Fallar nadando, ¿o disfrutarlo? Proyecto Final escritura creativa.
por Diana Alvarado @escritorad
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Nunca pensé que mis hombros fuesen tan importantes, fui al médico unos días después de probar mi primera piscina olímpica. Fue frustrante ir y frustrante el veredicto: No puedes ejercitar los hombros al menos durante un mes.
Mi hombro derecho dolía cada vez más, me dolía incluso para escribir, ¿cómo escuchas esto de un escritor? Pero sí, aunque estaba asistiendo a terapias y seguía el tratamiento al pie de la letra, en vez de descanso sentía impotencia, en vez de mejora, sentía más dolor.
Busqué más respuestas, seguí las terapias hasta el final, también seguí mi corazonada y este fue mi veredicto: Estrés, mucha carga emocional.
Debido a esto escogí un nuevo tratamiento, algo que me devolvía al presente: volver a nadar. ¿Adivinarías lo que sucedió? El dolor desapareció; las trampas de la mente poseen una única salida, el autodescubrimiento.
Y entonces, nadar, ¡suspiro! Nadar me hace sentir como en casa, ahora que casa ya no es un lugar, nadar es mi hogar. Aquí está bien ser yo, está bien mejorar, está bien ir despacio, rápido, coordinada o a destiempo. Nadie más me ve, ni siquiera yo podría criticarme, mi única posibilidad se reduce a mi mayor expresión, fluir. Estoy ahí, soy, siento el agua y aunque a veces debo pensar para nadar, otras veces pienso mientras nado.
-¿Qué pasó con el gimnasio? -me pregunto, qué habrá pasado.
Lo único que entiendo es que éstas dos horas a la semana me llaman, las espero con ansias y olvido la ansiedad por el futuro cuando llegan. Nunca pensé que llegaría a este lugar conscientemente, el mar me encanta, las piscinas me atrapan, los riachuelos me hablan, los ríos me halan... sí, una gran parte de mí sabía que este era su nido y ahora que llegué, en vez de avanzar me quiero quedar a disfrutar.
Pero no siempre se sintió así, en mi adolescencia recuerdo no ser buena en las cosas que me gustaban, podía ser la mejor espectadora, la mejor comentarista, me sabía cada detalle, soy buena para los detalles, pero eso no era suficiente. Hacía falta algo más.
Necesitaba ser buena, se supone que este es mi lugar. Llegué con esa mente a la piscina, “debes ser la mejor, debes ser buena” y me concentré tanto en la meta que olvidé el proceso, un proceso al que casi no ingreso.
Y así, vale la pena recordar mi primera vez en esta piscina...
Llego al agua, creo que la conozco, ella me sonríe, pero su sonrisa es pícara, algo se trama. Ingreso al agua, lo hago de clavado, estoy confiada, este momento es mío y el agua otra vez sonríe, me susurra: no tan rápido.
Mi respiración, lo sé en cuanto vuelvo. Estar en ella es vida, pero ella siempre es más grande y sabia.
El salvavidas me aprueba, pero insiste en que debo disfrutar más el nado. ¿Quién viene a nadar lento y a disfrutar? Todos queremos ser los más rápidos, ¿no?
Lo intento, mi amigo a mi lado, el amigo que la pandemia y el agua me dejaron. Me ayuda, me explica, pero yo me quiero rendir. No soy tan buena y quizás la natación no es para mí, me quiero rendir.
Me lesiono, prohibido nadar. Quisiera decir que fue triste, pero dentro de mí lo necesito, es más fácil poner excusas que asumir verdades. Mes y medio, me harto, debo hacer algo y quiero nadar, mi amigo me acompaña.
Vuelvo y fallo, mi amigo dice que pronto podré, esta vez decido creerle y aferrarme a sus palabras o a mi amor por el agua, quizás ambas. Mi primera vez en la piscina se siente como una punzada en el corazón, ¿será que para esto tampoco seré suficiente?
Sin embargo, busco información, otra vez buscar mis propias preguntas parecen ser la solución; practico, practico, practico y lo consigo, una piscina, dos, diez. Una piscina, dos, veinte... trazo una meta, la consigo, 2000 metros, regalo de cumpleaños.
Dos meses. Han pasado 8 semanas desde que decidí no rendirme, desde que mi amor por el nado me hizo más fuerte mental y físicamente, aquí estoy, frente a ella, hoy, en mi gran día, nací hace un cuarto de siglo y qué mejor regalo.
Mis primeros 2km en natación, debo ser consciente y persistente. El objetivo es no parar, controlar la respiración y concentrarme en lo que lo que falta, no en el cansancio, no en el miedo, ni siquiera en el tiempo. Son 40 piscinas, 20 vueltas; creo que es mejor engañar a mi mente, primero diez, después cinco y luego otras cinco, aunque no pare, eso haré.
Mi respiración está estable, yo estoy mejor. No me he detenido entre piscinas, estoy sorprendida. El viernes apenas lo hice con tres y hoy llevo diez.
Sigo estable, me falta la mitad y estoy confiada, mi gloria está cerca, aunque también la siento en cada brazada. Uno, dos, respira, uno, dos, mi brazo, uno, dos, respira, uno, dos, qué buena técnica, uno, dos, el agua es vida.
Uno, dos, me faltan cinco. Uno, dos, ¿quién lo diría? Uno, dos, soy, uno, dos, lo logré.
Miro la hora, apenas 9.20 am, entré a las 8.10. También superé mi tiempo. Estoy feliz, la vida es bonita, feliz cumpleaños a mí, la nadadora, la escritora.
Fallar es parte del proceso, rendirse es opcional.

1 comentario
shaun_levin
Profesor Plus@escritorad Hola Diana, La escritura es clara y fluida, y refleja maravillosamente la sensación de estar en el agua, nadando de un lado a otro (línea tras línea, ¿no es un poco como moverse a lo largo de la página?). Me gusta cómo encuentra la cura para su dolor de hombro en el agua misma. Este verso es pura poesía: "Lo intento, mi amigo a mi lado, el amigo que la pandemia y el agua me dejó". Lo que me gusta es cómo te quedas en el agua, te quedas en la historia y realmente profundizas en lo que significa estar en el agua, lo que significa no dejar de nadar, fortalecerte.
También me gusta la imagen del amigo a tu lado y la ligera ambigüedad de que tal vez sea una persona real pero tal vez sea el agua o simplemente una versión más fuerte de uno mismo. Mi sugerencia sería tal vez explorar cómo es meterse al agua, ese primer contacto, si se sumerge o usa la escalera, y terminar saliendo del agua, secándose, tal vez charlando con alguien en los vestuarios. . Por otro lado, ¡también me gusta que la historia se quede en el agua! Una mano más fuerte de la natación es una ganancia para la escritura. Gracias por compartir tu historia con nosotros y por capturar esa emocionante sensación de nadar: "...mi gloria está cerca, aunque también la siento en cada brazada. Uno, dos, respira, uno, dos, mi brazo, uno, dos, respira, uno, dos, qué buena técnica, uno, dos, el agua es vida..." ¡Me dan ganas de ir directo a la piscina! ¡Un abrazo desde Madrid!
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