Observando una pintura
Me desarrolle como un especialista de la coctelería, tras haber pasado la mayor parte de mi vida detrás de una barra sirviendo tragos.
He experimentado conversaciones que me han dado conocimiento suficiente para entender, los distintos comportamientos y razonamientos existentes de las personalidades humanas. A su vez, cada dialogo se transformaba en un mundo paralelo, en el cual yo sentía que lo miraba desde lejos como un dios. Mientras escuchaba me dejaba llevar al compás de la expresión, creando en mi mente todo el conflicto narrado por un otro. Reflexionaba pensando en cómo el hombre actúa de determinada manera y por qué. Me nutria de sus experiencias tomándolas como propias.
Ellos siempre buscaban una respuesta a su miseria, quieran entenderse en esa historia vivida, saber porque sucedió así y no de otro modo. La incertidumbre les pesaba tanto a tal punto de convertirse en seres frustrados, egoístas, culpables y miserables. Los hechos los desnaturalizaban por dentro, en su interior. Se pintaba el alma en distintos tonos de grises, opacando los pocos recuerdos placenteros y tranquilos. Así los notaba yo, esas almas estaban completamente asilados con la cercanía a algo liberador.
El que más frecuentaba el bar era un jugador desentendido, superfluo, mentiroso y desdichado, que de tanta desgracia no podía mantenerse de pie. Llevaba casi siempre consigo un bastón de madera muy llamativo, en su mango se destacaba oro tan reluciente que los ojos se te cegaban al verlo. La última gota de Whiskey de su séptimo vaso (por que siempre se tomaba siete vasos hasta que se hicieran las siente) la dejaba sin beber como diciéndome “no te pago, pero te dejo mi última gota y saldo la deuda”.
Últimamente me llamaba la atención, una mujer y un hombre que caían juntos a esas horas de la noche, en donde el silencio se manifestaba tan profundo y desafiante como cuando las personas se refugian en sueños. Se sentaban en sus respectivos lugares, ambas almas estaban en completo silencio, y eso era lo mas curioso de todo esto. No hablaban, ni se miraban, estaban absortos cada uno en sus pensamientos. Muchas veces quise romper su conexión, preguntándoles su pasar, pero no encontré el momento o capaz sentía que mi pregunta no daba lugar en su mundo misterioso. Quise inventarme muchos supuestos, una vez llegué a pensar la hipótesis de que, si eran dos personas las cuales no entendían lo que significaba el amor, y vagueaban por los callejones oscuros siendo la luna su única compañía. Capaz por debajo de ella, buscaban comprenderse y aceptarse, pero no sabían cómo. Entre ellos la vida había pasado muy lenta y dolorosa; el tiempo los había distanciado. Pensé lo distintos que eran uno del otro, con sus tiempos, en sus dudas, en esos miedos que les paraliza el pensar.
