Mi guitarra
por Paula Stiff @palvarez166
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Esta es una historia de amor de esas que se arrastran toda la vida. Todo empezó cuando aún ni yo sabía hacia donde irían mis pasos, muy temprano en la infancia. No recuerdo bien como comenzó mi pasión. Las mañanas de folklore en la radio de la cocina o aquellos antiguos discos de pasta que se escuchaban en casa alimentaron ese amor inconscientemente. Siempre me fascinó el sonido de las guitarras, me sentía atraída por ellas.
Solamente recuerdo que cuando tenía unos siete u ocho años, tal vez eran nueve o diez, comencé a tomar clases de guitarra. No tengo realmente imágenes concretas de esos momentos. Ni se si aprendí mucho o poco. Supongo que mas bien poco. Lo que si no olvidaré nunca eran las uñas de mi profesor. Era un hombre flaco y muy largo. Su altura, supongo, lo hacía encorvarse tanto que su delgado cuerpo parecía la rama de un sauce llorón. Sus rulos pequeños de un gris tan deslucido que parecían no tener color caían por los lados de su cabeza sin orden alguno. Sus ojos también sin color dejaban entrever el verde muy claro que habían tenido antes. Su piel gris mostraba pocos signos de buena salud. Pero lo que mas me impresionaba eran sus uñas. Larguísimas. No podía dejar de mirarlas. Después aprendí que así era porque con ellas podía tocar mejor la guitarra. Por lo que recuerdo era un buen profesor. Supongo que mi guitarra combinaba con él y la época que nos tocó vivir. La dictadura se afianzaba, los miedos estaban en todas partes, la gente callaba para no arriesgar una noche de cárcel o peor aún una desaparición para siempre, hasta los adultos comenzaron a jugar a las escondidas. Debe haber sido una guitarra opaca, casi sin color, de tonos marrones que apenas se distinguían uno de otro. No tuve tiempo de acumular mas recuerdos, con la falta de dinero se terminaron las clases de guitarra. Así que me dediqué a jugar con lo que me regalaba la naturaleza, la calle y los niños del barrio, dejando mis aspiraciones musicales quién sabe para que difuso y oscuro futuro.
Mas de veinte años mas tarde y después de haber vivido mudanzas importantes en mi vida, que me llevaron al otro lado del océano, fue que conocí a mi segunda guitarra. Con una amiga decidimos tomar clases al conocer a un joven profesor que estaba dispuesto a lidiar con dos principiantes adultas con muchas ganas de aprender, pero poca motricidad en los dedos. Y empezamos las clases. No duró mucho, aunque lo intentamos. El profesor era demasiado exigente. Aspiraba a sacar de nosotras excelentes concertistas mientras a lo que aspirábamos nosotras era a pasar un divertido rato haciendo música con amigos tocando las canciones de nuestra juventud. Nuestros dedos se retorcieron durante meses dándome a entender que yo podía hacer cualquier cosa en la vida menos dedicarme a tocar la guitarra. Y lo dejamos. Con esto dejé también mi humilde aspiración.
La música acompañó mi vida siempre. Bailar y cantar han sido mis compañeros inseparables, mi energía vital. Probé con las congas, que placer sacar sonidos de ellas, pero por diferentes causas no seguí. Probé con el piano, que me gustó y no me presentó tantos obstáculos motrices pero mi corazón no estaba del todo allí. Mi corazón estuvo siempre con ella.
Con mi tercera guitarra tengo una relación mas continua, nos hablamos casi cada día. Yo la toco, le pongo acordes en el traste, le saco sonidos a sus cuerdas. Ella me responde con exigencias. No me regala nada.
Mi guitarra puede parecer como todas las otras guitarras acústicas del mundo.
Lo primero que veo cuando la miro es su cuerpo fuerte y dominante. Con sus curvas tan marcadamente sensuales tiene una gran presencia. Muestra su personalidad. Ese cuerpo es la caja de resonancia que da el sonido. Y ayudándole a mostrar aún mas su importancia, un borde dorado resalta su silueta.
