My project in Introduction to Narrative Writing course
por Juan Mantilla @jpmantil
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NO JUEGO DE NIÑOS
Si algún día desaparezco, espero que este manuscrito ayude a encontrar mi paradero.
En la mañana del 7 de abril, mi hija de 18 meses no quería ponerse el abrigo. Saltaba como una rana por el parqué del apartamento. Al tun-tun de cada alegre brinco, llegaba luego el tun-tun de los vecinos del piso inferior haciéndonos notar que nuestros pasos perturbaban. No era nada nuevo.
Después de un largo jugueteo logré abrigarla. Abrí la ventana para confirmar la temperatura antes de llevarla a la guardería. La noche anterior había llovido, el aire estaba fresco, las calles conservaban la humedad y aún vestían una capa corta de neblina. Pronosticaba un día inusual.
Al salir a la calle vi a una señora de edad parada en la puerta del edificio. Llevaba un vestido gris oscuro, similar al color del asfalto mojado. Me lanzó una mirada amarga. No recordaba haberla visto antes. Usualmente nadie se “posa” ahí sin oficio, y menos a esa hora. Sólo su presencia bastó para ponerme nervioso. Mi hija se quedó inmóvil al ver a la extraña mujer; como si un encantamiento la hubiera paralizado. Traté de pasar desapercibido empujando el coche erguido pero alerto y con apuro. Al llegar a la esquina miré hacia atrás y di un suspiro de alivio cuando su figura ya se había ido.
Continué empujando el coche en dirección a la estación de tren. La ciudad apestaba a humo de cigarrillo, pero con una sutil mezcla de aroma a café, o así parecía ser. Aceleré el paso para evadir la nube tóxica y bajé al subterráneo. Ya dentro del tren me di cuenta que la mujer estaba parada al otro extremo del vagón. Me sentí desorientado. Respiré profundo y traté inútilmente de evadir mis pensamientos y apostarle a la confusión. Dos estaciones más... Nos bajamos apresurados y cargué el coche cómo si fuera un costal de plumas. Salimos a la luz. Sin poder disimular, di un salto cuando la vi recostada en la baranda de la calle. Mi hija pensó que estaba imitando sus brinquitos juguetones. La acera era estrecha y no tuve más remedio que pasar a su lado. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, seguido de un ligero mareo. Era ella la que apestaba a cigarrillo y a un olor fétido, mezcla de tinto amargo con estiércol.
Coincidencia? Agotamiento? No, estaba lúcido. Ella tenía ciertamente la capacidad de aparecer y desaparecer como por arte de magia negra.
Como de costumbre, a las 6:30 de la mañana las calles estaban desoladas. Mi ritmo cardíaco latía a mil. Podía huir, pero era un hecho que ella se aparecería en mi camino; sin alcanzarme, sino esperándome en mi siguiente destino. Presentí no poder librarme de este tenebroso personaje. Aún así, correr era mi única posible salida.
Estaba a tres cuadras de la guardería. Los segundos ahora eran minutos. Ignoré los semáforos en rojo, rocé a varios transeúntes, torturé las ruedas del coche, no esquivé charcos, ni la caca de los perros. Mi único objetivo era llegar antes, y con suerte, no encontrarla. Me demoré tres minutos en vez de los siete usuales. Sin mirar atrás, sentí su presencia. Corrí a tomar el ascensor.
Presioné el botón y noté que la cabina móvil estaba en el quinto piso. Se detuvo el tiempo. Luego todo se accionó, pero en cámara lenta. Empezó a bajar el elevador. Sentí lentas gotas de sudor rodar por mi espalda. Mi respiración, corta y agitada. Ahora el ascensor se detuvo en el cuarto piso. Escuché los latidos de mi corazón y los pasos de alguien acercándose. Sabía que eran sus tacónes bajos, negros y punzantes. Los reconocí por su sonido aligerado y pronunciado. Se abrió la puerta. Me apresuré a entrar antes de que saliera la última persona, y presioné de inmediato el seis.
Me despedí de mi hija con un abrazo cariñoso pero relámpago. Temblaba todo mi ser. Podría llamar ahí a la policía, pero, ¿qué diría? Me hubiera gustado quedarme y ser un niño más. Que corriera el tiempo entre rondas y pinturas y asegurar que en el transcurso de las horas matutinas la vieja se desvanecería.
Ya sin el coche, bajé por las gradas en un par de patadas evitando a toda costa toparme con ella cara a cara. No la vi. Se fue. Se esfumó. Que alivio. Terminó mi pesadilla. Sentí por fin el cuerpo ligero y el alma en su sitio. Caminé con miedo pero ya respiraba. Inclusive, alcancé a apreciar como la mañana se tornaba en un día primaveral cálido y bello. Pero mi tranquilidad estaba contada. A pocos pasos de la guardería volví a ver al espanto. Me quedé paralizado. Percibí en ese instante que mi destino yacía en sus manos.
En ese momento llegaron Raquel y su hijo Timothy en un taxi. Corrí hacia ellos con el pretexto de ayudarla. Raquel me saludó con alegría pero cambió su rostro al notar pánico en el mío. Captó al instante que debía callar. Simplemente agradeció acentuando la cabeza y me fijó una mirada de preocupación. Le vociferé al taxista “arranque de inmediato!” Volteé la mirada varias veces a ver si aparecía la fémina de ojos agrios dentro del carro, pero no me atreví a mirar por el vidrio trasero.
