Chincolito
por Sebastian Segura @fido_segura666
- 128
- 4
- 1
Pese a sus quince centímetros de alto, Chincolito era un pájaro valiente. Se había adaptado a la ciudad y a los peligros, no les temía a los humanos y le agradaba caminar sobre el gris asfalto capitalino, hurgar bajo las hojas otoñales, siempre vestido con su bufanda roja ceñida al cuello. Era valiente, pero no era tonto. Por eso observó durante un largo rato al gato panzón de la señora Tencha, que después de perseguir inútilmente a una paloma, quedó extenuado y se tendió sobre una silla a dormir. Era su momento.
Descendió del muro en un movimiento que no podría precisar si se trató de un salto o de un pequeño vuelo, y se abocó a la tarea de la tarde: buscar semillas o algún insecto escondido bajo la hojarasca que le sirviera de alimento. Con destreza tomaba las hojas con el pico y las movía de un lado a otro en busca de su platillo. Absorto en su faena, tomó una nueva hoja y giró su cabeza a la izquierda para seguir hurgando en el piso. En ese momento, sus tonos grises palidecieron aún más. ¡Se encontró frente a frente con su mayor enemigo! Un gorrión macho que lo observaba desafiante. Era uno de los grandes y, a diferencia de Chincolito - que era amable por naturaleza- los gorriones eran buscapleitos.
Se miraron apenas un momento, pero pareció una eternidad; ninguno de los pájaros se atrevía a realizar el primer movimiento; parecían dos vaqueros del lejano oeste que calculaban el momento preciso para sacar el arma. Ninguno de los dos se percató de que alguien los observaba.
El sonido del follaje los alertó de la embestida del gato de la señora Tencha. Se lanzó sin mucha agilidad sobre el gorrión y Chincolito, quienes alcanzaron a volar con tiempo de sobra. Al felino no le quedó más que observar el vuelo de las aves que atravesaban un cielo tan azul como la libertad.
Parecían chapotear un lago azul cubierto de nubes
´volaban tan cerca el uno del otro
Que parecía que sus cuerpos buscaban colisionar
Para fundirse en un pájaro mayor
Uno que infundiera respeto entre la carroña
Quien los mirase desde el suelo pensaría que eran dos amigos
Que querían compartir el cielo de la libertad azulada
Pero no. El gorrión le reclamaba a chincolito que el patio de la señora Tencha era su terruño, era de su propiedad, y que si lo veía hurgando nuevamente en su hojarasca, se iba a acordar de él. Por su parte chincolito, pensaba en como quitarse de encima la compañía irritante de aquel pajarraco infame, que creía en la propiedad privada.
De pronto observó que abajo, allá en el asfalto, unos niños jugaban futbol, y encontró la manera de librarse del gorrión, que ahora parecía una cotorra de tanto reclamar. Simplemente, el chincol bajó y se acercó a la canchita improvisada. Sabía que el gorrión se iría; muy citadino era, muy tengo el título de la propiedad sobre la Hojarasca de la señora Tencha, pero no sabía o, más bien, tenía pavor de estar cerca de los humanos. Se alejó maldiciendo en el acto.
Embelesado, chincolito seguía las alternativas del partido; la pelota lo imantaba, la miraba ir y venir de un arco a otro, celebraba los goles trinando canciones de estadio, que los niños no alcanzaban a oír.
En el equipo de los intelectuales, el chincol sin duda habría ocupado la misma camiseta que Juan Villoro o que Eduardo Galeano, futboleros por excelencia. En el otro equipo estaba Borges, quien decía que el futbol es popular porque la imbecilidad es popular. Seguramente el gorrión pertenecía al equipo amargo.
Tan concentrado estaba en el juego que bajó la guardia, cosa que ningún ser pequeño y débil debe hacer en este mundo. La pelota pareció una Genkidama de Goku y el pelotazo le sacudió el penacho.
Lo ultimo que vio en este mundo, fue la cara redonda de un niño pequeño, de ojos azul profundo, que tomó su escuálido cuerpo con sus manos y le susurró ¡resiste chincolito!

1 comentario
karenvilleda
Profesor PlusGran historia la de Chincolito.
Entra o únete Gratis para comentar