En su cuerpo se dibuja algo así como una pera del color de la madera natural. La parte mas fina, lo que sería el tallo de la pera, termina en la boca, como si mi guitarra se la estuviera comiendo. Un color marrón oscuro brillante que va desde los bordes del cuerpo hacia el centro la protege y define. Entre el claro de la pera y el oscuro del borde se difuma un hermoso rojo amarronado. Sin esa enorme boca en el medio del cuerpo no podría salir el sonido que le doy (a mi guitarra).
Cuando la tengo entre mis manos, sobre mis piernas, mis curvas se adaptan a las suyas y comienza una interacción entre nosotras. Con su fuerte presencia ella se muestra en un principio inmaleable. En un comienzo fría y distante. Solo unos minutos necesita que la toque y entonces comienza a emanar calor a través de sus sonidos. Nuestros cuerpos se diluyen uno en otro a medida que suenan las canciones. Ella se ablanda, y yo también.
El puente, en el medio del cuerpo, en la parte de madera clara, resalta en un marrón oscuro mate con sus seis pines blancos donde van enroscadas las terminaciones de las cuerdas. Cada uno de estos pines tiene un puntito negro en el medio, como seis ojos diminutos. El puente relaciona las cuerdas con la caja de resonancia de la guitarra. A veces me quedo, en las pausas que necesita la música, abrazada a su cuerpo sintiendo los sonidos que emanaron de allí. Aunque no la toque su caja de resonancia sigue activa, siento sus vibraciones tibias de notas ya pasadas saliendo por sus poros.
La selleta, donde se apoyan las cuerdas al salir, es del blanco natural del hueso del que está hecha. Allí parece que las cuerdas al levantarse tomaran impulso para animarse al largo camino que les espera hasta llegar al final de su recorrido por el mástil.
Seis cuerdas con seis diferentes colores, materiales y sonidos que insinúan la complejidad del instrumento salen completamente en línea recta en dirección al clavijero. Asumen ese largo trecho desde la selleta a las clavijas trasmitiendo la vibración del sonido con mucha valentía. Deben mantenerse tensas, casi paralelas, en el lugar que les corresponde, ser obedientes. Cumplen su deber como un soldado. Y lo cumplen con un estoicismo inquebrantable. Alguna vez alguna dice basta y abandona la batalla con un fuerte sonido al reventar. Pero ninguna se queja. Mi relación con ellas no ha sido fácil. Se resisten a mis dedos. Me provocan dolor y desazón. A veces renuncio, ellas nunca. Las amo en pequeños momentos en que me regalan un sonido casi perfecto. Me incitan a esforzarme, no me perdonan ser débil.
Saliendo ya desde la boca de la guitarra y abandonando el cuerpo emerge el mástil estirado mostrando su importancia. Todo de madera, tiene al final el clavijero con sus seis clavijas de metal plateado, tres de un lado y tres del otro, donde se enroscan las otras terminaciones de las cuerdas. El mástil está atravesado en todo su largo por muchas tiras finas de metal dorado. Estos son los trastes que lo dividen en intervalos. En cada uno de estos hay una nota diferente. Según donde apoye mis dedos, suena una u otra. Para los acordes utilizo mas de un intervalo lo que me da, al pulsar las cuerdas, sonidos mas completos.
El mástil de mi guitarra tiene también ocho puntos de metal dorado incrustados en su madera como perfectos lunares. Se ven bonitos. Son para orientarse, leí en algún lado, pero nunca los usé.
La cejuela tiene mucho que decir: indica claramente la terminación del mástil y ubica cada cuerda en su lugar antes de dejar seguir a cada una camino a su clavija correspondiente. Se ven en ella claramente las seis marcas por las que están obligadas a pasar las cuerdas. La cejuela es la hermana mas pequeña de la selleta en cuanto a función y forma porque las dos se encargan de que las cuerdas estén bien encarriladas.
El clavijero como un elegante abuelo que vigila toda la guitarra con sus seis clavijas acepta la llegada de las cuerdas. Estas se enroscan en apéndices de metal que se encuentran sobre el clavijero y las conectan con las clavijas. Bien al final del clavijero se puede leer la marca de mi guitarra, como si de su nombre se tratara: Harley Benton, en un orgulloso dorado de artísticas letras.
