Obra Maestra: Renace desde las sombras"
Obra Maestra
Renace desde las Sombras
Capítulo 1: La Noche del Despertar
A los 45 años, me encontraba en un punto de mi vida en el que nada parecía estar en su lugar. A pesar de haber construido una carrera profesional brillante, tener una familia unida y alcanzar ciertos éxitos, también había enfrentado numerosos “fracasos”. Estaba en un momento de celebración por haber cumplido uno de mis sueños: la publicación de mi primer artículo científico académico. Sin embargo, en medio de la alegría, sentía un profundo vacío.
Durante las últimas dos décadas, había dado vida a nueve empresas, de las cuales seis habían alcanzado su ciclo natural, otras quebraron y la última se encontraba estancada. En medio de un agotamiento mental, una relación de pareja distante y una fe tambaleante, acosada por el síndrome del impostor, mi salud comenzó a resquebrajarse. Después de más de diez días medicada y sin mejoría, me vi sumida en una noche de insomnio, sola en mi oficina en casa, doblada por un insoportable dolor en el vientre que me robaba el aliento y una profunda tristeza que inundaba mi ser.
La luz tenue del anochecer se filtraba a través de las cortinas, iluminando mi oficina en casa mientras me sumergía en mis recuerdos. Mi vida había sido una montaña rusa de éxitos y fracasos, de triunfos profesionales y luchas personales. Pero en ese momento, me encontraba en un punto de inflexión, enfrentando la oscuridad que amenazaba con consumirme. Estaba sola en la noche, rodeada por el silencio abrumador de mi propia angustia. El dolor físico y emocional me paralizaba, y me sentía perdida en un mar de incertidumbre.
El reloj marcaba las tres de la madrugada en Santa Cruz, Bolivia, y la casa estaba en un silencio sepulcral. La suave música instrumental, que solía ser mi refugio, ahora solo amplificaba la soledad. En mi oficina, dos escritorios llenos de papeles y libros eran testigos mudos de mis esfuerzos y fracasos. Un cuadro de mi familia sonriendo colgaba en la pared, al lado de una imagen de Jesús caminando sobre el agua, rodeado de sus discípulos, que me recordaba mi fe. En la esquina, un árbol genealógico dibujado con los valores de nuestra familia: Amor, libertad, autorresponsabilidad, confianza y respeto, y un escrito a mano que decía: "Yo sé algo de ti y es que tú nunca te rindes."
Pero esa noche, mi fe tambaleaba. Después de más de diez días medicada y sin mejoría, el agotamiento mental y el dolor físico se apoderaban de mí. Me retorcí en mi silla, doblada por un dolor insoportable en el vientre que parecía robarme el aliento. La tristeza y el vacío llenaban mi ser, y por primera vez en mucho tiempo, me sentí completamente sola. Fue entonces cuando una voz en mi interior susurró la verdad que había estado evitando durante tanto tiempo: “por qué lo niegas, tu padre se suicidó."
Las palabras resonaron en mi mente como un eco interminable, desatando una tormenta de preguntas. ¿Qué había hecho mal en mi vida para llegar a este punto? ¿Qué estaba pasando conmigo? ¿Cuál era el propósito detrás de todos estos desafíos? ¿Por qué mi padre había decidido aparecer en mis pensamientos precisamente ahora, después de 20 años de su partida? ¿Qué mensaje había detrás de su presencia en mi mente?
Llena de angustia y abrumada por la incertidumbre, busqué desesperadamente respuestas. ¿Qué significaba la aparición de mi padre en mi estado actual? ¿Había algo más que necesitara saber? ¿En quién debía convertirme para alcanzar mis sueños? ¿Por dónde empezar y qué más debía hacer? ¿Podía enfrentar esta crisis sola o necesitaba ayuda? ¿Existía algún manual para navegar por este doloroso laberinto? Demasiadas preguntas sin respuestas.
Fue como si un rayo de luz penetrara la oscuridad, revelando la verdad que había estado oculta durante tanto tiempo. Las palabras de mi padre resonaban en mi mente, recordándome la tragedia que había marcado mi vida desde hace décadas. En medio de la desesperación, encontré la determinación para enfrentar mis voces internas y buscar respuestas. Como nunca en mi vida, sentí quebrarse mi espíritu, las lágrimas inundaron mi rostro, estaba cayendo. En ese instante, una voz emergió diciéndome: - "Abraza quién tú eres"-, y mi corazón se llenó de determinación. Me levanté de mi silla y decidí que ya era suficiente. Era hora de dejar de huir de mi pasado y enfrentar la verdad de frente. Fue el comienzo de una lucha contra las sombras, un viaje a un mundo completamente desconocido por mí.
