CONTRA MI MISMA "BORRADOR"
por Ca_hotica @hola_549628
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Quiero compartir con vosotros un trocito del borrador de mi primera novela. Aún no tiene título, de hecho le he puesto uno provisional para el proyecto. Espero que os guste.
PRÓLOGO
Pensamientos fugaces atraviesan mi mente desde la niñez intentando comprender si el problema era yo, si estaba en mi cabeza, o si en realidad era verdad todo aquello que veían mis ojos. Pero en el fondo lo sabía. Siempre lo he sabido, eran ellos. Que no me querían como se debe de querer a una hija.
No es que me gritaran, ni me agredieran, nada de eso, o no del todo. Era su indiferencia sumada a la perpetua rigidez y exigencia de la perfección, todo con palabras disfrazadas.
Aún no entiendo como a mi edad solo me vienen recuerdos de una infancia en los que solo sentía soledad. A ella solo la recuerdo paseando por las casas en las que vivimos atareada con el plumero, la aspiradora, o con un canuto en la mano tumbada en el sofá comiendo cualquier cosa que hubiera en la despensa. La recuerdo bebiendo cerveza, en casa y en el parque con sus amigos y un novio con cara desdibujada. Aunque son solo imágenes ensombrecidas sin ninguna nitidez, borradas por el trauma de una niña que solo quería olvidar.
La recuerdo diciéndome que le hiciera caso. "Haz caso a Antonio Lola", "si te dice que no vayas a la cocina, no vayas hija", "respétale hija, qué te cuesta". Cómo duelen esos ensombrecidos recuerdos.
Y ponerme a dieta, eso también lo recuerdo tan nítido como si lo hubiera vivido ayer mismo. Vivíamos a dieta año tras año. Siempre ella y yo. Puré y filete de pollo a la plancha para comer, sopa para cenar y pescado a la plancha. También ensaladas claro. Eso cuando se encontraba con ánimo de cuidar su silueta y quererse un poco. O que él la quisiera un poco más. En sus malos momentos ya se comían cosas que no eran especialmente sanas. Cereales para desayunar o galletas, y para merendar pan de leche con chocolate. En las noches de verano recuerdo que me enviaban al kiosco de la esquina a por helados, varias veces, para calmar su hambre mientras fumaban a saber qué. Se lo pasaban bien juntos, eso no lo voy a negar, ella era y sigue siendo feliz a su lado.
Aunque son todo recuerdos vagos que, como digo, mi niña interior siente la necesidad de olvidar. Sin embargo no lo consigue.
No recuerdo a mi hermano siendo un bebé, ni un niño. No me recuerdo a mí misma con él abrazándolo y queriéndolo. "Siempre has estado celosa de tu hermano", me lo han dicho toda la vida, aun siendo simples falacias para mi. Marcos era mi todo, lo quería con locura, aun lo sigo haciendo. En esta locura que llevo dentro.
Tan solo recuerdo a mi hermano desde su adolescencia, con trece o catorce años cumplidos. Cuando ocurrió algo que, para mí, creía que iba a pasar ya hacía tiempo. Mucho duró la buena vida de Maribel y Antonio. ¿O no?
Luché mucho para poder llegar alto, pero por desgracia acabé en un vacío absoluto en el cual me perdí en mí misma. Toqué fondo, quizá mi problema real es que permití que otros me metieran en un agujero que cavé yo misma, mientras quienes yo amaba manejaban mis manos como un títere mientras cavaba.
Me llamo Lola. Y he decidido contar mi historia, pues si no me arranco de mis adentros todo lo que llevo acumulado desde hace treinta años, al final acabará conmigo y con todo lo que he podido construir a pesar de la pena de vida que he llevado.
1.
Camino con el rumbo fijo, moviéndome entre las personas que aquí conviven conmigo y esquivándolos, con la cabeza gacha, creyendo así no ser vista, invisible. Cuando eres invisible pasas desapercibido por el resto de personas a tu alrededor y puedes ser tú mismo, tu y tu dolor caminando juntos de la mano, sin temor a ser juzgados. Es un sentimiento de liberación que no lo comprende quien no lo vive.
Me dirijo directamente hacia el estanque, uno de mis lugares favoritos de este hospicio. Hospicio, dudosa palabra para denominar a este lugar. Pero a fin de cuentas es un lugar que me acogerá durante un corto periodo de tiempo hasta que vuelva a casa.
El estanque tiene una pequeña cascada que se parece a uno de mis lugares preferidos del parque de El Retiro, donde solía ir a leer cuando el ánimo asomaba la patita. Esos días fueron bonitos.
En el estanque se encuentran casi todos los patos de lomo blanco, en este lugar casi todo es de un blanco enmohecido que me da escalofríos, aun me pone la piel de gallina caminar por los pasillos y las instalaciones.
