El Biblioburro en Fotofija
por Andrés Sarria @andres_sarria
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En esta exposición fotográfica las adversidades económicas de La Gloria son visibles. Pero también es palpable en las miradas de los niños las ganas de aprender y leer, miradas que vieron la peor cara de nuestro país (Colombia).
Las fotografías no pretenden mostrar lo negativo y difícil que puede llegar a ser convivir con la pobreza y estar rodeados por la violencia, por el contrario, los colores de las fotografías reflejan la mirada de los niños y la del profesor Soriano con su paso de esperanza a través de los caminos de la enseñanza.
Estas fotografías no son más que un homenaje al profesor Luís Soriano y sus burros Alfa y Beto que, en un corregimiento perdido en el mapa y compuesto por una cantidad de casas que cabe en las manos, nos enseña lo que se puede hacer con amor al otro, con amor a uno mismo y con amor a la enseñanza.
La Gloria tiene su propia escuela, donde trabaja el profesor Soriano, pero no tiene biblioteca al igual que el resto de poblaciones que están cerca.
Todos los fines de semana, por fuera de su labor académica, acompañado por Alfa y Beto, sus burros; Soriano se despierta en horas de la madrugada mucho antes de que el sol caliente el caribe colombiano, para llevar conocimiento a los niños de las poblaciones aledañas. Monta en el lomo de los animales los libros que ha estado recolectando durante varios años y que le han donado. Esos libros de los que los niños carecen por incompetencias administrativas de un país.
Y emprende un viaje de varios kilómetros sobre uno de los burros mientras el otro carga los libros, al encuentro con esos niños que esperan las mágicas historias de las letras, para engullir los libros en medio del campo. El sol apenas se despereza estirando algunos rayos de luz.
Soriano le pide a la virgen que lo proteja, pues ya fue arrollado por un camión al cruzar la autopista que pasa por su pueblo cuando él se dirigía al encuentro con los niños, lo cual le ha dejado una cojera permanente. Pero ni esto le ha mitigado las ganas de seguir adelante con su labor.
Mientras tanto, los niños van llegando antes de la hora acordada, uno a uno al árbol, el punto de encuentro con los libros y Soriano.
Con mas de cuarenta grados centígrados a la sombra y luego de cruzar una peligrosa autopista, caminos pedregosos y evadir posibles encuentros con serpientes entre la maleza, el profesor Soriano llega al árbol donde los niños esperaban impacientes.
El ambiente cambia completamente, los niños inmersos en los libros dejan a un lado la pobreza de sus familias, la violencia y hasta el calor. La lectura se apodera de ellos.
Al terminar los niños ayudan a guardar nuevamente los libros para que Soriano regrese con Alfa y Beto, no sin antes pedir algún libro prestado o regresar el de la semana anterior. Sí, como en las bibliotecas que tienen paredes y silencios que llegan hasta los huesos.
Un fin de semana más un héroe ha hecho su tarea, ha llevado no solo libros a los niños, también esperanza y ganas de cambio.
El Biblioburro en Fotofija - 2007
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