María Antonia de Paz y Figueroa: Mama Antula
por Joaquin Camiletti @camilettijoaquin
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Este trabajo, me resulto muy interesante, ya que podía ver que se producía algo mas que un simple festejo. Es increible ser parte de un momento donde se siente esa energía (No siendo parte de la religión católica.) se lograba percibir ese "estado" buscando un milagro.
Dejare un poco de información de quien se trata a quien le están rindiendo honor, ya que es una mujer con una historia muy particular. Estoy en proceso de seguir haciendo mis investigaciones en la zona y seguir desarrollando este proyecto.
María Antonia de Paz y sus “beatas”
En 1760, en Santiago del Estero, María Antonia de Paz y Figueroa reunió a un grupo de chicas jóvenes que vivían en común, rezaban, ejercían la caridad y colaboraban con los padres jesuitas. En aquel entonces se las llamaba “beatas”; ahora se les dice laicas consagradas. Durante veinte años María Antonia estuvo al servicio de los padres jesuitas, asistiéndolos especialmente en las tareas auxiliares de los ejercicios espirituales.
Cuando se produjo la expulsión de los jesuitas en 1767, María Antonia pidió al mercedario fray Diego Toro que asumiera las tareas propias de la predicación y la confesión, mientras que ella se ocuparía con sus compañeras del alojamiento y las provisiones para continuar con los ejercicios espirituales. La amistad con los jesuitas la siguió manteniendo vía epistolar.
Viajaba caminando descalza
Tiempo después abandona Santiago del Estero para organizar ejercicios espirituales en Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca y La Rioja. “Mama Antula” —así empezaron a llamarla— era una mujer con un estilo muy peculiar. Los viajes los hacía caminando descalza y pidiendo limosnas. No quedan testimonios de cuántas veces preparó ejercicios en algunas ciudades, pero sólo en Tucumán se hicieron sesenta. A pesar de sus viajes por montañas, desiertos y parajes que desconocía, jamás sufrió percance alguno. En Catamarca padeció una enfermedad y fue desahuciada por el médico. “Me encomendé al Sagrado Corazón y me encontré curada pronto, sin ningún remedio”, aseguró. Una vez se rompió una costilla, en otra ocasión se dislocó un pie “pero fui curada una y otra vez por una mano invisible”, repetía.
En Córdoba y Buenos Aires
En menos de un año organizó en Córdoba ocho tandas de 200 y 300 personas. Y siempre conseguía las limosnas suficientes como para mantener a toda esa gente e incluso en ocasiones había un excedente que sería para ayudar a pobres y presos.
Pero en Buenos Aires no fue muy bien recibida. La trataron de loca, borracha, fanática y hasta de bruja. Los niños de las afueras de la ciudad al verla llegar con un mal apecto por el largo viaje comenzaron a apedrearla y abuchearla. El obispo mostró desconfianza y postergó la respuesta por nueve meses, mientras solicitaba informes sobre María Antonia. Luego no sólo le dio autorización sino que además se convirtió en un gran admirador y le dejó un nada despreciable legado.
Terminantemente opositor fue el virrey Vértiz, dada su antipatía visceral hacia todo lo que fuese jesuítico. En esa actitud firme permaneció por dos años y con poderes sobre el terreno religioso, le negó a María Antonia la autorización para organizar los ejercicios espirituales. Hubo un gran revuelo en ese entonces y solo se hablaba de ella, ya que realizaba los ejercicios de forma clandestina en casas alquiladas por el obispo a algunas familias concurrentes a la iglesia. Las personas cercanas a la nobleza comenzaron a concurrir a estos a escondidas y cuando se supo hubo un gran revuelo y Maria Antonia no pudo seguir ocultando esto. Había conseguido unos terrenos en las afueras de Buenos Aires, actual independencia 1190 por medio de donaciones.. Las promesas de un mejor trabajo en el centro de Buenos Aires junto con la fe que depositaban en Cristo gracias a la predicación de Maria Antonia habría sido el motor para el gran viaje que realizaron a pie. Al descubrirse oficialmente sus prácticas Maria Antonia se vio obligada a tener una reunión con el Virrey actual. Se llegó a un acuerdo donde ella accedió a ceder sus esclavos al Virrey y ponerlos a su servicio en su finca personal si este aceptaba las prácticas y le facilitaba mano de obra para la construcción de su sede religiosa.
