RGB. Transformación (2020)
par Irene Cruz @irenecruzfoto
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RGB nació en realidad antes de este extraño 2020, inspirado por impactos variados, ante una necesidad de cambio personal, espiritual y estético. De madurez como ser humano y como artista. Desde las ganas más genuinas de romper con la línea usual de mi obra, en definitiva, como reflejo natural del cambio de conciencia en mi vida que lleva aflorando desde 2018.
Allá por 2016 tuve la suerte de colaborar y aprender de uno de los maestros que me ha regalado la vida: el gran Víctor Alba. Amo su obra, su pintura. En su sencillez hay una compleja destreza, una inspiración mágica y una maravillosa persona. De esa unión, además de muchísimo aprendizaje, surgió “Symbiosis Naturae”, que se expuso por primera vez en la Sala C del CEART (comisariada por Noemí Méndez). Este mismo centro es el que acoge ahora en la Sala B el resultado de esta evolución bajo el título de “RGB” (y que comisaria Elvira Rilova). Creo que esta serie no podría entenderse sin este acontecimiento.
Desde que tengo uso de razón me ha interesado todo lo que sea arte.Arte es para mí el lenguaje que yo considero nativo. No ha sido a través de los idiomas: español, inglés o alemán, que he aprendido a expresarme, a contarme yo misma, sino a través de la fotografía, la pintura, el vídeo y el dibujo. Todos ellos, y cada uno, me han permitido enseñar y reflejar cuanto llevo dentro. Hace relativamente poco, que me he atrevido a traducirme y explicar con palabras aquello que expreso en imágenes.
Quizá mi necesidad de hablar tantos idiomas está en este “Anhelo” de aprender a comunicarme, de liberarme, de exteriorizarme y también de ser comprendida en la sociedad como los demás.
Este texto es un esfuerzo para darme a conocer de otra manera: nace de las emociones, las vivencias, las imágenes, la música, los símbolos y gestos a las palabras.
Y RGB no hace más que incidir en el concepto de la traducción. De la expresión libre a los convencionalismos del idioma, de los lenguajes del color, de las distintas disciplinas artísticas y de las estructuras que muchas veces impone el mercado del arte.
Antes de sumergirme en lo más hondo de “RGB” y profundizar en más detalles, me gustaría valerme de mi faceta de profesora por un momento, y explicar un poco el tema más técnico de la teoría del color, especialmente para quienes no estén familiarizados con ella, ya que es importante que se entienda el título, y la metáfora de los procesos.
Estas que expongo aquí, son las características de los dos idiomas cromáticos polares en los que navego, y que de una manera (creativa) estoy traduciendo y combinando en este proyecto:
El idioma que para mí es nativo (la síntesis aditiva, la luz, la fotografía) y el extranjero, que aprendo (la síntesis sustractiva, el pigmento, la pintura).
Cuando me refiero a la síntesis aditiva, hablo de la formación de los colores a través de la suma de diferentes luces en sus distintas longitudes de onda. Los colores primarios aditivos son: rojo, verde y azul (RGB). El concepto indicado hace referencia a la adición de color, considerando el blanco como la suma de toda luz en máxima proporción del espectro visible. La síntesis aditiva es la que se usa para la separación del color y gracias a ella podemos ser capaces de ver y reproducir los colores de las diferentes pantallas.
Por otro lado, cuando hablo de síntesis sustractiva, me refiero a la obtención de colores por mezclas de pigmentos. De hecho, se llama sustractiva porque al ir añadiendo colores pigmento, sustrae el color (todos juntos daría negro).
Los colores primarios de la síntesis sustractiva serán los colores complementarios de la síntesis aditiva.
Los colores sustractivos primarios (cian, magenta y amarillo) son los que se crean mediante la absorción de ciertas longitudes de ondas. Cuando la luz blanca toca un material o una superficie, los pigmentos de colores de esa superficie absorben todas las ondas de la luz excepto las de sus colores, que son reflejados y percibidos por el ojo.
Por ejemplo, un papel rojo absorbería todas las longitudes de ondas excepto las del color rojo, que sería enviada de nuevo a la atmósfera y percibida por la visión humana). La síntesis sustractiva, al ser de colores reflejados, necesita luz blanca para su creación. Si seguimos con el ejemplo, el papel rojo es rojo porque incide la luz sobre él, pero si apagamos la luz, desaparece el color y vemos negro, es decir, la ausencia de color. El blanco es el resultado de la reflexión de toda la luz. El papel blanco es blanco porque refleja toda la luz.
