Versión final: DIÁLOGO FINAL CURSO
por Ivonne Ramirez @rivonne
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Versión final: DIÁLOGO FINAL DEL CURSO
(títulos sugeridos serán bienvenidos)
—Por diossss, que se calle... que se calle ya —Los ladridos agudos le cincelaban la cabeza con breves y repetidos golpes en la sien. Con cada cincelada sentía que se desprendían minúsculos pedazos de su cráneo. Se acarició las sienes con suaves movimientos circulares. Temía, que si presionaba mucho, su cabeza se desmoronaría en pedazos. Con los ojos entreabiertos mira a su izquierda.
«¿Y este? ¡Jjh!, Ahora ve el baske con audífonos... que le va a importar si el perro ladra». —murmura para sí. Quiere gritarle algo, sacarlo de su confort, se contiene.
Exasperada se levanta del sillón, lo empuja a un lado fastidiada. En la cocina busca desesperada un pote de analgésicos. Tira con fuerza las puertas de la alacena, mueve frascos y cajas con brusquedad. Lo encuentra, toma una pastilla, se sirve una copa de vino.
«De nuevo histérica. Mejor me quedo aquí tranquilito». —piensa mientras da una rápida mirada a la cocina.
—¡Eso puñeeeeta! —Se levanta del sofá emocionado haciendo un gesto de triunfo con los puños—. El televisor de 65 pulgadas ilumina la sala con tonos azulados que bailan sobre su silueta.
—Estamos por tres’alante —dice conteniendo la voz—. Excitado coge el celular, textea:
Manuel _ 9:28 pm
“Kbron, viste el tiro d lebron???!”
Joselo_ 9:28 pm
“Loco claroooo”
Envía un gif de Lebron James donqueando.
“El tipo es unmonstro”
“Dn estaa”
“Vente aca enl break d media mitaf”
Manuel _ 9:29 pm
“Mano stoy jodio”
“La mujer sta brava”
“Si salgo soy hombre muerto”
Joselo _ 9:29 pm
Envía emoji gritando.
“Sandra encabrona...etas jpdio”
Envía un gif de un muñeco ahorcado dando vueltas en un abanico de techo
“Q hicite eata ves”
Manuel_ 9:29 pm
“No se!!”
“Nunca se”
El perro deja de ladrar, sólo se escuchan gemidos esporádicos.
—No lo puedo creer, gracias Dios, gracias —suspira profundamente. Se sirve la tercera copa de vino y se dirige a su habitación. Se recuesta contra el espaldar de la cama.
«¿Cómo es posible que esa vieja estúpida deje a su perro abandonado por tanto tiempo?», pensó molesta. —Este es mi hijito preferido, mi bebé, mi vida ─imita a la vecina con voz chillona—, vieja embustera.
Mientras toma el vino se entretiene con las redes sociales en el teléfono celular. Justo detrás de la pared de la habitación continúa, casi imperceptible, el gemido del perro.
Revisa sus uñas perfectamente pintadas, las brilla un poco con saliva. Toma la copa de vino y la eleva sobre sus hombros, visualiza la foto: Copa en primer plano, al fondo se distingue el ventanal del cuarto con cortinas voluptuosas, las ventanas de cristal dejan ver los reflejos multicolores de las luces nocturnas de la ciudad. Mira detenidamente la imagen, acomoda sus sortijas y brazaletes para que sean más visibles. Ajusta aquí y allá. Satisfecha, toma la foto con el móvil. La sube a la red, escribe: “Con vino en mano jueves en la noche. Noche para el amor.” acompaña la nota con 3 corazones. Escribe un hashtag: #enamorada. Va a publicar la foto, se detienen. Corrige: borra “noche para el amor”, cambia el hashtag a #enamoradadelavida. Envía.
Corre hacia el canasto del contrario, mira sus manos gigantes con dedos de garras filosas driblando con increíble habilidad. Ve al jugador contrario que se aproxima. Agarra la bola con una sola mano, se impulsa con sus piernas largas, larguísimas, da un brinco, se eleva sobre el contrincante, está en el aire volando hacia el canasto, pierde el control del vuelo, reacciona, da uno, dos, tres, cuatro pasos en el aire, recoge los brazos sobre su cabeza y donquea.
—¡Tomaaaaa! —grita extasiado.