Parece que es la hora del desayuno para los patos también, por desgracia, o no, mi apetito hoy voló como los mirlos que hoy revolotean alrededor del hospicio. El resto de los patos vagan por el frondoso prado verde que rodea el estanque. Me llama la atención ver a dos filas de ellos nadando y chapoteando, metiendo su medio y menudo cuerpo en busca de comida, lo que podrían ser la madre y sus crías, tendría que parecerme hermoso, pero lo cierto es que me da lo mismo en este momento. Ahora, solo busco mi escondite detrás de las dos rocas a las que soy asidua desde mi auto reclutamiento hará ya veinticuatro tediosos días, para comenzar el libro que me ha prestado el celador.
Interesante el celador. Aquí todos ellos visten bata, característica por tener el bolsillo del pecho cada uno de un color característico, el suyo es negro. Podría confundirse perfectamente con uno de los médicos que aquí ejercen, pero ya me lo presentaron el primer día en administración como “no se quien, tu celador, todo lo que necesites se lo puedes pedir a él”, y no se cuantas cosas más que ahora mismo no recuerdo del todo bien. A lo que yo respondí de forma automática “tengo TDAH, se me va a olvidar todo lo que me diga”, o algo similar pero con mejor educación por supuesto, pues educada soy, lo que no tengo es buena memoria, quería dejarlo claro lo antes posible.
Reviso que lo tengo todo. Bien, si, botella de agua, muy necesaria, y pareo que me trajo Gabriel, recuerdo de Tailandia, controlado. Es hermoso, aunque huele a rata muerta y tiene ya como doce años y a penas se ven los elefantes en blanquinegro, me encanta y lo sabe. Mi bata de seda dorada y negra tailandesa con motivos florales de doble cara, que también me trajo Gabriel, controlada. Gabriel, Gabriel, Gabriel. Deja de pensar Lola. Sigamos, bote con chuches de sandía recubiertas de azúcar picante, mis preferidas, controlado. Estas me las trae..., Gabriel. Me las trae Gabriel a kilos porque sabe que me encantan y como sabe que va a venir poco por aquí, aprovecha la ocasión.
Viene poco... me da cierta lástima, mejor ser sincera conmigo misma y clara. Lola, no le quieres ver, y cuando consientes aprovecha la ocasión, te trae todo lo que puede y le dejan para que no le olvides, para que recuerdes lo que has dejado fuera de este hospicio, todo lo que dejaste atrás. Para que no olvides que te... Para Lola, mejor no entrar en esos derroteros, sigamos con tu lista mental. Por último el libro del celador. Pobre, no recuerdo ni su nombre porque de aquí dentro no me interesa nada ni nadie. El libro en cuestión, Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez. No estoy del todo segura si el dichoso celador lo hizo con ironía por el nombre del autor, o es que en este lugar nos conocen muy bien, quizá demasiado para llevar tan poco tiempo, y el buen hombre sabe que es uno de mis libros favoritos.
El celador se ofreció a leerlo juntos por las tardes, al término de su turno, pero le fuí sincera y le respondí que a mi me gusta leer en soledad. A lo que respondió que "era un buen argumento por mi parte". Yo más bien lo llamaría excusa, pues en realidad la propuesta no me desencanta del todo.
Con todo colocado según mi ritual diario comienzo la lectura de hoy. No es que sea muy dada a rituales, más bien a rutinas, sin embargo a esta sencilla rutina me gusta llamarla ritual. Soy más bien una organizadora y desastrosa persona que lo deja todo a medio hacer para comenzar algo nuevo que inesperadamente se le ha ocurrido, y se desquicia posteriormente por ello por supuesto, por la incapacidad de organizar mis tareas por pequeñas y simples que sean. Para mi todo es complejo. Me pasa desde pequeña, desde que estudiaba en la escuela. Me pasaba en el instituto, en casa no era capaz de organizar las tareas de estudio o los esquemas que preparaba para el estudio.
Tampoco soy capaz de centrarme en una conversación con una sola persona. Yo lo explico de una manera muy simple: mi cerebro funciona con unos veinte segundos de retardo, de manera que mientras mi interlocutor habla mi cerebro está centrado en tratar de comprender la frase que este ha dicho. Y la persona en cuestión continúa hablando, debido a lo cual pierdo media conversación. Y gracias al trastorno por déficit de atención, lo poco que recuerdo de lo mencionado en dicha conversación, se me olvida la mitad del contenido. Imaginaos cuando hay varios interlocutores. El dolor de cabeza es insoportable.