Una que vez que esto se hizo oficial la gente de la nobleza y personas de alto poder económico y social que proliferaban en aquel entonces y que no tuvieron que ocultarse para concurrir a los ejercicios realizaron grandes donaciones a Maria Antonia para poder realizar la construcción de la actual casa de ejercicios espirituales en aquellos mismos terrenos de independencia al 1190.
En tanto, dos amigas suyas habían emprendido en Salta y Tucumán la organización de los ejercicios espirituales. Este hecho, unido a la trascendencia que cobraba esta práctica religiosa, la alentó a darle forma a su pequeño grupo de beatas, con una serie de pasos que comenzaron en un postulantado, la vestición del hábito, y la formulación de votos privados.
Tiempo después Madre Antula fue invitada desde la Banda Oriental (hoy Uruguay) para propagar los ejercicios espirituales.
Miles de ejercitantes porteños
Hacia 1788 escribió Ambrosio Funes una carta contando que en ocho años habrían hecho ejercicios espirituales unas setenta mil personas. Por eso proyectaba una casa dedicada especialmente a estas prácticas. Como respuesta obtuvo la donación de tres parcelas de terreno contiguas; la primera de ellas fue donada el 27 de noviembre de 1788, por Antonio Alberti y Juana Agustina Marín, padres del sacerdote Manuel Alberti, integrante de la Primera Junta; pocos días después dona el segundo lote don Pedro Pavón y Benedicta Ortega; y el 10 de diciembre don Alfonso Rodríguez y doña Francisca Jirado (sic) donan la tercera parcela.3Pero faltaba todo lo demás, de manera que inició nuevamente a solicitar ayuda y tuvo como apoderado en esta tarea a Cornelio Saavedra.
La práctica de los ejercicios espirituales pasó a convertirse en una de las actividades religiosas más prestigiosas de la vida porteña, y tanto los sectores de abolengo, como los de condición humilde encontraron en Mama Antula a la persona a quien encomendaban sus oraciones por diversas necesidades.
En 1784 el obispo de Buenos Aires, Sebastián Malvar y Pinto, enviaba una carta al Papa informándole que durante los cuatro años en los que se habían realizado los ejercicios espirituales en esa ciudad, habían pasado unas quince mil personas, sin que se les haya pedido “ni un dinero por diez días de su estadía y abundante manutención”.
La gravitación de María Antonia
En Roma, las cartas de María Antonia a sus amigos los jesuitas, después de ser traducidas al latín, francés, inglés y alemán, eran enviadas a distintas naciones, en particular a Rusia, único país que no había acatado el destierro de los jesuitas. Ciertos conventos franceses se habían reformado al leer sus cartas. La importancia asignada por el obispo de Buenos Aires a los ejercicios, lo llevó a disponer que “ningún seminarista se ordenase sin que primero la beata certificase la conducta con que se hubiesen portado en esos ejercicios”. Con lo cual se asignaba a María Antonia un papel significativo en la Iglesia porteña de ese entonces.
En una homilía celebrando la santidad del continente americano, el Papa Francisco ha dicho "Que en la comunión universal de los santos y, en especial, en la corona de los santos americanos, nos acompañe fray Junípero Serra e interceda por nosotros, junto a tantos otros santos y santas que se han distinguido con diversos carismas". Entre ellos y ellas, el Papa ha señalado particularmente los "Misioneros incansables como fray Francisco Solano, José de Anchieta, Alonso de Barzana, María Antonia de Paz y Figueroa, José Gabriel del Rosario Brochero".4
El retiro final
María Antonia sentía que le flaqueban las fuerzas. Contaba sesenta y nueve años y no pudo ver concluida su obra. Murió el 7 de marzo de 1799. Pero el grupo de mujeres que la acompañaba se convirtió en una pujante congregación religiosa en 1878, que hoy desarrolla sus tareas apostólicas en varias provincias. El corazón de la Madre Antula sigue palpitando en la Santa Casa de Ejercicios que se conserva en Buenos Aires como uno de los edificios más antiguos de la ciudad y atesora viejos recuerdos en forma de imágenes, muros, puertas y patios, que constituyen un patrimonio vivo de la historia argentina.
Un comentario
bepagopa
Me gusto mucho tu trabajo, hay algunas fotos que puedo destacar como mis favoritas de todo tu proyecto como la número 10 y la 12 (según el orden en que las colocaste), ya que, en éstas se puede notar mucho la pasión de la gente. No digo que el resto de personas no tengan pasión, lo que digo es que en estas fotos en especial lograste enfatizarla. Excelente.
Saludos desde México.
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