El alarido de los fanáticos inunda el estadio. Cuando aterriza en el piso de la cancha oye un chillido destemplado. Mira al suelo asustado. Con sus pies gigantes ha pisado un perro pequeño y peludo que chilla sin consuelo. Despierta con el corazón acelerado. Se levanta de la cama, va al baño. En un largo y abundante orín se despoja de las cervezas de la noche. Regresa a la cama. Advierte que ella no está en la habitación. Escucha el gemido del perro, ahora aúlla desoladamente. Toma los minúsculos audífonos que están sobre la mesa de noche, se los pone y se acuesta.
Las noticias matutinas retumban por todo el apartamento. El televisor proyecta las imágenes policíacas del momento, el olor a café lo despierta.
Ella toma el café en la butaca, mira el celular, da miradas ocasionales al televisor.
El perro reinicia sus ladridos cortos, repetidos y agudos.
—No, no puedo más—dice en voz baja. Se levanta, va hacia Manuel.
—¿Lo oyes, estás oyendo? —Su voz se quiebra, le tiembla el labio inferior, se controla, no va a llorar. Él está en la cocina recostado contra el mostrador, desliza sus dedos sobre la pantalla del móvil, no reacciona.
—Manuel ¡Manuel coño! el perro. ¿lo oyes?
Manuel se quita uno de los audífonos.
—Tranquila, tranquila —responde aún distraído—. ¿Llamaste a…a… Doña Elsa, Elba?
El “tranquila” entra por sus oídos como una poderosa corriente eléctrica, estalla justo en el pecho, la corriente escapa por la boca, se hace voz:
—¡¿Qué, cómo?! ¿qué, qué tu me dices? Que me tranquilice... ¡¿yo?! —Las ojeras profundas no logran esconder la ira encendida en su mirada—. Tu te largas todos los días a la oficina. Allá te olvidas de todo. ¡Yo me quedo aquí, metida aquí! —Hace una pausa, respira profundo, suaviza la voz—. ¿Recuerdas que esta, esta es también mi oficina? Mis clientes me llaman aquí, me buscan aquí. Ya no puedo ni pensar con ese perro que no para de ladrar.
Manuel intenta acercarse a ella.
—No me toques —Su voz sale gutural, grave. Hace un gesto con las manos para mantener distancia—. Ni siquiera te has dado cuenta que ese perro lleva casi dos días chillando. La llamé, toqué a la puerta y nada... nadie contesta. Dejó ese perro solo.
—Lo siento. Sandra, lo siento, ahora mismo voy a hablar con el administrador. Algo tendrá que hacer.
Ella se percata de que el perro lleva un largo rato sin hacer ruido. Ansía que sea una señal de que todo terminó, que la vecina llegó o... que el perro se murió. Se siente culpable por pensar lo último. Tiene que trabajar pero el sueño la domina.
—Voy a recostarme un ratito, un ratito nada más.
El perro aúlla, es un aullido ensordecedor. Aúlla y ladra, ladra y aúlla. Sandra brinca de la cama, despierta desorientada, siente que la cabeza crece como una burbuja, una burbuja que está apunto de estallar. Una punzada de dolor le hiere el ojo derecho, la luz la ciega. Aúlla y ladra, ladra y aúlla, la burbuja se revienta.
—Maldito perro. ¡Maldito perro cállate, cállate, cállate, cállate, cállate! —grita mientras golpea una y otra vez la pared con furia. Sus uñas se parten, observa el dedo meñique que sangra en la base de la uña, mucha sangre, demasiada sangre. Rompe en un largo sollozo, se desliza rendida hacia el suelo. El perro continúa ladrando, los ladridos tienen eco, parecen quebrar la pared, primero una fisura delgada, luego otra y otra. Las grietas se agrandan, se extienden en ramilletes crujientes por toda la pared.
—¡Ya!… yaaa —dice a punto de desfallecer. Ve el celular tirado en el suelo. Se arrastra en cuatro patas hasta que lo alcanza. Marca, oye el tono, contestan.
—Manuel, Manuel... — está llorando, habla pero sus palabras se confunden con el llanto en un lenguaje disparatado.
—Manuel, Manu… ¿Me escuchas? Hola… ¡hola! —Desesperada da brochazos al aire con el aparato tratando de encontrar un punto de conexión. Se incorpora, busca presurosa la salida. Su mirada se detienen por centésimas de segundos en el espejo, no reconoce la mujer del otro lado. Sale al pasillo fuera del apartamento. Oye sonar el móvil.
«Es Manuel» —se dice esperanzada. Contesta. —Soy yo.…soy yo, Sandra. ¿Me escuchas? Yo si...no, no, no ¡No cuelgues! La maldita señal, es la maldita señal —Su corazón cabalga estrepitoso sobre su ondulante pecho, furiosa levanta el celular para reventarlo contra el suelo…
—¡ Sandra! —Le saluda agitado un hombre cincuentón que se aproxima de prisa. Detrás de él hay dos personas con camilla y parafernalia médica.
