El Maravilloso Triste Cumpleaños de Daniel Rodalágrima
por Mario Salazar Astete @mlavagoz
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"El Maravilloso Triste Cumpleaños de Daniel Rodalágrima"
Capítulo 1: Tristeprólogo
¿Han asistido alguna vez a la celebración de un feliz cumpleaños?
Si es así, ya saben de qué se trata: hay adornos y globos de colores, golosinas y gorros cónicos, canciones y juegos divertidos; una apetitosa torta con velas encendidas, que el festejado apaga pidiendo sus íntimos deseos; luego todos los invitados cantan alegres el Feliz Cumpleaños y finaliza con el cumpleañero abriendo los regalos, mientras los invitados festejan como si fuera un gol cada obsequio, por ridículo y tacaño que sea.
Para celebrar un feliz cumpleaños debe existir un festejado. En eso estamos de acuerdo, pero se sorprenderán si les digo que también existen los «tristejados».
¿Pero qué es un tristejado?
Puedo decirles que es alguien que cumple años tristes y un montón de cosas más. Para mayor claridad, se los leeré desde el exclusivo y raro diccionario de «Palabras Inusuales que Nadie Nombra», publicado por la Universidad de Cosastinoplas.
Tristejado es el antónimo de festejado; una persona que se entristece y se victimiza en su cumpleaños; se frustra porque nadie lo llama para saludarlo, hace un drama de todo y escucha música cebollenta, de esas que parten el alma con un serrucho. Las palabras asociadas a tristejado son: tristeañero, tristewood, tristemanía, tristeversión, tristelandia, tristeaniversario, tristepedia, entre otros.
En el mundo es mucha la gente que cumple tristes años. Se les reconoce porque cerca de la fecha de su cumpleaños se ponen malhumorados y pensativos. De vez en cuando, les brillan los ojos y dejan escapar una lagrimita suicida, que resbala por la cara hasta llegar al mentón, donde cae al vacío lanzando un chillido atroz.
Si encuentras a alguien con esas características, no dudes en darle un fuerte abrazo, como a un amigo que no has visto en años. Deséale mejores tristes años, con la mejor carita de pena que puedas colocar. Lo ideal sería como las que usan los perros para conquistar el corazón humano, entre humilde y afligido. Pero no mucha, porque existe el peligro que le dé por adoptarte y de ahí, nadie te salva.
Y si en tu presupuesto mensual existe el ítem «Regalos no Previstos» no te olvides de hacerle uno. Como dato te diré que a los tristeañeros les encanta un set de pañuelos desechables, una novela romántica con final dramático, una agenda antigua llena de polvo que nadie quiso comprar o una cita en un lugar público donde lo dejes plantado. Seguro que cualquier regalo de estos te lo agradecerá llorando.
Pero como dice el popular dicho: «cada oveja con su pareja», los tristejados no están solos en el mundo. Existe un lugar especial donde lamentarse es bien visto, la tristeza es comprendida, el desánimo es premiado y hasta celebran los tristes años. Ese lugar es una ciudad llamada Amarga Negrura.
En Amarga Negrura la gente es huraña, amargada, triste y siempre anda apurada en llegar a algún lado. Allí llorar es como un deporte nacional, se festejan las fechas dramáticas y es mal visto que la gente sea feliz.
En esta ciudad vive el protagonista de esta historia; es un niño de ocho años y se llama Daniel Desolado Rodalágrima Quejumbrosa. Sin embargo, para fines prácticos, le diremos simplemente Daniel Rodalágrima.
Daniel era el más pequeño de los chicos llorones de su barrio, pero no se engañen por su altura e inocencia, era por lejos el más melancólico y llorón de todos. El niño se ponía triste por cualquier motivo, incluso si no lo había.
En invierno lloraba porque no llovía lo suficiente para inundar la ciudad, en otoño porque las hojas viejas de los árboles se negaban a jugar al «corre que te pillo», en primavera porque los cantos de los pájaros no cantaban rap y en verano porque hacía tanta calor, que no le permitía pasearse con su bufanda y gorro de lana preferidos.
Por lo expuesto y mucho más, Daniel era sin duda el campeón de los llorones y merecía que le celebraran su triste cumpleaños número nueve.
Para que un triste cumpleaños sea exitoso, es necesario tener unos padres que estén dispuestos a complacer al tristejado, y Daniel los tenía. Eran tan amables como despiadados, siempre buscaban la forma de hacer pasar un mal rato a cualquiera, y si ese alguien era su propio hijo, se asegurarían que ningún pizca de felicidad arruinaran sus planes. Cerca de la fecha del triste cumpleaños, enviaron una tarjeta de invitación:
«Daniel Rodalágrima te invita a su Triste Cumpleaños.
Te espero el 26 de mayo, en la casa de eventos El Oso Lloroso.
No faltes, la pasaremos muy tristes».
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