La sala con tres grandes ventanas que permitían la entrada de la luz de la luna parecía reflejar el caos en mi mente. Mi escritorio, habitualmente ordenado, estaba lleno de hojas con borradores, ideas y frases escritas a mano. En una de ellas, leí en voz baja: "pelea la buena batalla, haz la tarea." Esa frase, escrita con mi propia mano, me recordó que, a pesar de todo, siempre había encontrado la fuerza para seguir adelante.
Decidí levantarme y caminar hacia la esquina de la sala donde guardaba mis libros favoritos. Uno de ellos, con las tapas desgastadas por el uso, contenía citas de grandes líderes y pensadores que siempre me inspiraron. Lo abrí al azar y mis ojos se posaron en una cita de Steven Kotler: "Cuando el riesgo es un reto, el miedo se convierte en una brújula que literalmente señala la dirección que las personas deben seguir." Esa frase parecía hablarme directamente, ofreciéndome una nueva perspectiva. Sentí una oleada de claridad y determinación, como si esa cita hubiera despejado la niebla que cubría mi camino, que el miedo no era mi enemigo, sino una guía, un indicio de que algo estaba a punto de emerger.
En medio de mi confusión, una voz interna surgió desde lo más profundo de mi ser. Me planteó preguntas poderosas, desafiando mi identidad, mi propósito y mi responsabilidad en este mundo. Me recordó la grandeza y el potencial que yacían dormidos en mi interior, instándome a dejar de lamentarme por lo que otros no habían hecho por mí.
Miré alrededor de mi oficina que había sido testigo de tantos momentos cruciales en mi vida. Los recuerdos, las esperanzas y los sueños plasmados en las paredes y en los objetos que me rodeaban comenzaron a tomar un nuevo significado. Me levanté y me acerqué a la ventana, dejando que la luz de la luna iluminara mi rostro. Respiré hondo, sintiendo cómo la frescura de la noche llenaba mis pulmones y me daba un nuevo aliento.
Caminé hacia el cuadro de mi familia y lo sostuve entre mis manos. Miré las caras sonrientes de mi familia y me di cuenta de que, a pesar de las dificultades, siempre había tenido el apoyo y el amor de ellos. Sentí una oleada de gratitud y fortaleza. Sabía que no podía defraudarlos, que debía ser fuerte por ellos y por mí misma.
Volví a mi escritorio y tomé un cuaderno nuevo. Empecé a escribir con una claridad y una determinación que no había sentido en años. Cada palabra fluía con facilidad, como si una fuerza invisible guiara mi mano. Escribí sobre mis miedos, mis dudas y mis esperanzas. Escribí sobre mi padre y el impacto de su muerte en mi vida. Escribí sobre mis sueños y mi visión para el futuro.
Con cada palabra escrita, sentía cómo el peso en mi pecho se aligeraba. Recordé las enseñanzas de mi maestro de periodismo en la Universidad, Antonio Peredo, quien me dijo una vez: - "Si quieres aprender algo, escribe sobre ello"-. Esa noche, comencé a escribir no solo para aprender, sino para sanar y descubrir. Mis pensamientos se convirtieron en una confesión, una petición desesperada de auxilio y una resolución factible. Decidí que, a partir de ese momento, usaría mis fracasos como lecciones y mis desafíos como oportunidades para crecer. Comprendí que la lucha del héroe contra el mal no se libraba en el campo de batalla, sino en la mente y el corazón.
Esa noche, en la soledad de mi oficina, rodeada de recuerdos y símbolos de fe, encontré la fuerza para comenzar de nuevo. Y así, con determinación y esperanza, inicié el viaje para transformar mi historia en una obra maestra. Comprendí que enfrentar mis voces internas y contactar con mis propias fuerzas era dar el primer paso. Cada desafío, cada fracaso, era una oportunidad para aprender y crecer. Decidí que mi carrera profesional debía mejorar todas las áreas de mi vida. No más sacrificios desmedidos. Debía encontrar un equilibrio que me permitiera ser exitosa sin perder mi esencia. Era un salto temerario, pero necesario.
La luz tenue del amanecer comenzaba a asomarse por las ventanas, llenando la sala con un resplandor suave. El dolor en mi vientre se había calmado y sentía una paz nueva. Miré la última página que había escrito y supe que este era solo el comienzo. Aún quedaba mucho por enfrentar, pero ya no me sentía sola. Estaba lista para transformar mi vida y mi historia en una verdadera obra maestra.”
Quien escribe, es comunicadora
Ruth Cabero Arista
Correo: ruthcabero.rca@gmail.com
Cel. +59172102230
Santa Cruz, Bolivia

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