Me bajé como una flecha, y al llegar a mi edificio trepé las escaleras. Entré a mi departamento como un ventarrón y azoté la puerta asegurándome que nadie se colara. Corrí al cuarto y sin quitarme las botas caí como escombro en el sofá.
Al instante escuché los reiterativos golpes de mis vecinos de abajo. Ya cansado de la quejadera por el ruido, especialmente en este día atroz, el elástico “paciencia” reventó. Bajé las gradas y toqué fuertemente la puerta de ese apartamento con la intención de rugir “¡múdense a una casa si les molesta el ruido!” Nadie abrió, solo escuché el mullido de un gato. Enseguida husmeé entre las rejillas de la ventana para saber qué tipo de calaña eran mis vecinos.
Y justo ahí estaba ella. La misma mujer, pero ahora con sus mechones largos de nieve sucia recogidos en un sombrero aún más afilado que sus zapatos. Estaba postrada en un sillón de forro gastado y deshilachado; hipnotizada frente a una caja eléctrica. En una mano lista la escoba para retumbar su techo, o sea mi piso, y en la otra un cigarrillo que relevaba para cambiar de canal y tomar tinto.
Ha pasado un mes y aún no la he vuelto a ver ni a escuchar. Ni un tun-tun con su palo mágico, pues nuestros pies a duras penas rozan la madera. Nuestra pequeña por ahora sólo juega afuera. Ya no tomo el ascensor, y sigo subiendo las escaleras como un mico. Pero de vez en cuando sí olfateo su esencia.
Les recuerdo, si algún día desaparezco, llegad al 3B.

3 comentarios
albertochimal
Profesor PlusHola juan Muchas gracias por entrar al curso y enhorabuena por completarlo. Espero que lo que discutimos en él les haya servido y continúe sirviéndoles.
Acabo de leer tu historia y te voy a dejar algunos comentarios. Como siempre digo en estos casos, aunque algunos de los comentarios no sean positivos o no se centren en lo que más te interesa de tu propio texto, por favor no los tomes a mal. Por favor considere que están hechos con la intención de ayudarlo a seguir mejorando su trabajo, y que en todo caso son opcionales. Puedes decidir qué es útil y qué no, de cualquier recomendación.
La primera observación que debo hacer es que encontré en tu texto ciertas frases y giros que me parecían muy cercanos a los del idioma inglés. Leí algunos de sus otros trabajos en el sitio y, al hacerlo, tuve la impresión de que usa principalmente inglés e hice un esfuerzo por escribir su proyecto para este curso en español. Es cierto, les agradezco, pero no era necesario que lo hicieran, porque el sitio de Domestika tiene un traductor automático que me permite obtener al menos la esencia de cada proyecto sin importar su idioma. En cualquier caso, ignoraré esos detalles en mis próximos comentarios.
Creo que lo que me parece más interesante de tu narración es que al final, cuando el protagonista descubre que la mujer que lo ha estado persiguiendo es su vecina, se abre la posibilidad de que lo que estamos leyendo no sea necesariamente una historia de terror sobrenatural, sino quizás la historia de un hombre paranoico o delirante. El texto no "revela" que los eventos no son sobrenaturales: simplemente insinúa una segunda interpretación posible para ellos, sin decir abiertamente que debemos creer en ella. Y eso es mucho más interesante que un conjunto de eventos con una sola interpretación posible. ¡Bravo!
Por otro lado, me parece que algunos elementos en torno al hilo principal de los eventos que estás contando son, por así decirlo, un poco sueltos. En particular, los personajes de Raquel, Timothy y la hija del protagonista terminan un poco olvidados al final, y por momentos parecían destinados a ser más importantes.
Para ayudarte a la hora de revisar tu trabajo, te recomiendo leer algunos de los cuentos clásicos con una trama incierta o sorprendente (de los cuales hay muchos en idioma inglés). Me gusta especialmente "The Lottery" de Shirley Jackson y "Where Her Fire Never Goes Out" de May Sinclair.
Una vez más, les agradezco y les deseo suerte y éxito en sus proyectos futuros.
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jpmantil
@albertochimal
Estimado maestro Chimal,
¡Mil gracias por sus comentarios! Realmente me alegra mucho tener sugerencias que me ayuden a mejorar mi escritura. Aunque vivo en Nueva York, mi primer lengua es el ingles, pero es muy posible que el ingles este influenciando la forma como escribo.
Aunque no pensé en la segunda forma de ver el final, me encanta que haya sido así. Como escritores imagino que no tenemos 100% el control de lo que el lector entiende o cree.
Me encantó tu curso, lo disfruté muchísimo, y hacer el proyecto final fue muy gratificante.
Muchas gracias por los comentarios!
albertochimal
Profesor Plus@jpmantil ¡Al contrario! Muchas gracias a ti.
Efectivamente, cuando escribimos no podemos controlar lo que piensa quien nos lee. Sólo podemos encaminarle, proponerle una ruta. Pero esa es la parte interesante del trabajo. :)
¡Saludos y suerte en tus proyectos!
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