Mi Proyecto del curso: Cuento Latte
Mi Proyecto del curso: Cuento Latte
van ntancredi1971 @ntancredi1971
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Latte
¿Qué es este lugar?
Se me abren y cierran los ojos al ritmo de unas gotas que están cayendo, no sé de dónde.
Es como si algo sin forma me envolviera entre sus tentáculos y hundiera en una nebulosa.
Al rato, subo: soy un globo de helio volando hacia una pálida luz de neón.
Fundido a negro.
Descubro que estoy acostado, en bata, un sudor frío en los pies.
Es una habitación, una habitación de hospital. Lo que gotea es la bolsa de suero.
Empiezo a recordar. Siempre disfruté, y tuve una gran habilidad para despejar misterios.
Ahora me enfrento al de mi propia memoria.
¿Qué me pasó? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?
Desde mi adolescencia ayudé a muchos otros a resolver sus misterios: investigaba las formas en que los habían engañado —estafas, infidelidades—, encontraba cualquier cosa o persona que buscaran. Mis colegas, esos que aman colgar diplomas en las paredes, bromeaban diciendo que era Erik Lönnrot. Nunca averigüe quien era, ni me importó. Lo que sí me importaba era la paga.
Sí, me pagaban muy bien.
Por un segundo, vuelve la nebulosa, la amenaza de la nada… Pero no, sigo consciente. Pálida luz.
Quizás, rememorar me ayude a mantenerme así.
Ya de adulto, me acostumbré a meditar sobre mis casos mientras giraba los hielos de mi Crown Royal Rye. Un policía amigo me contó sobre un crimen no resuelto. Se sospechaba de una o de varias mujeres. Desde el vamos, yo sentí que era más complejo que eso. Lo analicé, y terminé entregándome con pasión a ese extraño caso, cuyas circunstancias ahora no puedo recordar del todo. Resolví casi todos los casos. Fallé con la muerte un fiscal: me pidieron que no avanzara.
Pero mi carrera sí avanzó.
Nebulosa, nada. Pálida luz.
Respiro profundo. Hedor de hospital. La camilla golpea en el ascensor y el ruido va y viene en mi cabeza como un péndulo de Newton.
Recuerdo aquel crimen ya prescripto para la Policía, y que por años me rondó en la cabeza. Recuerdo que encontré a la asesina y la seguí hasta el Shopping de Avellaneda. La vi reuniéndose con otra mujer, y después las vi a las dos caminando juntas. Ella, la que yo perseguía, era rubia; la otra era pelirroja, de similar estatura y complexión. Por un momento, me parecieron hasta gemelas.
Apuré los pasos, no quería perderlas de vista. Fui a la cafetería cercana al cine, y la joven cajera me ofreció un café de vainilla lete o lote o no sé qué, insistía con enumerar variedades y estupideces. Sin voltear a mirarla, le dije que sólo quería un café negro. Quizás me estaba perdiendo de entablar conversación con una linda morocha, pero mi interés estaba en mi presa y en la otra mujer. Y no era exactamente un interés romántico.
Ella no se dio cuenta de que la seguía. Y recuerdo también —mientras me siguen arrastrando en esta camilla, y el recuerdo se mezcla con el presente y el presente se mezcla con los sueños— cuando me hice pasar por un cliente, y la vi por primera vez cara a cara. Supe que trabajaba de productora de seguros.
Pero, ahora, se borronea el recuerdo.
Nebulosa, nada. Pálida.
¿A qué me recuerda este ambiente, esta asepsia? Acaso al lugar aquel… No, pero aquello no era exactamente un hospital. Aquello era como un… laboratorio.
¿Qué fue lo que vi ahí?
Por algún motivo, mi mente me devuelve a las imágenes del Shopping. Las caras de mi perseguida y de la otra mujer, la cara de la cajera que vi de refilón.
¿Qué había de extraño en esas caras?
Recuerdo la cara de la otra mujer, de la acompañante. Me resultaba conocida. Y, mientras me tomaba el café, me vino a la cabeza una hipótesis descabellada que había circulado por ahí, una tan descabellada que varios colegas la habían pasado por alto y hasta se habían hasta reído a carcajadas. Pero yo pude relacionar el último crimen con otros anteriores, que habían pasado como muertes accidentales.
¿Qué relación encontré?
Terminé el café. Me paré, zigzagueé entre las mesas. Mientras me dirigía hacia esas mujeres, sentía que mi cuerpo se apagaba, como si me quedara sin batería. La cafetería se puso a girar, convirtiéndose en un carrousel de fotos oscuras.
Desperté en un hospital; la enfermera me contó, que me desmayé en una cafetería del shopping, que unas desconocidas me trajeron rápido al hospital y me estabilizaron, dijo que estuve tres días en coma farmacológico, infección en el cuerpo sin motivo aparente. Me van a abrir y manosear las achuras.
Nebulosa, nada.
Siento más frío. Quirófano, penumbras, me rodean sombras que parecen bailar. Hablan y me siento en un altar de sacrificio azteca. Boca arriba y nervioso, los sedantes comienzan a surtir efecto; tres sombras vienen hacia mí, luego de un instante se materializan las tres a mi costado. Las reconozco. Un escalofrío primigenio corre por mi espalda; mis labios tiemblan. Mi garganta traga una palabra que no sale, le ordeno a mi cuerpo huir y no me muevo … Sus ojos; despacio, apenas, cerca de mi cara se quitan el barbijo.
La cajera, la productora de seguros y la pelirroja.
Nebulosa …
Una lágrima cae de uno de mis ojos; no puedo parpadear, una de ellas se acerca, suave perfume y me susurra al oído:
- ¿Estaba rico el Latte? -dice la cajera – estuviste cerca y cuando te levantaste, parecía que te habías dado cuenta que todas éramos iguales, éramos las mismas y el porque de eso. No te importó lo que nos hicieron y sobre todo terminar con esa locura. Para que nadie sufra lo que nosotras vivimos. Lo único que te importo fue tu puta carrera detectivesca, una medalla más para vos y tu ego. Se acabó.
Dos de las sombras se alejan.
La cajera coloca la mascarilla en mi cara, asfixiando mi esperanza y la desesperación se hace carne en mí. Se acomoda el barbijo, transformándose en sombra, imagino su linda sonrisa y sus ojos reflejan triunfo.
Ya me acordé: clones, las hipótesis eran sobre clones. Un ejerci …
Nebulosa …
Noel Tancredi

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