Mi proyecto final: "Bicicleta, mar y arena".

"Bicicleta, mar y arena"

Cuando siento un calor que me recorre por todo el cuerpo, ganas de llorar y un dolor terrible en el pecho que no me deja respirar, me subo a mi bicicleta y me voy. Roja como la sangre que fluye por mis venas, colorada como la llama de una gran fogata en la playa, bicicleta playera, emana mar y arena. Pedaleamos juntas hasta el fin del mundo, me ayuda a liberar todo lo que mi mente guarda, esconde y daña. Sobre mis hombros llevo mi mochila cargada de sueños y expectativas, subimos calles empinadas y también descansamos exhaustas sobre césped recién cortado. Mi compañera, no es la más costosa ni la más liviana, no es la mejor del mercado, no me va a llevar a las montañas, pero con ella viví, vivo y viviré los mejores momentos.
Mi carta natal dice que mis elementos son aire y tierra y que puedo conectar con los que faltan (agua y fuego) en contacto con la naturaleza, meditando o realizando cualquier actividad artística. A mis trece años, descubrí que mi cable a tierra era cantar, lo disfrutaba tanto que el tiempo se volvía irrelevante y me llenaba de energía. Al terminar la secundaria, a mis dieciocho años, la música y el canto me ayudaron a salir de una profunda depresión. Tiempo después tomé la decisión de estudiar en el Conservatorio de Música de mi ciudad y la transformación de hobby a profesión de aquella pasión, hizo que de a poquito fuera perdiendo su magia y ya no me causaba el mismo placer que antes. La imposición de estudiar un repertorio que no me gustaba y el estrés de las fechas límites y los exámenes, me llevaron a replantearme si realmente quiero que cantar sea mi trabajo. Hoy en día, mi formación en el Conservatorio está llegando a su fin, y con ello la necesidad de volver a conectar pronto con mi afición favorita.
Cuando tenía once años, mi tía me regaló mi actual bicicleta. Me picó el bichito de la curiosidad y de a poco fui aprendiendo a andar en ella. Luego de muchas caídas que dejaron cicatrices en mi cuerpo para siempre, comencé a tomarle el gusto y en la actualidad pedalear me da la libertad y la fuerza para ponerle fin a las decisiones que tomé años atrás, de cerrar una puerta y finalizar un ciclo para comenzar uno nuevo.
Otra actividad que me ayuda a despertar mis elementos es el yoga. Gracias a esta noble disciplina, desbloqueé mi “chakra raíz”. Mis dolores de espalda baja se esfumaron a las pocas clases, y ello me proveyó un sentido más fuerte de seguridad y protección en mi viaje por el planeta tierra. Sé que hay muchas personas que no creen en estas cuestiones místicas, pero mi maestra logró ver rápidamente que mi energía estaba más serena y que mi optimismo y confianza en mí misma habían mejorado notablemente en cuanto mi “chakra” fue desbloqueado. Desde entonces, confío más en mi intuición y tengo una perspectiva diferente sobre la vida. Trato cada día de ser consciente de la necesidad de purificar mi alma, limpiar mi mente, saber decir que no, rechazar lo que no me apetece hacer sin sentir culpa, manifestar mis inquietudes sin presión por lo externo, por el qué dirán, disfrutar el momento y no vivir del futuro. Amar. Descansar. Divertirme. Despojarme del ego. Escucharme, quererme, salvarme. Siempre habrá calma después de una tormenta, “no hay que llorar que la vida es un carnaval”, diría Celia Cruz. Que el llanto no sea de tristeza, sino de felicidad, de paz, que la calma llegue y pueda vivirla y que no me sorprenda cuando me acueste a dormir para siempre. Así que, cada vez que salga el sol después de la lluvia, me subiré a mi bicicleta y recorreré mi camino, sintiendo intensamente todos los aromas, disfrutando los colores del paisaje y respirando aire puro mientras el cielo arrebolado va preparando un intenso, mágico y único atardecer.