El hombre se apresura a abrir la puerta de la vecina mientras sigue hablando con ella.
—¡Chica otra vez!... Doña Alba... esta es la tercera vez en menos de un mes —Deja entrar a los rescatistas, la mira extrañado— ¿Estás bien?
Sandra no contesta.
—¿Recuerdas el corre corre de la semana pasada?
Ella no contesta, mira al hombre fijamente. Trata de construir gestos de serenidad que se desmoronan una y otra vez, está paralizada en medio del pasillo. El hombre se asoma por la puerta abierta.
—Ay Alba… bendito, tan sola y enferma—dice en una voz muy baja, como diciendo una plegaria. Aparece un perro pequeño y peludo, olfatea los zapatos del hombre.
Los radiotransmisores de emergencia invaden el pasillo con estática y voces. Sandra siente una brisa helada que envuelve todo su cuerpo. Se abraza a sí misma, con sus manos frota sus brazos enérgicamente tratando de calentarse. Siente la vibración del celular en la mano. Se detiene a mirar. La pantalla del aparato se ilumina: Alba Vecina.
SEGUNDA VERSIÓN:
Comparto los cambios en el final del cuento de la segunda versión. En total fueron tres versiones. Se me olvidó guardar la primera versión. Incluyo al final algunas anotaciones sobre la primera versión.
—Maldito perro. ¡Maldito perro cállate, cállate, cállate! —grita mientras golpea una y otra vez la pared con furia. Sus uñas se parten, observa el dedo meñique que sangra en la base de la uña, mucha sangre, demasiada sangre. Rompe en un sollozo desconsolado, se desliza rendida hacia el suelo. El perro continúa ladrando, los ladridos tienen eco, parecen quebrar la pared, primero una fisura delgada, luego otra y otra. Las grietas se agrandan, se extienden en ramilletes crujientes por toda la pared.
—¡Ya, yaaaa! —Sandra gruñe de hastío. Ve el bate de metal de su marido al lado de la cama. Hiperventila, gruñe. Gruñe, hiperventila. Agarra el bate.
—Voy a romper la puerta y matar ese perro.
Sale determinada hacia el pasillo, su pecho sube y baja estrepitoso con cada resoplo de rabia. Con bate en mano se aproxima a la puerta vecina.
—¡ Sandra! —Le saluda agitado un hombre cincuentón que se aproxima de prisa. Detrás de él hay dos personas con camilla y parafernalia médica.
El hombre se apresura a abrir la puerta de la vecina. Mientras, sigue hablando con ella.
—¡Chica otra vez!... Doña Alba... esta es la tercera vez en menos de un mes — Deja entrar a los rescatistas, mira a Sandra detenidamente a los ojos—, ¿No recuerdas? Hace menos de una semana —La mira extrañado—. ¿ Recuerdas el bajón de azúcar que le dio? Bendito, se que está sola pero tenemos que hacer algo, ella no se cui…
Sandra mira la nada, la voz del hombre se funde en murmullos inentendibles. Está paralizada, cree que flota, no está segura. No está segura de nada. Un golpe frío, brutal, entra por sus pies, asciende veloz por todo el cuerpo, le congela la cabeza.
Cambios a la 1era versión:
1. El tiempo de narración ahora siempre es presente. La da un tono de inmediatez, ayuda al clímax.
2. Trabajo con más detalle la personalidad contenida de Sandra.
3. Cambio el final. Me parecía muy evidente. Intereso construir un final más abierto, que cree dudas, más que certezas. Que provoque al lector a construir la historia.
4. Trabajo con muchos cambios en la estructura de los diálogos.
3 comentarios
rivonne
PlusEstimada Jimena: Gracias por esta experiencia tan enriquecedora. Aprendí muchísimo, me ha sido muy útil todo lo aprendido. Me tardé en terminar porque tuve problemillas tratando de escoger el cuento. Mis cuentos personales son muy largos o carecen de diálogos. Terminé abriendo el periódico decidida a escoger la primera noticia que encontrara como pié forza'o para mi proyecto. Mis ojos se estrellaron ante la noticia de un pleito legal entre vecinos por culpa de un perro ladrador... voila! Me tomó su tiempito, mis hijos me dieron su parecer, cambios, semanas dejándolo sazonarse, etc, etc.
