Cine y vídeo

El mágico y tenebroso universo de Guillermo del Toro

El director mexicano Guillermo del Toro ha redefinido y transformado las fronteras del género de terror en el cine

Nacido en Guadalajara (México) en el seno de una familia muy católica, Guillermo del Toro entabló desde pequeño una relación íntima con los monstruos y criaturas que se le aparecían en sus sueños nocturnos. En una ocasión, a sus tres años, Guillermo fue hostigado de tal manera por los monstruos de su imaginación que les hizo una promesa: “Si me dejan ir a orinar, seré su amigo toda la vida”.

Desde entonces, el cineasta ha sabido tejer cuidadosamente personajes espeluznantes, monstruos peculiares a los que del Toro les debe su ascenso en la industria cinematográfica. El mexicano se ha consagrado no solo como director, sino también como un guionista y productor ejecutivo que llegó a la cima de Hollywood para romper con las reglas tradicionales del género de terror.

Una de las criaturas de El Laberinto del Fauno.
Una de las criaturas de El Laberinto del Fauno.

Como alquimista, el director ha sabido combinar géneros e inspirarse en diversas influencias artísticas, desde productos masivos de entretenimiento como las B-movies y los cómics, hasta las tenebrosas pinturas renacentistas de Francisco Goya. Su inigualable estética visual lo han colocado en la cúspide del cine de horror, desde un enfoque autoral con una propuesta visionaria.

La obsesión por lo fantástico y monstruoso

En sus películas, del Toro logra recrear una especie de realismo mágico cinematográfico, donde lo cotidiano y lo fantástico se nutren de manera orgánica, como si los monstruos formaran parte de nuestra realidad, como si fueran nuestros vecinos. Esta relación peculiar con criaturas fantásticas viene de su herencia mexicana, una sociedad que está acostumbrada a convivir naturalmente con sus demonios, sin la presencia de elementos perversos.

Según del Toro, estos monstruos y fantasmas, así como la propia muerte, son parte de una tradición cultural mexicana muy antigua, y pertenecen a la propia idiosincrasia del país. Los monstruos de Guillermo del Toro, más que villanos, son seres sabios a quienes debemos escuchar, y quienes nos enseñan lecciones de vida, teniendo como referencia a los personajes eruditos de las fábulas y clásicos cuentos de hadas.

Es así como el cineasta desafía las fronteras del género introduciendo personajes monstruosos que a la vez son entrañables, sabios y de carácter humano. En sus películas, del Toro logra dibujar una delgada línea estética y narrativa entre lo espantoso y lo encantador, tejiendo vastas complejidades en los comportamientos de sus criaturas, contradicciones dignas del ser humano.

The Shape of Water (La forma del Agua), 2017.
The Shape of Water (La forma del Agua), 2017.

Al mismo tiempo, del Toro introduce en sus historias personajes humanos llenos de envidia, malicia y crueldad, generando una ambigüedad entre los roles tradicionales del héroe y villano. Los universos fantásticos que construye el director ocurren a la luz de un mundo cruel e injusto, donde los verdaderos villanos son de carne y hueso, mientras que sus heroicas criaturas son el dispositivo simbólico y narrativo para mostrar la crueldad de la sociedad. Del Toro utiliza una estética fantástica - y en ocasiones tenebrosa - como metáfora para profundizar en conflictos humanos de sensibilidad histórica.

Un estilo visual inigualable

No cabe duda que Guillermo del Toro se ha convertido en un alquimista de la imagen, a través de un proceso de fusión de muchos elementos y referencias cinematográficas diversas que se transforman en obras magistrales de arte visual. El cineasta logra combinar la estética de productos populares como los cómics y las B-movies de terror de bajo presupuesto, con obras artísticas de alta cultura, en particular sus alegorías al arte gótico, para crear su propio estilo que trastoca el género tradicional de horror.

