El Libro de Magia
por Luz Rodríguez @luzerre
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Un amuleto consiste en cualquier objeto portátil al que supersticiosamente se le atribuye alguna virtud sobrenatural: atraer la buena suerte o asegurar la protección de su dueño (efecto apotropaico). Los amuletos suelen ser: gemas o piedras, estatuas, monedas, dibujos, colgantes, anillos, plantas, animales, o libros, incluso oraciones utilizadas en momentos concretos, como vade retro satana, para repeler al diablo o a la mala suerte.
El pasado noviembre estaba caminando por Sol y decidí entrar en la FNAC, me dirigí al piso 3, mi lugar favorito. Revisando una de las muchas estanterías, me encontré con un ejemplar de un libro llamado Useless Magic de Florence Welch, la voz detrás de Florence and The Machine. Opulento, grueso, con tapa dura y pesado. Como Alice, persiguiendo al conejo blanco, no sabía que estaba a punto de caer sobre el agujero.
Ahora mismo descansa sobre mi escritorio una copia de aquel libro color vino, con un grabado color dorado en la parte superior que dice Florence Welch en letra cursiva; en la parte central, como enmarcado, está el dibujo de un corazón que bombea llamas de fuego en vez de sangre, lo envuelve lo que parece una guirnalda de pequeñas flores. El fondo es blanco, y lo rodea un marco de color dorado que está grabado en la superficie, el corazón parece salpicar líneas doradas a su lado. En la parte inferior dice Useless Magic y más abajo se puede leer Lyrics and Poetry, de un color negro, casi irreconocible a distancia.
Al tocarlo siento en las palmas como si estuviera tocando una pieza de jean, es suave y cuando poso mis dedos sobre el grabado dorado puedo descifrar las letras, La F creada con líneas gruesas. La W parece tener la forma de un culo. Cuando mi dedo índice toca la imagen del corazón se puede sentir claramente la diferencia de texturas, esto es papel pegado, pienso. El corazón no pertenece ahí, es un accesorio.
Cuando abro el libro mis ojos hacen un repaso de todas esas ilustraciones, recuerdo cuando me dispuse a leerlo y también recuerdo quien me lo regaló. Sus tersas manos tocando mi cintura acercándose lentamente para darme un abrazo, el hermoso envoltorio que reposaba debajo del pequeño árbol de navidad en diciembre donde nos sentamos a la luz de las pequeñas luces a beber chocolate caliente en nuestras tazas recién compradas y simplemente disfrutar de nuestra compañía. La cálida tranquilidad de las noches de invierno, las excusas para dar abrazos y reencontrarnos con los nuestros, así se dibuja la navidad, por lo menos en mis memorias de cuando tenía unos 9 años siempre la recuerdo así, como el cuento de Dickens.
Abro el grueso libro por la mitad y me encuentro con la foto de unas palmeras, fue tomada mirando al cielo. Una es más alargada y se encuentra en la parte derecha de la foto, la otra mucho más pequeña, a la izquierda, sus hojas parecen danzar con el viento y muy en el centro, una gran nube que se asemeja bastante a la forma de un ojo, nunca me había fijado en este detalle, al otro lado de la página hay una canción que se titula Third Eye. Me vienen a la cabeza todos los dibujos que trace sobre mi piel con el sharpie tratando de imitar los dibujos de Florence, quería tatuarme todo lo que mis ojos se encontraban en este libro. Recuerdo la foto que me tome con aquellos tatuajes, y el humor que me rodeaba en esos días, muy confuso y agitado. Cada libro despierta en mí una nueva versión que no conocía, y puedo entender claramente porque es tan imposible vivir sin las palabras.
