Cartas
de Elena González Leonardo @lenabaila
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El frío me despertó esa mañana. Como todas las de aquel gélido febrero. Mi "coqueto" piso de 35 metros cuadrados a las afueras de León, sin agua caliente ni calefacción, era un pequeño refrigerador donde reinaba el minimalismo; pocos muebles, poca comida, pocos recuerdos.
Eran las 6:13 A.M. y estaba nevando. Lo sabía por el pequeño montículo de nieve que se había formado bajo la ventana que tenía frente a la cama. Ventajas de no tener ventanas que cerraran bien.
Calenté en un pequeño cazo metálico agua, para lavarme la cara y preparar un café instantáneo, y unte en una rebanada de pan bimbo un poco de mantequilla. No tenía que vestirme porque ya tenía toda la ropa puesta, gorro y guantes incluidos.
Subí las escaleras y salí del edificio agarrándome a la barandilla y a todo lo que encontré a mi paso para atravesar la acera, que estaba cubierta por una capa de hielo, intentando no partirme la crisma.
- No te caigas Adrián, que es muy posible que mueras antes de que alguien se de cuenta que faltas.
Al llegar a la parada del autobús, descubrí que el día solo podía ir a mejor: "Línea suspendida por nieve", indicaba el estúpido cartel. Empecé a correr para llegar a tiempo al trabajo. Otro retraso y estoy en la calle.
Abrí la puerta de la oficina entre jadeos y al levantar mi mirada borrosa del agotamiento vi a mi jefe señalando el reloj de aquella pared amarilla que tanto odiaba.
- Las 7:05 Adrián. Esto te lo resto del sueldo.
- Pero señor Gutiérrez, es que el auto...
- ¡Que no me cuentes tu vida! Otro retraso y te vas a la calle. Si no te gusta el trabajo eres libre de irte cuando quieras.
Agache la cabeza y cogí mi carro lleno de correspondencia esperando a ser entregada.
Era un trabajo monótono, pero me gustaba. Ver la cara de felicidad de la gente cuando recibían una carta de un familiar, un regalo especial, un paquete sorpresa.
Quizás lo disfrutaba tanto porque tenía la esperanza de que algún día entre esas cartas, una, tuviera mi dirección. escrita. No recuerdo cuando fue la última vez que recibí una carta escrita a mano.
Desde que me fui de casa para empezar de 0, no había recibido ni una mísera postal de navidad, ni una felicitación de cumpleaños.
Fue un día especialmente duro. El frio me traspasaba los huesos y mi ruta discurría por calles sombrías que ayudaban a crear bloques de hielo en la calzada. Tras 6 horas y 11 km de caminata llegué al último domicilio del día. La casa de Marta. No era casualidad. Hacía 2 meses, 14 días y 2 horas que la entregué la primera carta.
Un 26 de Noviembre a las 11 A.M. Calle Martín Moro 45. Un día de mierda según recuerdo, que cambió cuando se abrió aquella puerta y tras ella, la mujer con los ojos más bonitos que jamás había visto. Tardé varios segundos en reaccionar hasta que pronuncie "Marta Senovilla". Desde entonces cada semana recibía al menos una carta.
Poco a poco nuestra conversación pasó de un "Firme aquí", "Muchas gracias", a contarme que recibía cartas de su padre, quién por cuestiones de trabajo, viajaba por todo el mundo y sólo se veían una o dos veces al año, pero seguían muy unidos.
Yo solo me atreví a decirle que vivía en un piso a las afueras, que me encantaba el sushi y que a pesar de llevar 3 años en la ciudad todavía no me acababa de acostumbrar a ella. Ni un "te apetece tomar un café" pese a morirme de ganas de pasar al menos unos minutos con ella. Maldito cobarde.
Pero hoy era el día, hoy iba a reunir el suficiente valor para invitarla a tomar algo; un café, que era para lo que daba mi presupuesto. Había ensayado durante toda la mañana la forma de soltárselo sin que pareciera muy directo y llegara a incomodarle. En voz baja, en voz alta, frente a las señales de tráfico... Creo que una anciana que paseaba frente a mi en el Paseo del Cauce, llegó a oírme, porque la vi alejarse mientras murmuraba "cada día hay más loco suelto".
Y ahí estaba. Frente a la puerta del número 42 de la calle Martín Moro. Temblando de frío y de nervios. Repitiendo las palabras en mi cabeza una y otra vez sin que acabaran de sonar del todo bien. Y por fin llamé.
No hubo respuesta. Insistí, pero sin ningún resultado.
En mi vuelta a casa no pare de repetirme lo estúpido que había sido. Maldije mi cobardía mientras me golpeaba la cabeza con la mano, lleno de frustración. Morirás solo, por idiota.
Al llegar a mi pequeño iglú, me asomé al buzón, gesto que hacía sistemáticamente cada día aunque nunca había nada más que alguna propaganda, y vi un sobre. Seguro que es el casero, que me quiere subir el alquiler, pensé.
Pero no. Una carta escrita a mano. La letra parecía de mujer.
Adrián espero que no te moleste pero pedí tu dirección en la oficina de correos. Necesitaba contarte algo.
Las cartas que me entregas cada pocos días no son de mi padre. Al menos las 7 últimas.
No es que reciba muchas visitas que digamos y desde hace varios meses nuestras charlas desde la puerta son lo mejor de mi semana. Por eso decidí escribir yo misma las cartas y enviarlas para que nos siguiéramos viendo.
No he tenido el valor de invitarte a pasar ningún día y me escondo tras estas palabras para decirte que me encantaría que quedásemos sin cartas de por medio. Entendería que no quisieras verme y que no te apetezca pasar tiempo con alguien pegado a una silla de ruedas pero si te apetece ya sabes donde encontrarme. Marta.
7 comentários
bcesped
Gosto da forma como descreve o ambiente, em cada detalhe e conta a história mesmo com todos os números que pode e conta tudo o que gosta e as suas reações ao que acontece.
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joseluisllugain
Final chocante e inesperado. Parabéns.
Não pare de escrever. Faça muito bem.
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maryalecardozzo
Que bela história :)
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sachi_anael
Nossa, que lindo! Amei essa história <3
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lucy_d1
Muito bonita!
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albertochimal
Professor PlusOlá Elena. Muito obrigado por entrar no curso e parabéns por concluí-lo. Espero que o que vimos tenha sido útil para você e continue a servi-lo.
Acabei de ler "Cartas" e vou deixar alguns comentários. Como sempre digo nesses casos, mesmo que alguns dos comentários não sejam positivos ou não enfoquem o que mais lhe interessa no seu próprio texto, não os leve a mal. Considere que são feitos com o intuito de ajudá-lo a continuar melhorando seu trabalho, e que em qualquer caso são opcionais. Você decide o que acha útil e o que não é, quanto é recomendado.
Não sei se você conhece um filme do início do século, Eterna radiância de uma mente sem memórias de Michel Gondry. O tom deles pode parecer interessante para você. Da mesma forma, recomendo esta história de Mayra Santos Febres.
Mais uma vez, agradeço e desejo sorte e sucesso em seus empreendimentos futuros.
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lenabaila
@albertochimal Muito obrigado pelos comentários e correções. Claro que não entendo mal, só faltaria. Muito bem com as anotações que você me marca. Vou manter isso em mente para histórias futuras.
Obrigado pelas recomendações. Eu os escrevo para ver e ler assim que puder.
Um abraço.
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