My project for course: Introduction to Narrative Writing
por Manuel Ferreira @manfer
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Proyecto Final
Toda esa semana fue solo trabajar y estudiar, de despertarse, desayunar, ir a trabajar, almorzar, seguir trabajando, ir a la universidad, cenar algo, estudiar, dormir y al día siguiente de nuevo lo mismo. Mucho estrés, mucho trabajo, mucho estudio, hasta que por fin llega el tan ansiado Sábado, el único día en el cual descansaba de todo, pero especialmente era el día en el cual me desconectaba lo más que podía, el celular en modo avión, la computadora apagada, el televisor apagado (aunque en casa ya está mas de adorno que otra cosa), ni siquiera la radio, todo era desconectarse.
Como todos los sábados me relajaba y me despejaba la mente un buen paseo, una buena porción de la tarde que la dedicaba a caminar, a respirar aire fresco y estar lo mas conectado posible a la naturaleza, por lo que decidí salir al patio para rápidamente dirigirme al portón y abrirlo, sabía que al cruzarlo me sentiría libre al fin.
Mi primera parada es, indudablemente, el estadio, una moderna edificación que, afortunadamente, no está lejos, pero que de igual forma, siempre me toma un buen tiempo llegar a ese lugar. Siempre pienso que lo importante no es llegar, sino disfrutar del viaje, por lo que me gusta contemplar las edificaciones del barrio que si bien son viejas, siempre hay detalles del día a día que son interesantes tratar de notarlas, supongo que debe ser alguna manía mía.
Luego de un lapso de tiempo, llego al estadio, el cual es un magnífico e imponente lugar donde se realizan encuentros de basquetbol. A menudo me llama la atención la ancha y larga rampa de las entradas, de seguro, si nuevamente fuese un niño, me gustaría tirarme en una patineta o en bicicleta desde lo mas alto de ella. Me dirigí a la esquina del estadio, donde están las fuentes. A primera vista no estaban funcionando, pero decidí esperar sentado unos minutos. Ya, con anterioridad, había contemplado como “toman un descanso” las fuentes para volver a funcionar. No obstante luego de haber esperado sentado un buen tiempo podía afirmar que nuevamente las fuentes estaban descompuestas… o la presión del agua no era la suficiente, vaya uno a saber.
Rápidamente me dirigí a la esquina para cruzar la avenida, pero el semáforo estaba en rojo para el peatón. Los autos pasaban a alta velocidad al igual que las motos, mientras tanto, nos íbamos acumulando personas esperando que nos diera permiso para cruzar.
- ¡Teacher! - escucho exclamar a un joven entre la multitud que intentábamos cruzar - ¿Cómo está?, ¡tanto tiempo! – siguió diciendo. - Hola Jorge, ¿qué tal? - le respondí amablemente. Jorge fue uno de mis mejores estudiantes, siempre cumplidor con todas las actividades y sacando altas notas, no solo en Inglés, sino también, en todas las materias, al punto de ser abanderado de la bandera nacional.
-¿Qué es de tu vida? - le pregunté – ¡Muy bien teacher, ya estoy cursando quinto año de la carrera de …!- y fue cuando recordé lo mucho que hablaba Jorge, mucho y fuerte. También recordé que deseaba relajarme y recordar eventos del colegio no me ayudarían, esa última semana fue muy intensa.
- Teacher ¿se acuerda de María? - continuó Jorge sin darme tiempo a siquiera responder – Bueno, ella está también estudiando … - mientras me seguía hablando, trataba de no ser descortés al mirar el semáforo. Pareció una eternidad hasta que por fin, por fin nos dio vía libre para cruzar. - Nos vemos Jorge, un placer haberte visto nuevamente -.
Vi que la heladería estaba abierta pero decidí no ingresar. Tomé el camino del medio de la avenida donde observé los lapachos, era esa época del año donde florecían a todo color, blancos, rojos, amarillos y lilas. Después de semejante encuentro pude dedicarle tiempo a observar la naturaleza Esa avenida tiene la particularidad de tener una plazoleta en el medio, con un camino de lajas de piedras rojas y árboles a los costados, generalmente lapachos. Existen algunas banquetas para sentarse, pero hay una que es la perfecta, desde donde se pueden observar todas las variedades de lapachos. Me senté en una pero no veía las amarillas, probé en la otra, pero no veía las lilas, probé en esta otra y ahora si, finalmente la encontré, era la correcta, desde ese lugar, casi mágico, se podían contemplar sin muchas interrupciones de peatones todas las variedades de lapachos, pero tenía algo mas, algo que la hacía mas especial en ese momento de la tarde-noche, los jazmines empezaban a expedir un aroma tan dulce que hacía parecer que el tiempo se detenía.
No me había dado cuenta que las horas pasaron, que ya estaba bastante oscuro. Esto de desconectarme llega al punto de no llevar siquiera un reloj. A paso firme y sostenido, doblé por la esquina para utilizar la otra senda para ir a casa nuevamente. Este otro camino no es feo, pero tampoco ofrece mucho para ver, son algunas edificaciones que, por algún motivo que desconozco, no tienen gracia alguna.
Ya estaba a algunos pasos del portón de mi casa cuando escuché – ¡Teacher! ¡Justito lo veo, me olvidé de contarle que… !
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