Proyecto final: "MI INMINENTE MUERTE"

MI INMINENTE MUERTE

La muerte de Alanna Jones en uno de los barrios más peligrosos de la ciudad, conocido como Ghost, ha sido una de las más misteriosas entre los casos de homicidios inconclusos. Los titulares en primera plana de los periódicos, afirman datos inverosímiles, sin llegar a la verdad de los hechos. Solo han recogido información por parte de algunos valientes que habitan las deterioradas casas, y que aseguran que, a esas horas de la noche, nadie transita por las peligrosas calles de aquel barrio.
Pero lo que no saben, es que si existió un testigo que presencio todo lo ocurrido. Él o ella aún no se ha manifestado. ¿Por qué? la respuesta es muy simple: no puede.
Un viernes trece de octubre a las 06:30: Alanna salió de su casa hacia su trabajo, donde era una humilde sirvienta en la mansión de los Robinson. Esa mañana vestía una camisa de rayas y de manga larga, un pantalón color ocre, que le quedaba algo holgado para su complexión delgada. En su cabello llevaba una coleta alta, de la cual se les escapaba algunas mechas rubias y siempre en su joven rostro portaba las enormes gafas de marco cuadrado, las cuales no dejaban detallarla más allá de su simpática sonrisa.
En horas de la tarde Alanna Jones no hizo mucho, solo lo que una sirvienta hace en un día normal como: lavar platos, ropa, fregar pisos, cocinar, cuidar de los niños y las mascotas, siendo una lista demasiado larga. Consiguiendo aburrirme de tanto vigilarla, me dirigí al parque Shadow, a observar otros desdichados que no podían ver más allá de sus narices lo que verdaderamente sucedía, sin poder decirles y sin ser vista, me recosté en un árbol quedando dormida al instante.
De repente y sin saber cuántas horas me desconecte de la realidad. Sentí como una gélida brisa surcaba mi huesuda y pálida piel, colándose hacia lo más profundo de mi corazón, haciéndome estremecer, y eso solo significaba una sola cosa: alguien estaba próximo a morir.
Corriendo llegue a la mansión de los Robinson. Mirando a través de las ventanas buscándola, les pregunte algunos de mis amigos —los que atravesaban las paredes y puertas— por ella, estos me avisaron que ya se había ido. Así que, con pasos apresurados, me fui por las calles donde Alanna normalmente caminaba; sin embargo, no sentí su presencia. Preocupada empecé averiguar, hasta que la encontré en el barrio Ghost junto a un poste que iluminaba muy poco, ella se veía pálida, temblorosa, al acercarme más pude notar que su respiración era agitada y su cabello estaba desorganizado. Me escondí detrás de una pared que me proporcionaba sombra y desde allí la observé mejor.
No estaba sola, alguien la tenía acorralada, pude reparar del desconocido su ancha espalda y alta estatura, su camisa desgastada y rota, pantalones raídos y sucios. Se podía concluir sin ningún esfuerzo que era algún habitante de calle que, por su situación tan precaria, había optado por la delincuencia. Lo que si me llamo la atención fue que portaba en una de sus manos un filoso cuchillo y como este intimidaba a Alanna quien lloraba sin parar, agarrando con fuerza su bolso rojo.
Al no poder intervenir, me crucé de brazos esperando que el momento llegara para ya terminar mi jornada —pues la muerte no tiene la potestad para alterar el curso del destino, siendo para ella prohibido—. Pero al verla tan vulnerable y siendo consciente que ella ganaba muy poco, decidí eludir las normas en esta ocasión. Algo me decía que tenía que intervenir. En mi mente, vacía de recuerdos, llegaban imágenes borrosas dejándome algo mareada. Sin perder tiempo y ya recuperada, aminoré los pocos pasos que nos separaban.
En el momento que iba a posar mi mano en el hombro del ladrón para llevármelo a él en lugar de Alanna. Se escuchó como un grito desgarrador emanaba de la garganta de la mujer, alarmándome. Antes de que fuera consciente de lo que sucedía, vi como el ladrón corría con el bolso en la mano en dirección contraria de Alanna, quien caminada encogida, apoyada de las paredes dejando rastro de sangre a su paso.
Me quede Asombrada y confundida, pero viendo cómo se acababa el tiempo y con la firme idea que ella no moriría, la seguí. Alanna gracias a sus últimos esfuerzos, con pasos cortos y temblorosos llegó al final del barrio, y como si el destino de ella quisiera jugar en mi contra, Alanna se volteó mirando fijamente hacia un punto atrás de ella. Esta acción hizo que me detuviera, pues supe que ella ya me podía ver, solo los mortales pueden notar mi presencia cuando ya están por morir; aunque esta vez fue muy diferente, pues al igual que la chica, tenía mis ojos más abiertos de lo normal. Sentí por primera vez miedo. Adelante mío admire mí propio reflejo: la que estaba perdiendo su vitalidad era nada más y nada menos que yo. Pero el momento duro tan poco, que Alana con un sonido sordo se desplomo en la acera, sin vida.
Triste y sintiendo como unas desoladas lagrimas bajaban por mi desapacible rostro, acorté la distancia. Arrodillándome junto al cadáver, acaricie mis mejillas las cuales estaban aún cálidas, y sintiéndome impotente llore mi inminente muerte.

FIN.

Autora: Lisa María Palacios Gutiérrez