Acerco mi nariz a las páginas, todavía huele a nuevo, pensé. Parece que nunca ha sido usado, y cuando está cerrado se pueden entrever los colores a través de las hojas. Ahora busco entre ellas mi canción favorita What The Water Gave Me y pasó la página, ahí me encuentro con un patrón abstracto de azules, y amarillo ocre, en la parte derecha, centrada, una foto de la joven Woolf pensativa y nostálgica. Probablemente meditando sobre alguna idea nueva. ´´La luz transforma todo lo que toca...’’ y recuerdo todas las frases bellamente construidas, parecen fluir como el agua, nada interrumpe su curso, solo nos paramos a contemplar las piedras que quedaron. Pienso en Florence Welch y Virginia Woolf. Una homenajeando a la otra.
Ahora se me viene a la mente una frase de una canción de Florence que dice ‘‘I’m gonna drink myself to death’’ con mi café sobre la mesa. Hace unos 4 años vociferaba esta canción a todo pulmón sin imaginar que escondía cierto sufrimiento. Welch luchaba contra la adicción al alcohol, en varios fragmentos del libro menciona haberse quedado totalmente inconsciente por el alcohol, habla sobre escenas en su vida donde todo el día pasaba bebiendo y cometiendo errores tontos, lastimando a la gente a su alrededor. Cuando paso las páginas, ya casi llegando al final, mis dedos se paran en una foto donde se le puede ver como inconsciente en el suelo de una habitación de hotel, casi cerca de la cama, parece que no llego a tiempo. Tal vez estaba muy borracha. Nunca vi a mis padres beber, pero se que el alcohol no puede ser el único factor para llevar a las personas a tomar decisiones estúpidas. Vi los años pasar y el amor de mis padres agriarse, peleaban constantemente, se gritaban y finamente se perdieron el respeto. Lo que me lleva a pensar que detrás del alcoholismo de Florence había algo más, depresión, ansiedad o falta de atención. Es muy difícil sacar conclusiones pasando las páginas de este libro, ella tiene la capacidad de complementar la fantasía con la realidad. Por ejemplo, en Ship to Wreck hay una pintura muy hermosa, de una paleta de tonos azul, donde hay un gran barco hundiéndose en un mar que parece furioso, con olas que parecen arrastrar al pequeño bote con unos marineros que intentar huir de ellas, salvarse de aquel barco hundido. Al lado derecho, la canción empieza con ‘‘Don’t touch the sleeping pills, they mess with my head, dredging up great white sharks, swimming in the bed.’’
¡Que perfecta combinación de ensueños y miedos! Al mismo tiempo recuerdo una frase que leí en el diario de Virginia Woolf, que dice:
‘‘I thought, driving through Richmond last night, something very profound about the synthesis of my being: how only writing composes it: how nothing makes a whole unless I am writing: now I have forgotten what seem so profound.’’
Otra batalla más. Pero parece por fin haber encontrado la razón de su existencia: escribir. Recuerdo haber leído que sufría de depresión y en esa época los tratamientos para esta enfermedad mental eran muy extremos: electroshock. A veces le recomendaban no hablar por días, estar postrada en la cama sin escribir, ni leer, ni hablar. Casi sin existir. Y me imagino como eso la atormentaba, la cura parecía ser la causa de la enfermedad. A mi cabeza viene imágenes de mi mamá en un estado como el de Woolf, en una cama, atiborrada de pastillas de dormir, la cara pálida, mi hermano y yo junto a mi papá cargando su cuerpo inerte en una camilla. Parece ser una imagen que nunca borro de mi cabeza. Recuerdo haber pasado un fin de año en un hospital acompañándola, era un momento duro, teníamos que estar con ella. Y puedo imaginar a Virginia y a Florence en un estado parecido, almas ensombrecidas por la depresión.
