Un cuento inspirado en la luna llena
de Sandra Valent @svalent
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Habitaba en una extraña inmensidad oceánica, apacible y oscura. El diminuto ser ocupaba su tiempo dejándose mecer por aquellas aguas cálidas y explorando los límites de aquel reino seguro.
Se sentía conectado con la divinidad, que le susurraba su nombre en muchas ocasiones: “Ángela”.
Y entre sueños y juegos pasaba su existencia. Aquél era su preciado mundo.
El tiempo transcurrió hasta que, por algún motivo desconocido, aquel espacio hermoso se fue estrechando hasta casi asfixiarla.
Ángela ya no tenía espacio para moverse. Le era imposible cambiar de posición. De repente se abría ante ella un canal estrecho y todo indicaba que tenía que aventurarse a atravesarlo. Una fuerza natural la empujaba hacia fuera y la presión era tal que durante unos segundos se quedaba sin respiración. Sufría. Sin embargo, no se sentía preparada. Cómo reunir el coraje para soltar aquello conocido y lanzarse al abismo. Necesitaba más tiempo. La claustrofóbica incomodidad era en cierta manera aún soportable.
Así pasaron varias horas angustiosas en las que se sentía morir. En un momento determinado un monstruo metálico la tomó por la cabeza y empezó a arrastrarla hacia fuera. Esto es el fin, pensó. Se entregó a esa irremediable muerte.
Y nació.
Cortaron el cordón. Y la separaron de aquel paraíso para siempre.
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