Mi tercer intento serio de aprender a tocar la guitarra comenzó el día que descubrí por pura casualidad a un hombre que daba clases. Lo conocí a través de una amiga, me lo recomendó y pensé que valía la pena un último intento. Vivía en mi ciudad, pero estaba pasando un largo tiempo en otro país. Nos conectamos por internet y comencé mis clases online. Lo que me gustó es que podía tocar las canciones que yo quería. Nada de tortura motriz con dedos que no conseguían sacar sonidos espectaculares que yo ni conocía. Fue así como unos 45 años después de mi primer intento y veinte años después de mi último intento logré por fin aprender unos simples acordes y tocar mi primera canción. Me sentí muy feliz, aunque aquello a lo que yo llamaba canción sonara horrible. Y así seguí con una canción tras otra, aprendiendo acordes y rasgueos nuevos. Porque no debo olvidar los rasgueos, que son una parte importantísima del asunto este de tocar la guitarra. Con mi “profe” aprendí diferentes según la canción que estaba tocando. Tampoco son fáciles, pero los fui llevando. Mas de una vez me descubrió tocando con el rasgueo equivocado. Con su paciencia, buena onda, humor y mucha psicología innata, pero supongo que también aprendida con nosotros sus alumnos, este “profe” me convence que yo se tocar la guitarra. Y yo me lo creo. Sigo tomando clases, hace un tiempo ya presenciales, como me gusta a mi, los tres: el profe, mi guitarra y yo.
Sigo trabajando cada día en mi relación con ella. Mi guitarra se deja querer con muchas condiciones. Me impone trabajo corporal y atención e incluso dolor. A veces sus exigencias me cansan, pero el placer de sacarle sonido es una satisfacción para las dos. Al final es como esos amores en el que con el paso de los años la paciencia y comprensión hacen madurar la relación, la asientan, la endulzan y a veces hasta la relajan.
2 comentarios
shaun_levin
Profesor PlusHola, Paula, lo disfruté mucho y es un placer leer tu escritura. Me encanta cómo te tomas tu tiempo para describir las diferentes partes de la guitarra y cómo la vemos transformarse lentamente en un cuerpo y luego de nuevo en una guitarra. Se siente como un trabajo de agradecimiento por este instrumento que ha estado con usted durante la mayor parte de su vida. Es interesante cómo la historia tiene tres intentos con tres maestros diferentes, un poco como en un cuento de hadas o un cuento popular. Disculpas si esto suena un poco crudo :) pero creo que también podría ser interesante explorar lo que podría ser el agujero en la guitarra (¡la fuente de la vida!) Además de una boca, especialmente en base a la pintura que tienes al lado. ella, y también la forma en que se encuentra la guitarra, con los ojos en la parte superior y el cuerpo bien formado debajo.
Mi sugerencia, si quisieras seguir trabajando en la historia, sería comenzar con: "Mi tercer intento serio de aprender a tocar la guitarra comenzó el día que descubrí por pura casualidad a un hombre que daba clases ..." y luego entreteje las otras historias en sus experiencias con el tercer maestro. Hay una energía maravillosa en la última parte de la historia, una verdadera sensación de alegría, y creo que sería el marco perfecto para contar la historia completa de tu relación con la guitarra, tal vez incluso para concentrarte en aprender una canción. En particular.
Es un escrito hermoso, paciente y atento, y espero que sigas jugando con él. Creo que también cuenta una historia universal, de determinación y seguimiento de lo que nos trae alegría (pero también nos desafía): hay una sensación real de un final feliz cuando llegamos al final de la historia. Gracias por compartir la historia con nosotros y por ser parte del curso. Tschüss y un abrazo desde Madrid.
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palvarez166
estimado Shaun, me alegra tus crítica y entiendo lo que me dices de como hacer mas interesante el comienzo.
También la idea de escribir sobre la guitarra, la boca y el cuerpo y todo en relación a una figura femenina. Tendré que estrujar mi imaginación o realmente "dejarme ir" en sensaciones y sentimientos sin pensar mucho. La guitarra nunca está allí, al lado de esa pintura. Intuitivamente la puse allí para la foto, y fue una intuición muy acertada. "....La fuente de la vida".... suena muy atrayente. GRACIAS por tus consejos, son una ayuda muy grande para seguir creando. Espero que sea hasta pronto. Paula
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