Mi taza de café descansa sobre el portavaso de madera, el café ya está frío. Hay mal tiempo hoy, parece que va a llover. Ahora el ejemplar de Useless Magic descansa abierto sobre la mesa, y a un lado, el diario de Woolf. La portada con la imagen de la joven Woolf, las dos en el mismo libro. Una como el reflejo de la otra. Persisto en la actividad de buscar entre las páginas, ahora me paro en una imagen de un gran corazón con un ojo en el medio y una cruz en la parte de arriba. ‘‘Always Lonely’’ marcado con un pincel en color negro en la parte superior. Destellos de un color amarillo opaco y a un lado, la carta número 27 del Tarot ‘‘El corazón’’ con un estampado de flores en el fondo. No es la primera vez que leo esto en algún libro, el ser humano parece sufrir de la misma enfermedad: el miedo a la soledad. Recuerdo que cuando era niña nunca pensé en eso realmente. Nunca me sentí sola, pero estaba rodeada de adultos que se sentían solos. Recuerdo entonces cuando alguien me dijo una vez ‘‘deberías preguntarte por qué siempre terminas sola’’ fue como un golpe duro. Sentirse solo es penoso pero el saber que otros te perciben así, solitario, es peor. Te avergüenzas. Después de aquellas palabras me prometí jamás ser vulnerable y dejar que la gente me conociera realmente.
Entonces entiendo por que después de pasar la página ninguna de las canciones habla de esto. Parece una pausa en el libro, estoy en la página 200. ´´Hago canciones para atar a la gente a mí, un delgado hilo que pongo sobre sus cuellos, aprieto duro, para nunca soltar’’, dice la página 152, voy hacia atrás. Lo encontré, ahí se esconde lo que buscaba. Florence como Wicca que escribe hechizos para mesmerizar a la gente a su alrededor con sus flores, corazones en llamas, y sus miles de ojos como escudos protectores.
Hace unos meses me paso algo extraño, en uno de esos días que estaba enfrascada en la lectura del diario de Woolf tuve un sueño muy vivido: vi a la figura de Woolf como un holograma en frente de mí, yo sentada en el borde de la cama, ella hablándome de una nueva novela mientras se fuma un cigarro, después me muestra sus sombreros, y despierto. No sé que clase de energía habrá dejado en sus diarios, pero sentía como si me hablara directamente, yo haciendo de testigo de su vida. En esos días me sentía un poco cansada, y el libro me embarcaba en otra vida, en una vida llena de introspección, la capacidad de mirar en el interior y ver nuestras verdaderas emociones en carne cruda, poder tocarlas, rasgarlas y encontrar respuestas. Después que cerré la última página mi humor cambio radicalmente, me sentía hipnotizada por algo que hoy desconozco. Ahora me dirijo en silencio a la biblioteca con el libro de Florence, cierro los ojos y veo a la figura de Woolf como en aquel sueño, a continuación, desaparece y aparece la figura de una mujer muy delgada y con cabello rojo como el fuego, es ella. Ella canta y me mira fijamente. Desaparece. Intento ver si es real y cierro el libro. Pienso si fue fantasía o realidad, mientras escucho los pajaritos cantar, nada calla su canto. No sé si fue magia, anhelo o ilusión haber visto todo eso. ¿Será el efecto del inmenso hipnotismo que crean las emociones plasmadas en los libros en nosotros, los lectores? Los libros son como pequeños portales que esconden mundillos.
Intento buscar el termino adecuado para esta alucinación, sí, ya lo tengo: Tarro de Alma o Soul Jar, dícese de un recipiente u objeto que contiene todo o parte del alma (o la vida o el corazón) de una persona fuera de su cuerpo; esto hace que esa persona sea inmortal y / o invulnerable. Y de nuevo pienso en el libro, en los tatuajes sobre mi piel, el viento fresco de un verano que se asoma en mi cara, el canturreo de los pajaritos y los gruesos libros que descansan sobre superficies como horrocruxes, cada mago deja una porción de su alma en ese pequeño objeto con el propósito de alcanzar la inmortalidad. El mundo está lleno de horrocruxes, pienso. Es nuestro deber encontrarlos. Viene a mi mente la siguiente frase ‘‘Todo lo que se movía a la luz del sol quedaba envuelto en oro’’ cuando pienso en la clase de objeto que quiero crear para dejar un pedazo de mi alma, el verbo transformar se me aparece como una señal de neón a medianoche. Quedar envuelto, es otro que se me presenta como una aparición, sí, creo que es eso. Un hipnotismo es lo que busco crear.
