LA FOTO
de Angel Francisco Soler Cano @angelsoler
- 217
- 16
- 10
LA FOTO
Caminaba con prisa, como de costumbre. Por mucho que lo intentara siempre salía con el tiempo justo hacia la redacción. Llevaba el equipo fotográfico en una pequeña mochila de cuero, colgada al hombro, que no dejaba adivinar lo que contenía.
Vestía su habitual sudadera, tejanos y zapatillas deportivas. Los fotógrafos de prensa tenían que vestir con comodidad, en esta profesión nunca sabías cuando tendrías que moverte rápido, saltar o incluso salir corriendo.
Al llegar al final de la Avenida giró por la calle de La Cuesta, como siempre, y aunque todos los días se decía que no lo iba a hacer, una vez más no pudo reprimir el impulso.
Paró hacia la mitad de la calle, frente al número 12, un edificio destartalado con puntales en la fachada para que no se derrumbara, y un portal tan sombrío como hermoso, con una gran puerta abovedada de rejas de hierro y cristales que en otro tiempo fueron de color, pero que ahora presentaban un aspecto casi opaco. Al lado de la puerta un álamo al que le brillaban las hojas con las primeras luces del día, y en el interior una luz que seguramente proviniera de una claraboya, y que dejaba adivinar una escalera desvencijada.
Como todos los días se situó frente a la puerta, sacó la cámara e hizo una foto del viejo portal. Después volvió a guardar la cámara y siguió su camino preguntándose por qué demonios seguía haciéndolo.
Todo comenzó el primer día que llegó a esta ciudad. Tenía una entrevista de trabajo en el mayor periódico local y se dirigió hacia allí bastante nervioso. Había alquilado un pequeño piso que quedaba bastante cerca y decidió ir andando para calmarse un poco. El piso lo había alquilado antes de saber el resultado de la entrevista, porque le aceptaran o no, estaba decidido a quedarse en la ciudad y a buscarse la vida como fuera.
Al pasar por esa calle vio el portal, le pareció bellísimo y fue como un impulso, sacó la cámara e hizo una foto. La entrevista de trabajo fue genial, le dieron el puesto y durante los siguientes días cada vez que pasaba por delante de aquel portal, sentía la necesidad de hacerle de nuevo una foto.
Al principio pensó que lo hacía como una especie de ritual, un conjuro de la suerte, un amuleto, pero tras tener días buenos y malos, la idea de que aquello le daba buena suerte se borró definitivamente de su cabeza.
Sin embargo, seguía haciéndolo día tras día; pasar por esa calle, pararse y hacer la misma foto desde el mismo encuadre. De eso hacía ya seis meses, tenía aquel portal fotografiado en todas las circunstancias y a todas las horas del día, por la mañana, por la noche, nublado, soleado, lloviendo, una foto por día, solo una, que guardaba en una carpeta de su ordenador.
Hubo un tiempo en que pensó que se estaba volviendo un maniático y había intentado dejar de hacerlo, pero al final, de un modo u otro, había terminado delante del portal otra vez. Pensó incluso en comentarlo con un psicólogo, pero luego se decía que todos somos un poco paranoicos, que cada cual tiene sus manías.
Esa semana iba a venir a visitarle su padre, se sentía feliz. Hacía ya seis meses que no se veían, desde que se vino a la ciudad, aunque se llamaban prácticamente a diario.
Su padre vivía en un pueblo a unos doscientos kilómetros, el sitio donde él se había criado. Desde pequeño solo se tuvieron el uno al otro, su madre había fallecido muy joven, cuando él tenía solo unos pocos meses de vida.
Su padre lo crió solo, con la ayuda ocasional de una tía del pueblo, y de alguna vecina que venía a echarles una mano de vez en cuando en las tareas domésticas.
Había trabajado de cartero toda su vida, y hacía un par de años que se había jubilado. Ahora se dedicaba a cuidar un pequeño huerto y disfrutar de su vejez.
La verdad es que tenía muchas ganas de verle, su único dolor al venirse a la ciudad fue tener que separarse de él, pero su padre no quería irse del pueblo, y a él se le había quedado pequeño, quería vivir su propia vida.
Al día siguiente se levantó temprano para ir a recoger a su padre a la estación de autobuses. Había pedido el día de permiso en la redacción, pidió un taxi que le recogió en la puerta y se fue directo a la estación.
Cuando llegó el autocar, estaba ya nervioso, pensó si lo encontraría envejecido, pero su padre bajó jovial y sonriente como siempre, y se abrazaron con las ganas de la espera y del tiempo que había pasado desde la última vez.
Pasaron un día estupendo, primero dejaron el poco equipaje en casa y después se fueron a dar una vuelta y a enseñarle la redacción del periódico. Hablaron de montones de cosas, el padre le contó anécdotas del pueblo y él le explicó las historias que había vivido como reportero. Fueron a comer a un restaurante que había descubierto hacía poco, y tras el café volvieron para el apartamento dando un paseo.
Por el camino su padre comenzó a contarle algo que él no sabía, le extrañó que nunca le hubiera hablado de ello. Hacía muchos años, antes de irse al pueblo, habían vivido en la ciudad. Le dijo que fueron allí porque ese fue su primer destino como cartero, hasta que un par de años mas tarde le habían destinado al pueblo.
