El reflejo
El reflejo
przez josephjord28 @josephjord28
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La puerta dio un chillido doloroso y se abrió con lentitud. La débil luz de un foco que se aferra a un cable roído alumbra con dificultad una amplia habitación vacía con un espejo enorme que cubre en su totalidad las longitudes del muro más distante. A través del reflejo me visualizo entrar, acercándome con paso dudoso, confuso, y una mirada de ignorancia angustiante. Llevaba mucho tiempo sin verme en uno. No soy fan de mi persona, a veces creo que ni siquiera soy lo que veo ahora. Al espejo no puedes engañarlo, sabe todos tus movimientos, adivina lo que piensas.
Extiendo un brazo y muevo la mano de ida y venida, frente mío pasa lo mismo. Ahora acaricio mi cabello, mi reflejo se estremece. Tengo tantas memorias borrosas en la cabeza que olvidé por un momento que corté mi rubio cabello hace unos pocos días. Desconozco por qué lo hice, no me gusta. No me reconozco. ¿Quién soy?
Mi gemela y yo negamos con la cabeza, pero hay algo en su rostro que no me brinda una brizna de tranquilidad. La comisura de sus labios parece inclinarse hacia arriba, solo un poco.
Mantengo mi postura, no dejo de verme un segundo.
Aunque me aterra la forma en que mi mente juega con mi visión. Empiezo a ver como mi rostro da la impresión de deformarse, se distorsiona. Mi cabello... algo ocurre con él. Frunzo el ceño y entrecierro los ojos. Si, es mi cabello, se está cayendo. El color se aleja de mí. Meso mi lacio desaliñado, me rasco, ¿Por qué me pica tanto?
En el aire flotan copos de caspa negra. Un sentimiento de aversión supersticiosa me atrapa. Compruebo que las yemas de mis dedos están manchadas, como si acabara de hacerme la manicura sin mucho cuidado. Me toco la mejilla, a la altura de mi cicatriz, y me arrepiento al instante de haberlo hecho. Mi piel se resquebraja. A mi alrededor, como si fuera mi propia aura, los restos se suspenden como cenizas. He quedado estupefacta un momento, no sé cuánto, tratando de comprender qué clase de morosa pesadilla me está apremiando. A medida que cada cabello ha ido cayendo ha brotado otro color en mi cabeza, el negro. Los vestigios de mi antigua cabellera que aún se alternan en mi cabeza tratan de sostenerse en vano, a mis pies se disemina el olvidado rubio.
En el piso ocurre algo.
Los cabellos también adoptan el siniestro color y se alargan. Se retuercen y se alargan, fluctúan en todas direcciones como sanguijuelas desproporcionadas. No puedo moverme, mi pecho se comprime y mis ojos giran asustados. Quiero irme.
Mi rostro se corrompe. De los agujeros que producen el desprendimiento de mi piel, se asoma una carne chamuscada, podrida, con grietas rojas como venas desbordantes de sangre. Ya no queda casi nada de mí. El espejo solo muestra a un demonio. Uno que le gusta esconderse en las profundidades de la débil conciencia. Uno que en los momentos más sensibles aparece y derrumba la frágil máscara vulpina que lo concibe.
La habitación está siendo envenenada por esas raíces imperfectas, grotescas. La forma en que se extienden provoca un espantoso sonido gelatinoso, supurante, se aglomeran cubriendo el piso y las paredes con una trama maligna, a excepción del pulcro e incontaminado espejo. El foco parpadea, poco a poco la oscuridad se adueña de todo. Tiemblo, mis piernas flaquean impacientes. Sin embargo, no puedo moverme, no mientras mi reflejo no quiera. Soy esclava de sus acciones. Mi gemela no está temblando... da la impresión de no reaccionar. Solo me mira, sin sentimiento, sin emoción, inmutable. Al fin, se dispone a moverse, hago lo mismo y corremos por todo el cuarto en busca de la puerta, la sala se ha convertido en las entrañas de algo abominable, perverso, depravado. En los espacios de la habitación dónde la urdimbre no se apodera, un rojo encarnecido, similar a las grietas malignas que se apoderan de mi rostro, palpita como un órgano agonizante. Corro por todos lados hasta agotarme, me apoyo sobre mis rodillas y respiro con dificultad. Veo mis brazos y piernas; no se han salvado de esta maldición.
Le doy la espalda al espejo, de reojo pude observar que mi yo del otro lado... ha vuelto a la postura inicial, sé que me está mirando, aviesamente. ¡Qué horror!
En su rostro se dibuja una sonrisa jocosa, con un gesto me incita a acercarme. Eso hago o ¿No lo estoy haciendo? Camino, pero hay una ajena sensación que me domina, es como si no fuera yo quién controla mis propios movimientos. Estoy frente a frente conmigo misma otra vez. Ya no parece un espejo, no logro distinguirlo, podría decir que son dos habitaciones gemelas. Voy a descubrirlo ahora mismo, me siento obligada a levantar uno de mis brazos, con la determinación de tocar a lo que antes era mi reflejo. Ella sonríe por el ansia, yo me aterro por el suplicio. Cierro los ojos con fuerza, mi brazo sigue elevándose a punto de descifrar mis terrores... es... es...
Es un espejo. Abro los ojos, me encuentro en una habitación pequeña donde solo cabe un mueble rectangular a mi lado, con ropa lustrosa arrumbada en un extremo, y un par de ganchos adosados donde cuelgan un par de abrigos. Y el espejo que ya no es gigantesco. Sigue siendo mucho más grande que los convencionales, pero más adaptado a la normalidad. Me veo como soy, ella soy. Con el rubio que muchos dicen que no me queda y la tez blanca que se enrojece tras 30 minutos bajo el sol. Acaricio mi mejilla, justo en mi cicatriz provocada por una travesura infantil, y no sucede nada, la picazón en mi cabello si está, es un efecto habitual al teñirlo tan seguido, al menos eso dijo la estilista. Es tolerable, dudo que tenga propiedades funestas. Estoy bien.
Detrás mío hay una cortina que no llega del todo al piso, y en el reflejo puedo ver una sombra asomándose. Llama en tono de búsqueda. Debe de ser la encargada del vestidor del centro comercial. Un pensamiento impreciso carcome mi mente. ¿Por qué pienso que la voz proviene de a través del espejo?
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