Yo
por Adriana Castillo García @adriana_castillo
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No sólo canto, también bailo en la ducha.
Pero no bailo en plan mal, no, no. Me marco unos bailes que ni Shakira retándose con Beyoncé en “Beautiful liar”. Es una maravillosa coreografía en la que los movimientos de brazos no son gratuitos, ¡qué va!, tienen una utilidad: coger el champú, eso sí, de la forma más mística; manejar la alcachofa de la ducha para aclararme la mascarilla, pero igual que Salma Hayek maneja la anaconda en “Abierto hasta el amanecer”; y cerrar el agua con una buena pose teatral.
Y es que ducharse es aburrido: te mojas, te enjabonas, te aclaras. Esto dura unos 11 minutos. En mi caso, 7, porque mi madre se volvía loca si gastaba más agua de la cuenta. Así que imagínate, 7 minutos que tienes que gastar a toda prisa cada día de tu vida en hacer algo que siempre va a ser igual (a no ser que inventen unos robots que cambien los azulejos de la ducha según el día y que te sirvan el gel en bandeja con diferentes estilismos según tus gustos).
Estoy completamente en contra de eso.
Siempre nos va a tocar hacer algunas cosas que son aburridas o que no nos gustan tanto. Ese es el problema principal: que no nos gustan tanto. Por eso, algunas cosas de las que hacemos, nos salen peor, porque las hacemos sin ganas. Y ¿sabes qué? Hay que inventarse algo para poder hacer las cosas que menos nos motivan con todas las ganas del mundo para que nos salgan mejor y que sean las mejores cosas que hacemos en el día.
Yo tengo un método. Una técnica que hace que incluso las tareas que menos me atraen, me interesen: añado algo que haga que las ame. Es así de sencillo. Añadir algo que convierta tu tediosa tarea en algo que despierte tus ganas de hacerla.
Y así es como soy yo. Cuando algo no me entusiasma, me encargo de que acabe haciéndolo, aunque siempre intento hacer cosas que me motiven y me encanten. Esta es la única forma de que, hagas lo que hagas, lo hagas bien.
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