Y si estamos hablando del lenguaje, de la manera de ver el color, de la técnica. ¿Por qué me da la sensación de que está establecido que unas técnicas son más valoradas que otras? ¿Por qué a veces siento que la fotografía cuesta mucho más (de vender y de mover) en el mercado? Está claro que influye enormemente esta evolución tecnológica, internet que nos regala miles y millones de imágenes. Y lo que es “gratis” no se valora. Que las publicamos constantemente a través de las redes sociales. Yo sólo quiero darme a entender, expresarme, ayudándome de todas las herramientas o lenguajes que exploro. A decir verdad me incomoda mucho que me clasifiquen, porque eso implica siempre limitación, y es precisamente de eso de lo que quiero alejarme. ¿Pero soy más artista o menos porque emplee un idioma u otro? ¿Les ocurre lo mismo a los escritores que se expresan y crean en inglés o alemán o cualquier otra lengua?
A través de estas preguntas, se gestó la propuesta estética y conceptual de RGB. Quise desintegrar los límites de la fotografía y de la pintura, del video e incluso los de la música creando mis propias piezas sonoras. No sé realmente como clasificar toda esta explosión, y lo integraré bajo los socorridos “técnica- mixta”, “video-arte” e “imagenfija-arte”.
Para ello pinto con los colores aditivos, a través de pigmentos, que toda la vida nos han dicho que son sustractivos, y que si los juntas todos da negro. Y los mantengo en los más puros, rojos, verdes o azules. A veces directos del bote, cosa que a criterio de los expertos “no es recomendable”. A su vez, también pinté con luz las fotografías. Porque etimológicamente es lo que hago desde mi nombre también griego, como Irene, y como fotógrafa: φῶς (raíz φωτ-, phōs, «luz»), y γράφω (raíz γράφ-, graf, «rayar, dibujar, escribir»).
Escribir con luz, pintar con luz, re-pintar con pigmentos extranjeros para la fotografía, simulando otra nueva luz intrusa (RGB) pero sin su esencia, innovando y divirtiéndome con las texturas y en cada pincelada cuestionando y diluyendo los límites del arte encima de las instantáneas de tintas pigmentadas directamente en placas de aluminio.
Y voy más allá. Pinto con luz mis vídeos, con geles de colores rojos, verdes y azules. E incluso me atrevo yo misma a completar el audiovisual. Me refiero, sin pretensiones, a liberar mi talento oculto en forma de música, de piezas sonoras, que como mi padre, toco como si algo me poseyera, como un don divino, de oído. Y encaja bien. Mis composiciones low-fi, electrónicas, una vez más, de difícil clasificación, acompañan e interpretan a posteriori las imágenes, los movimientos libres de mis musos y musas que bailaron en su día sin sonido, sólo con la naturaleza, el Stimmung (estado de ánimo del ambiente) y el entorno.
Y yo los registro, a modo de traducción de quien son ellos a través de mi obra. Porque ellos son a través de esas primeras pinceladas explicativas que vagamente les doy del proyecto, y confían, y se despreocupan, y yo solo los interpreto. La energía de quien está delante de mi cámara es tan importante como la obra misma, ese momento íntimo que creo con ellos es lo que más me inspira y entusiasma. Ellos y ellas son las personas con las que he vivido el 2020, que han compartido conmigo mi vida personal de una manera emocional.
Compongo música, bajo títulos en el idioma más insólito, que nació con esa idea de universalidad: esperanto (“ruĝa, verda kaj blua”). Y lo hago sin apenas conocimientos técnicos, sólo por intuición, práctica, ensayo y error. Teniendo poca idea de su sistema escrito (solfeo), que siempre me resistí a aprender. Toco con loops (bucles), con sonidos que me bajo (legalmente) de internet, mezclándolos con otros que creo yo, como referencia a este caos de impactos, a este mundo de las infinitas posibilidades que no atendemos, al eterno retorno de las situaciones que se repiten, que nos hacen aprender y evolucionar.
Además, como parte de la exposición, de este proyecto, me ha parecido muy lógico incluir una video-instalación con absolutamente todas las historias de Instagram que han surgido a lo largo de la gestación y producción del proyecto. Recogiendo todo ese afán que tenemos con compartir todo lo que nos pasa (y toda la fuerza que me da que otros lo vean, ¿hay alguien que cree historias de Instagram para sí mismo? ¿hay alguien que cree arte sólo para sí mismo?). El lenguaje millennial de los que somos prácticamente nativos digitales lleva esto a su extremo. Y nos importa compartir. ¿Por qué no lo vamos a tratar como arte? Si al final el arte es la expresión, es la búsqueda, la intención, enseñar lo que hago, el boceto, no sólo la obra final. Ésta no es más que la obra que va a preceder al proyecto que se me ocurra a raíz de éste. Y así hasta que me muera. Porque crear es una absoluta necesidad, es para mí terapia, canalizar el exterior en el interior y el interior al exterior, el ciclo de mi vida.
Irene Cruz
Inclasifícame
Espero que este escrito lleno de intentos de emociones verbalizadas, no te quite la libertad de interpretar libremente mis obras y de hacer esta experiencia sólo tuya.
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