Mientras escribo estas palabras, la pequeña Celia se sube a mi regazo y busca acomodarse entre mis muslos, la toco y siento el ronroneo en su cuellito suave, pruebo de nuevo el café frío, le limpio las lagañas y le doy un beso en la cabeza, ella me mira como contenta y veo mi teclado lleno de pelo negro, como las hojas secas de pequeñas flores que caen en primavera. Al fondo suena Cosmic Love, en el preciso momento donde el arpa toma protagonismo, dura unos pocos segundos y busco en el libro la canción correspondiente, y me encuentro con la imagen de una hechicera vestida de azul turquesa con un cumulo de flores color blanco, rojo, amarillo y violeta, ella hace un gesto con las manos, como pidiéndole algo al sol, el cielo esta oscuro, estrellado. A su lado hay como círculos que envuelven sus ropas y su cabello. De su mano sale un pequeño rayo de luz blanca, seguramente está creando algún conjuro. Las canciones son proféticas, como advertencias del subconsciente o mensajes hacia uno mismo, pero usualmente algunos no saben que están tratando de decir exactamente sino hasta años después. Entonces, una predicción se vuelve realidad y no pueden hacer nada para pararlo, entonces parece una especia de magia inútil.
Entonces pienso que llevo meses obsesionada con estas dos mujeres que tienen o tuvieron vidas tan opuestas a mí, pero de algún modo parezco encontrarme entre sus versos.
Esto es una especia de brujería, pienso en el simbolismo que encuentro en el libro, en la cantidad de ojos y corazones. Tal vez Woolf no lo demostraba, pero sin darse cuenta era profética. Sus palabras quedarían plasmadas en un gran libro de cemento, como un monumento especial a las voces calladas.
Veo una imagen de una mujer con un largo vestido hundiéndose y luchando pasivamente por flotar, pero arrastrada por las olas, hundida por el peso de las rocas. Quisiera visitar el rio Ouse, y por un momento sentarme a contemplar la vista, y sentir lo que Virginia sintió. Así como cuando abrazo el libro de Florence y la oigo cantarme, como cuando sueño con Woolf mientras leo sus diarios, mientras me dejo embrujar, ahora veo con claridad cuando fue, aquella tarde en el FNAC, recostado en la estantería, visible, entre las filas de la primera parte de la librería, en el piso tres. Ahora siento que camino por Sol de nuevo, pero con el libro en las manos y vestida de blanco, bailando mientras la lluvia cae, mientras canto What The Water Gave Me, embriagada. Bebo el ultimo sorbo de café y cierro el libro: ahora descansan los dos juntos, como un complemento, un corazón en llamas junto a Virginia, uno al lado del otro, como horocruxes.
2 comentarios
shaun_levin
Profesor PlusHola Luz, Qué hermosa línea: "Cada libro despierta en mí una nueva versión que no conocía ..." y otra poderosa línea: "Nunca me sentí sola, pero estaba rodeada de adultos que se sentían solos ..." This is una alegría de leer, tan conmovedora, compasiva y llena de perspicacia y observaciones minuciosas. Me encanta cómo se siente tu historia / ensayo / meditación como una conversación con Woolf y Welch, pero también ocupar tu lugar allí con ellos. Nos lleva a un viaje lleno de sorpresas y momentos íntimos, es mágico. Gracias por compartir sus escritos con nosotros, siga compartiendo su trabajo con el mundo. Es profundo y único. Un abrazo!
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luzerre
@shaun_levin Tu comentario me hizo el día, muchísimas gracias. He aprendido una barbaridad con tu curso. :D
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