Luego están lo que yo llamo “hilos mentales”. Estos hilos que tengo en mi cabeza me hacen desviarme de la conversación que mantengo en ese momento con la persona o personas en cuestión. Puede de repente aparecer un jilguero con su cabecita de color parecido a un rojo bermellón precioso, o recordar de repente que tengo que ordenar la librería pues he adquirido tres libros nuevos muy entusiasmada. A la vez puedo estar pensando en alguna tragicomedia familiar pasada, muy pasada, perfectamente podría haber ocurrido dos o tres décadas atrás. Lo cierto es que tengo cierta facilidad para recordar los hechos malos acontecidos en mi vida. Dicen que “agua pasada no mueve molino” . Quisiera contarle al inventor de ese refrán que para mí el presente me parece incluso más horrible de lo que ya he vivido. No paro de oír mis propias voces en mi cabeza.
Todos estos hilos se entrelazan en mi cabeza mientras mantengo una conversación interesante con, por ejemplo, mi tutor en un curso que me haya inscrito, o con la panadera que atiende en la esquina del barrio en el que vivo. Ahora mismo tengo dos hilos mientras escribo estas palabras. Pido disculpas por ello, por no poder centrarme al cien por ciento en lo que hago, y para ser totalmente franca, tampoco en las palabras que me nacen.
Mi cabeza va por libre mientras que mi cuerpo anda a la deriva, así me siento en estos momentos.
Cómo habría cambiado mi infancia si se hubieran dado cuenta de que tengo TDAH, con H de hiperactividad sí. Me enteré hace apenas unos meses. A mis treinta y siete años me dicen que tengo TDAH.
Seré sincera, pues la sospecha de que me pasaba algo siempre la he tenido, desde bien pequeña me he sentido diferente a los demás.
Como ya os habréis dado cuenta a estas alturas de mi corto paso por aquí, soy una persona bastante locuaz, llamémosle de fácil palabra o parlanchina. Siempre me ocurre lo mismo, es algo inevitable. No confío en las personas, las personas son malas, no confiéis en ellas. Siempre acaban por decepcionarnos y hacernos daño. Pero no puedo evitar hablar con ellas. Para alguien como era yo, que lo entregaba todo, que se obsesiona con el bien ajeno y en que ese otro no tenga sufrimiento alguno, siempre termino por sufrir. Me pregunto a menudo el porqué de mi paso por esta insignificante y lánguida vida.
Pero aprendí, llegó un punto en mi historia, no puedo ahora mismo decir cual fue, no siento la fuerza en este momento. Pero pasó. Me desencantó la vida y me cansé de tratar de explicarle al mundo mi punto de vista y mi forma de pensar. Estaba agotada de reconocer en los demás que lo que era evidente para mí, para el resto no lo era tanto. Me cansé de no defenderme. De defenderme después y siempre recibir objeciones por ello. De justificar mis acciones. De estar obligada a callar desde bien pequeña por el absoluto egoísmo de ellos. Ellos.
Lo que me llevó a callar y actuar como un mimo ante la sociedad. Esa es la nueva Lola.
¿La nueva Lola? Eres idiota. Has vuelto a tener diez años, eso es lo que te ha pasado. Empieza a leer anda, llevas demasiado tiempo divagando, ya son casi las doce y media. Lo que te faltaba Lolita, hablar contigo misma en voz alta. (Aunque estando donde estás…)
- Lo haces más a menudo de lo que crees.
- ¿Tu por aquí?, por qué será que no me extraña. ¿Por eso supiste lo del libro? ¿Por mis divagaciones en voz alta?. ¿No me estarás rondando celador?.
- Ja ja ja ja. ¿Ese libro? ¿Tú qué crees Lola?.
- Creo que eres un poco entrometido.
- Ja ja ja ja.
- ¿Puedo ayudarte en algo?
- Yo venia a hacerte exactamente la misma pregunta.
- Estoy bien, gracias celador.
- Ja ja ja ja. Mmmmmm Bueno, simplemente venía a avisarte de que se acerca la hora de la comida, por si tenias ya hambre. Si no te das prisa te quedarás con los restos, y no te lo aconsejo.
- Gracias, pero no tengo hambre.
- Si, me di cuenta.
- ¿También vigilas lo que como celador?
- Bueno, es parte de mi trabajo, sí.
- ¿Vigilarme?.
- No mujer. ¿Por qué piensas eso de mi Lola?
- Celador, la verdad es que me has cogido en una parte muy interesante de la novela. Te agradezco que te intereses por mí y mi apetito. No te lo tomes a mal, pero las personas no se me dan muy bien, y conversar aún menos. Mmmmmm, seamos claros desde un principio, hoy es mi día número veinticuatro aquí dentro y me gustaría estar sola. No tengo hambre, gracias por tu interés, de verdad que te lo agradezco. Quizá otro día si me coges de mejor humor podamos charlar un poco, ¿te parece?.
