. Era un recuerdo amargo, triste, pero ya era parte del pasado. Le hizo pensar que si no hubiera sido por eso Alan nunca hubiera conocido a su futura esposa, a la futura madre de su hija.
Siguió caminando. Tenía que subir cuesta arriba para llegar a la casa de Alan y comenzar a hablar del libro, de las cosas que escribiría. Le emocionaba escribir la historia, pero más le emocionaba saber la historia de su tío. Era un buen tema para un libro, pero, sobre todo, era algo que la familia de Alan se negaba a discutir. No hay más que cosas vagas sobre el asunto, rumores que el pueblo sabe y que solo han servido para calentar las bocas de los chismosos.
Emilio siempre envidió la vida de Alan. Su familia tenía dinero, dos edificios y departamentos en la capital. Emiliano nunca entendió por qué Alan decidió quedarse en el pueblo. Podía elegir cualquier lugar para vivir, dentro y fuera del país, pero, después de sus estudios en el exterior, decidió regresar por el funeral de su padre. Emiliano lo llamó la tarde del funeral. Por como hablaba Emiliano pensó que él no estaba triste, parecía aliviado. “No hay nada como un padre”, le dijo Emiliano, pero Alan dijo que la vida es así, que todo sigue sin remedio. Todo podía entenderse desde el dicho popular de que la tierra llama, pero Emiliano pensó que era por el dinero de su padre. Alan no era el único hijo, pero sí el primero y tenía que defender su derecho de primogénito. Pero regresando a los rumores: se decía que la familia de Alan había conseguido su fortuna por parte de un tío que hizo un trato con demonios. Todo una locura, pensó Emiliano mientras caminaba.

1 Kommentar
emily_barr
Lehrkraft PlusHerzlichen Glückwunsch! Das ist eine wirklich große Leistung.
Das Gefühl, dass Emilio in sein altes Zuhause zurückkehrt und von seinem Sohn lauwarm empfangen wird, ist wirklich lebendig. Ich habe mit ihm gefühlt, nach dem Tod seiner Frau und mit diesem Buch als seinem Ablenkungsprojekt. Die Geschichte, dass er und Alan das Mädchen ins Wasser werfen wollten, obwohl sie (in Emilios Fall) weinte, veränderte meine Sympathien ein wenig! Das war schockierend, was wirklich gut dazu beigetragen hat, dass ich mich fragte, ob ich ihm vertrauen oder ihn mögen sollte oder nicht.
Ihr Ende mit der plötzlichen Erwähnung der Dämonen ist eine völlige Überraschung. Ich fürchte um Emilio, während er mit seinen Nachforschungen beginnt. . .
Tolle Arbeit und vielen Dank, dass Sie an dem Kurs teilgenommen haben. Ich wünsche Ihnen viel Spaß und viel Spaß beim Schreiben, wenn Sie es fertig haben!
Emily
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