Life on Mars
por moshavaro2000 @moshavaro2000
- 699
- 8
- 1
Las estrellas y los planetas son un enigma para los terrícolas. Siempre se preguntaron cosas relacionadas a ello. Y lo estudiaron, lo estudiaron tanto, que una cosa llevo a la otra, y hace algunos años, enviaron colonias a otros planetas.
Mi nombre es Mar, de la tercera generación de habitantes y astro exploradores de Marte.
A mis padres les molesta que yo explore. No les gusta que yo salga a explorar la montaña, o el planeta en general.
Estoy fuera de una cueva que solo yo conozco, polvorienta, seca, oscura, y con un techo alto, muy alto. No recuerdo como la encontré, probablemente fue en una misión de los astro exploradores, pero me alegro de que nadie más se la haya apropiado antes. La cueva está relativamente cerca de la estación, pero nadie me va a encontrar aqui.
La vida en Marte es algo aburrida. Vivimos en una estación mediana en un planeta rojo y casi sin vida. Pero no todo es así, tenemos dos lunas geniales que podemos ver en la ventana, y muchas cosas que descubrir aun.
En mi espalda llevo la mochila, mi casco sobre la cabeza y en mis manos tengo una radio vieja, y siento el polvo rojo que lo cubre. Su color amarillento, desgastado, sus botones con relieves y ruedas, y la pantalla lisa. Los acaricio suavemente todos ellos, y sintonizo una estación de radio que reproduce una canción de cumpleaños de un famoso grupo de los años 60s.
Y entonces, recuerdo mi cumpleaños como si fuera ayer. Y recuerdo la suave y cremosa textura de un pastel de café que me encanta comer, la suave, y dulce textura del relleno de vainilla, el deseo de cumpleaños… Hasta que mi fantasía ve interrumpida por la acusadora voz de un chico que me mira en la entrada.
El joven, con miedo, me ordena que vaya con él.
Pero nadie me da órdenes en mi cueva.
El joven vuelve a repetir su oración, y me exige mi radio. Pero el radio es el único radio de Marte en su tipo, y es MIO. Así que lo apago y lo sostengo fuertemente, apretándolo contra mi pecho.
Pero vienen personas y el muchacho me mira aterrado. No solo vienen por mí, sino por él. Así que le invito a seguirme, ya que le castigaran si lo encuentran ahora. Y él, indeciso, me sigue.
Y me sigue cueva adentro. Mira todo a su alrededor, como si fuera su primera misión. Y me mira, me mira a mí, hasta que se detiene en seco. Y me pregunta si esto no es un plan de los exploradores.
Entonces yo rio. Y me volteo para verlo.
Y le digo que nadie hasta ahora sabia de la existencia de esta cueva a excepción de nosotros dos, y que, como es mi santuario, debe guardar mi secreto. También me presento. Y no me sorprendió que ya supiera mi nombre.
Me dice que es Leo del edificio 13, y ahora que ya lo identifico como uno de mis vecinos nos sentimos más en confianza.
Pero, continúan los pasos y las voces. Y yo, en un gesto rápido, decido tomar su mano y correr, correr en la oscuridad durante unos veinte minutos hasta que nos topamos con un objeto metálico, y a lado de ese objeto, un claro de luz solar que ilumina nuestros rostros.
Ahora, Leo sabe otro de mis secretos.
Enciendo la lámpara que traigo en mi mochila, y Leo me pregunta si la nave la construí yo sola. Le digo que sí. Entonces, me monto en ella, pongo el radio que ha estado apagado desde que Leo me sigue, en el asiento trasero, y le pregunto a Leo que si le gustaría venir conmigo.
Por primera vez, juro que pude ver que sus ojos azules brillaban. Leo es, ciertamente, un muchacho guapo. Tiene la apariencia con la que cualquier chica soñaría tener un novio.
Y yo asiento, y entonces el de un salto se monta a mi nave, que más bien es igual a un platillo alienígena.
Las voces y los pasos se oyen más cerca, y yo meto la llave para arrancar el motor.
Un par de ruidos.
Y un arranque.
Piso el acelerador a fondo, dejando así la atmósfera de Marte atrás en segundos. Leo no puede despegar los ojos de la ventana enorme, viendo como nuestro abandonamos el planeta
Y cuando consigo meter las coordenadas del puerto espacial en el enorme y colorido tablero, me giro a encender mi radio, en el cual se escucha interferencia.
Leo me pregunta, curioso, si mi radio la conseguí yo misma en la Tierra. Pero no lo conseguí yo, era de mi bisabuela.
Y Leo me mira con asombro.
Entonces, enciendo la radio y comienzo a buscar una estación de música. Encuentro una estación con una canción tranquila.
<< I'd give anything to hear
You say it one more time
That the universe was made
Just to be seen by my eyes >>
Puedo escuchar a Leo llorar. Leo ama mucho a su familia. Y pienso entonces que quizá su padre le quiso enseñar a descubrir la belleza de las estrellas que viven en su corazón, quiso que descubriera su luz.
Me pregunto, si nosotros somos capaces de ver nuestra propia luz. Si nos damos cuenta que nosotros somos las estrellas en el firmamento. Si nos observáramos como quien nos ama, nos daremos cuenta de las galaxias dentro de nosotros. Hay razones suficientes para amarnos a nosotros mismos.
Entonces le enseño a sintonizar en la radio a Leo.
Y vamos pasando por distintas estaciones, escuchamos canciones alegres y bailamos, y también reflexionamos con las canciones emotivas. Y me doy cuenta que Leo es, en realidad, muy valiente. Creo que solo él se aventuraría a un viaje interplanetario con una piloto primeriza. Y una mujer aparece en mi pantalla, nos identificamos, y al aterrizar cierro los ojos un segundo nada más.
Porque me doy cuenta que mi deseo de cumpleaños se hace realidad.
FIN
1 comentario
shaun_levin
Profesor Plus¡Hola! Una historia agradable de leer. Me gustan todas las conexiones de la historia: la conexión entre los dos personajes, la conexión entre los planetas y entre el presente y el pasado (la radio de su bisabuela). ¡Es bueno ver la radio del ejercicio anterior aparecer en la historia! Gracias por compartir tu proyecto, y espero que el curso te haya sido útil :) Un abrazo.
Ver original
Ocultar original
Entra o únete Gratis para comentar