- Para dársete mal conversar, ahora mismo te has marcado un monólogo Lola. Ja ja ja ja. Sólo déjame darte una recomendación, de forma gratuita, luego tu puedes hacer con ella lo que quieras. Deséchala para siempre, guárdala en un cajón para más tarde o, si te apetece y solo si te apetece, aprovéchala.
- Mmmmmm, de acuerdo dime.
- Te recomiendo que acudas a Admisión de Pacientes. Allí te podrán informar al detalle acerca de cómo funciona El Hospicio. Para llevar veinticuatro días aquí dentro, te siento un tanto a la deriva Lola. Se requiere mucho coraje, fuerza y valentía para hacer lo que tú has hecho. Conseguirás lo que has venido a buscar, ya lo verás.
- ¿Y que se supone que es eso celador?
- Lo mismo que todos los que están aquí Lolita, cambiar el estado en el que te encuentras y ser tu misma de nuevo, pero mejorada. Te veo en el comedor en digamos… veinte minutos. Venga, no me gusta quedarme con las sobras de la paella. No me gusta el socarrat.
¿Pero qué…? Desvergonzado. Eso es. Aunque…, la recomendación no está del todo mal. De acuerdo tiene razón. Todavía no me he informado acerca de cómo me pueden ayudar en este “hospicio”. Simplemente entré y escuché algo en, cómo lo ha llamado , si, Admisión de Pacientes. Pues escuché al hacer el registro que podía deambular, pasear o simplemente divagar por este lugar hasta sentirme preparada para mi primera consulta con mi tutor, pero andaba perdida con algunos de mis hilos mentales. Obviamente aún no lo he hecho. Y he recibido la primera llamada de atención, comprensible por otro lado por parte de la Dirección.
Ahora que lo medito mientras camino de vuelta al hospicio, como a mi me gusta llamarlo, quizá, y solo quizá, la idea del celador de ir al comedor no sea tan desacertada. Recoger mis pertenencias e ir a calmar un poco mi poco apetito será lo más sensato dada la situación en la que me encuentro. Porque sí, tengo apetito, aunque en ocasiones me obligo a mi misma a no tomar ningún tipo de alimento. Excepto las chuches de Gabriel, me las como a escondidas.
Coraje, fuerza y valentía. Interesante Lola, al final ha conseguido lo que quería. Voz amable y cara simpática, parece cordial, con buenas intenciones. Al fin y al cabo está y trabaja aquí cuidando de todas estas personas. De todos nosotros, ¿me debo incluir? Bueno realmente no sabes cual es su función aquí, pero ha conseguido que le hagas caso y vayas al comedor. A comer.
Ya no lo tengo tan claro, es como una premonición, como una pequeña aprehensión. Hay algo detrás, algo esconde el celador. ¿Qué se me escapa? Ya tengo otro hilo que sumar. Ha utilizado lo que yo llamo la “manipulación de madre”. Sí, esa que consigue que hagas lo que ella quiere sin que te des cuenta. Le he obedecido.
Esto mismo me lo enseñaron desde bien pequeña, obedecer porque las consecuencias de no hacerlo pueden ser terribles. Soy obediente y puntual, nunca llego tarde. Llego antes, tanto que normalmente espero alrededor de media hora fumando, sentada en un banco con movimientos rítmicos de pierna y pie sin parar. Mis hilos y yo juntos, caminando de la mano de mi ansiedad, juntos los tres mirando el reloj los últimos diez minutos. Y no todo el mundo es puntual, cuando llegan tarde la ansiedad aumenta.
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Por Cahotica
3 comentarios
hola
Se agradecen las críticas constructivas y objetivas de los compañeros :)
c.margarida
@hola_549628 Acabo de empezar el curso y tenía curiosidad por ver los proyectos finales. Tu título me llamó la atención y lo leí. Me gustó mucho, quizás porque yo también tengo TDAH y me identificaba con algunas cosas... Tener una cabeza que no para, y salta en el espacio y en el tiempo como quien chasquea un dedo, no todo el mundo entiende... Pero como Dije que me gustó mucho, sigue así, es interesante mostrar tu forma de verte a ti mismo y al mundo que te rodea. ¡Todo lo mejor para ti, Lola!
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hola
@c_margarida Hola, gracias por leer el proyecto y tomarte tu tiempo para comentar, lo aprecio muchísimo. Como dices es difícil explicar a la sociedad un trastorno como el nuestro y que lo entiendan, sin recibir de vuelta comentarios como “eso a mi también me pasa”, etc. Va a ser complicado reflejarlo en papel. Tengo mucho trabajo por delante, la trama que se viene es…
Millones de gracias
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