En el centro de la estética deltoriana podemos observar un metódico diseño de producción en sus filmes, que hace especial énfasis en el diseño visual de sus criaturas. La concepción del personaje fantástico de del Toro determina los demás elementos visuales de su puesta en escena: dirección de arte, vestuario, iluminación y paleta de colores, los cuales interactúan en unísono para enaltecer y dar oxígeno a sus monstruos entrañables, las verdaderas obras de arte de sus películas.

Asimismo, el cineasta acompaña el diseño de las criaturas con universos estéticos que complementan esos elementos fantásticos del monstruo, hábitats mágicos que son extensiones visuales de estos personajes.

La película hispano-mexicana El Laberinto del Fauno, 2006.
La película hispano-mexicana El Laberinto del Fauno, 2006.

Del Toro aprovecha también el uso de distintas paletas de colores y una iluminación variada para distinguir entre el mundo real y el universo fantástico, generalmente utilizando los tonos azules para retratar el mundo real, y los dorados o rojos que denotan el reino de fantasía.

Aunque en ocasiones el director también aprovecha los fuertes contrastes que se generan entre una paleta de colores cálida con una escena espeluznante, para reflejar una ambigüedad desconcertante entre lo que es real o fantasía. Del Toro experimenta con todos estos elementos visuales para contar la historia de un universo complejo con personajes que caminan una cuerda floja entre el bien y el mal.

Un apasionado de los efectos visuales prácticos

En una época digital donde los efectos por computadora, también conocidos como CGIs, se han vuelto el pan de cada día en la industria cinematográfica, Guillermo del Toro ha sabido perfeccionar la antigua técnica del maquillaje o los efectos prácticos en favor de ofrecer experiencias cinematográficas más auténticas y reales, no solo para su audiencia, sino también para los actores que trabajan en su set.

El minucioso trabajo de maquillaje en sus películas le han valido numerosos premios y nominaciones a diversas estatuillas cinematográficas, incluyendo los Premios Óscar, BAFTA y Goya. Este director prefiere diseñar desde cero los trajes de goma de sus monstruos, utilizando kilos y kilos de prótesis para crear efectos cosméticos hiperrealistas en sus criaturas.

Hellboy, una película dirigida por Del Toro en 2004.
Hellboy, una película dirigida por Del Toro en 2004.

Del Toro entiende que reflejar su universo fantástico en pantalla no se puede lograr solamente con maquillaje físico, por lo que también sabe reconocer cuando es necesario aumentar digitalmente en 3D los efectos visuales. Sin embargo, el director es fiel creyente de la importancia de tener a sus monstruos físicamente en el set interactuando con los demás actores, para que exista esa sensación de realidad y terror latente, generando actuaciones mucho más auténticas que si utilizara puramente efectos computarizados.

Los monstruos de del Toro logran conectar emocionalmente con la audiencia porque se sienten vivos frente a la pantalla, como criaturas de carne y hueso con conductas muy similares a las nuestras. Esto ocurre gracias a la magia de Doug Jones, un actor y contorsionista americano quien es el monstruo favorito del mexicano, el elegido para personificar las criaturas más emblemáticas del cineasta, como El Fauno en “El Laberinto del Fauno”, Abe Sapien en las películas del superhéroe “Hellboy”, y el Hombre Anfibio en “La Forma del Agua”.

Un creador enamorado del género

A través de una estética única y hermosa, perfectamente ejecutada con una técnica análoga, Guillermo del Toro crea criaturas con corazón y propósito, que sirven de espejo para reflejar la condición humana. A diferencia de muchos otros cineastas emblemáticos, que usualmente filman películas realistas del género de drama, del Toro propone las historias de monstruos como una forma genuina de expresión artística, resignificando la fábula clásica o los cuentos de hadas infantiles para dirigirse a los adultos.

De esta manera, el mexicano frecuentemente combina elementos genéricos, y en el proceso, cuestiona las fronteras que dividen a los géneros de terror, ciencia ficción, fantasía, anime, melodrama y superhéroes.

Se puede considerar que el director ha creado su propio género cinematográfico, apropiándose de arquetipos fantásticos y una estética onírica para retratar a los seres - humanos y monstruosos - como verdaderas obras de arte que desafían conceptos tradicionales de lo que significa el espíritu humano.

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