Me tomé algunos "riesgos narrativos" pero creo que esa es la idea,no? Así aprenderé más con tus comentarios y análisis. Un gran abrazo desde Puerto Rico.
jimenaemeuve
Profesor PlusHola, Ivonne.
Me da gusto leer que te tomaste tu tiempo, tanto para encontrar la historia como para ejecutarla y corregirla. Creo que en esta noticia del perro pudiste ver muy bien ese "algo" que se siente cuando una historia ha de contarse en determinado formato. Y está muy bien esperar a que aparezca, en este caso fue un éxito, Sandra tenía un presente abrumador que la hacía hablar y, sobre todo, tener un cambio. El estresarse cada vez más es un cambio suficiente para sostener una historia.
Creo que podrías considerar el ponerle alguna clase de división a tus escenas. O capítulos, como les quieras decir. Mi sugerencia es porque hay saltos de tiempo entre uno y otro, y tener alguna marca que las divida nos podría ayudar a hacer el corte durante la lectura. Al no tener esa marca, al menos a mí me llevo un ratito distinguir el cambio. Por ejemplo: primero pensé que Manuel había soñado porque se quedó dormido viendo el partido. En ese cambio de escena y en las últimas 3 ayudaría mucho tener una marca que nos indique la elipsis temporal. Puedes usar una línea o un encabezado para cada segmento.
Respecto a las voces de los personajes, por supuesto que Sandra fue la que más desarrollo tiene. Distinguí ciertas repeticiones en su hablar, una especie de ida y vuelta. Muy bien eso. También el momento del chat está bien logrado.
Esta imagen de que los ladridos desprenden pedacitos, primero del cráneo de Sandra y luego de las paredes, maravillosa.
Con la vecina tengo la impresión de que no estaría mal saber su nombre antes. Noto que en general te guardabas los nombres y me parece adecuado, pero en el caso de Alba, como el final depende de ella y de que se le nombre, creo que si conviene mencionarla antes. Hasta encontré dónde podía ser, para no llegar a esta nota con las manos vacías. Mira, en este parlamento:
«¿Cómo es posible que esa vieja estúpida deje a su perro abandonado por tanto tiempo?», pensó molesta. —Este es mi hijito preferido, mi bebé, mi vida ─imita a la vecina con voz chillona—, vieja embustera.
Sandra le dice dos veces "vieja". Creo que el "vieja estúpida" podría sustituirse por "esa estúpida de Alba" o algo así.
Y, un poco en ese mismo tema, ¿el personaje del hombre cincuentón que llega es el administrador? Estoy casi segura de que sí es, y creo que podrías aclararlo. Da mucha paz ver aparecer a un personaje que ya nos mencionaron.
Bueno, y ya que mencioné al hombre cincuentón, también quería agregar que es poco creíble que, si esto le ha pasado a Alba tres veces en el último mes, Sandra no lo haya mencionado antes. Puedes hacer que no lo sepa, claro, pero el hombre lo dice como si todo el edificio estuviera al tanto, y entonces una se pregunta: ¿por qué Sandra no lo consideró?
Por último, personalmente me gustó más tu segunda versión del final. La primera me confundió, pero a un nivel en el que me rendí porque sentí que no había entendido nada. Y entiendo que quieras dejar un final abierto, pero creo que hay niveles en la confusión que se le crea al lector, y llegar al grado de hacerle pensar que no entendió nada es peligroso y hasta puede parecer tramposo.
Como verás las observaciones que te hago tienen que ver con la distribución de la información. En el trazo general de la historia y la combinación narración-diálogo creo que hiciste un gran trabajo. Se nota muy cuidado y manejaste distintos formatos para el diálogo (y los pensamientos), eso está genial, conviven muy bien y hacen muy interesante la puesta en página de tu historia.
Te agradezco haber seguido el curso con tanta seriedad, me hace mucha ilusión haberte ayudado a idear otras maneras de escribir. Te deseo mucha suerte y que sigas disfrutando esto de juntar letritas.
rivonne
Plus@jimenaemeuve
Hola: Gracias mil por tu análisis y consejos. Yo tampoco estaba muy convencida de ese final, aunque hay varios elementos que me gustaría mantener en una 4ta versión. Volveré a leer el cuento con tus observaciones en mente y haré ajustes. No para publicarlo, más bien como práctica. Muchas gracias a ti por tan excelente curso, he aprendido muchísimo. Has cambiado en mi, de forma radical, la valoración y posibilidades infinitas del uso de los diálogos en la narrativa. Mucho éxito para tí.
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