Mientras charlaban, los pasos les habían ido guiando, sin darse cuenta, hasta la calle de La Cuesta, y de pronto su padre exclamó, “-¡Aquí, en esta calle es donde vivíamos, justo en ese portal!”. Se quedaron parados, estaban frente al número 12, su portal.
No se lo podía creer.
Notó como le subía un escalofrío por la nuca y un zumbido en los oídos, acompañado de un mareo. Pensó que se iba a caer al suelo. Su padre seguía hablando pero él ya no oía nada, solo podía mirar hacia el portal intentando calmarse.
Cuando por fin consiguió recobrar en parte la calma se dio cuenta de que su padre había seguido hablando pero él no había escuchado nada. Se giró y lo vio, mirándole sonriente con una vieja foto en la mano que había sacado de una desgastada cartera.
Cogió la foto, estaba amarillenta y desgastada por los bordes. En la foto, exactamente con el mismo encuadre que él utilizaba todos los días, el portal aparecía rejuvenecido, sin los puntales que sujetaban la fachada. En la puerta, una mujer joven y guapa posaba mirando a la cámara, las manos descansando suavemente sobre la barriga, y en su rostro la sonrisa feliz de embarazada.
10 comentários
joseluisllugain
Esse toque mágico que você dá à história é muito bem feito.
Parabéns.
Visualizar original
Ocultar original
ana.l.l.bentz
Parabéns! Embora eu soubesse de antemão por que fotografar o lugar, li até o fim porque está relacionado de uma forma interessante.
Visualizar original
Ocultar original
angelsoler
Muito obrigado pelas suas palavras. É muito inspirador saber que minha história conseguiu chegar ao leitor. @joseluisllugain
Visualizar original
Ocultar original
angelsoler
Muito obrigado! Tentei ser o menos óbvio possível, mas é muito difícil para o leitor não imaginar que existe uma história escondida. Obrigado pelo seu comentário, isso me incentiva a melhorar minha narrativa no futuro. @ana_l_l_bentz
Visualizar original
Ocultar original
alidomso
Oi. Boa tarde. Muito bem escrito. A história foi muito divertida, prendeu minha atenção até o final. Eu sugeriria verificar a pontuação. Parece-me que alguns parágrafos estão relacionados, mas, no entanto, você os separa com um ponto final e isso pode cortar a sequência de leitura. É apenas um detalhe, mas acho que pode melhorar a forma.
Parabéns!!
Visualizar original
Ocultar original
angelsoler
Muito obrigado pelo seu conselho! Vou revisá-lo, acho que você pode estar certo e o formulário é importante para ajudar na compreensão da leitura. @alidomso
Visualizar original
Ocultar original
rebepersen
Muito boa história! É uma história que achei muito terna e encantadora. Eu estava pensando em vários motivos para aquele portal, mas nunca imaginei o fim que você deu a ele. Eu amei.
Como única observação, considero que em algumas partes do seu texto há pontos e seguidos e pontos e separados de mais; apenas uma vírgula seria o suficiente.
Parabéns pelo seu trabalho!
Visualizar original
Ocultar original
angelsoler
Muito obrigado! Estou feliz que você gostou e intrigou você. E obrigado pelas dicas.
@rebepersen
Visualizar original
Ocultar original
albertochimal
Professor PlusOi anjo. Muito obrigado por entrar no curso e parabéns por concluí-lo. Espero que o que vimos tenha sido útil para você e continue a servi-lo.
Acabei de ler "A foto" e vou deixar alguns comentários. Como sempre digo nesses casos, mesmo que alguns dos comentários não sejam positivos ou não enfoquem o que mais lhe interessa no seu próprio texto, não os leve a mal. Considere que eles são feitos com o intuito de ajudá-lo a continuar melhorando seu trabalho, e que em qualquer caso são opcionais. Você decide o que acha útil e o que não é, quanto é recomendado.
Fiquei, depois de ler sua história, pensando sobre este outro , de Paul Auster, que não sei se você conhece. Caso contrário, recomendo: ficará surpreendido com a forma como um motivo importante da sua história leva a um momento cativante semelhante ao seu, mas de uma forma totalmente diferente. Precisamos de histórias de bons sentimentos que não sejam sentimentais ou extravagantes, por isso vale a pena continuar a caminhar nessa linha proverbial. Uma história em que algo semelhante acontece, mas com um final muito diferente, é este outro , de Azorín.
Mais uma vez, agradeço e desejo sorte e sucesso em seus empreendimentos futuros.
Visualizar original
Ocultar original
angelsoler
Muito obrigado pelo seu comentário, Alberto.
Acima de tudo, agradeço-lhe por tê-lo analisado com tanta atenção e pelos conselhos que me deu, e me enche de alegria pensar que consegui esse equilíbrio de que você está falando, pois era uma das coisas que me preocupava quando apresentei a história, tornando-a muito óbvia e sendo cafona. Minha intenção era deixar o leitor com uma sensação um tanto aberta de mistério. Suas palavras me incentivam muito a continuar escrevendo, é algo muito bonito, que gosto de fazer, e seu comentário serve de motivação.
Saudações e obrigado.
@albertochimal
Visualizar original
Ocultar original
Faça login ou cadastre-se Gratuitamente para comentar