
@isaque.criscuolo
Retratos íntimos de los sanitarios que luchan por nosotros

La fotógrafa Emilia Brandão retrató a los trabajadores de hospitales en Madrid durante los primeros meses de 2020
Construir un retrato fotográfico requiere un encuentro entre varios elementos subjetivos, como la intimidad, el contexto, los sentimientos, la mirada y las habilidades. Esto es exactamente lo que la fotógrafa Emilia Brandão (@emiliabrandao) intenta lograr en cada uno de sus proyectos.
Pero además, para que un retrato sea capaz de cautivar y capturar las emociones humanas, es necesario que el fotógrafo se abra y comprenda las vulnerabilidades de las personas.

A la fotógrafa brasileña le apasionan las historias que la gente tiene que contar y busca, a través de su trabajo, mostrar el verdadero yo de cada fotografiado para que dejen su esencia en un retrato sensible y conmovedor. Y de este lugar de empatía y emoción, nació el proyecto Time to Heal (Tiempo de sanar en español).
La profesora de Domestika se embarcó en 2020 en una gran aventura para retratar la lucha y la historia de los profesionales de la salud durante los primeros meses de la pandemia de coronavirus. En Madrid, ciudad donde reside, fotografió a más de 150 profesionales sanitarios en tres hospitales que abrieron sus puertas para mostrar al mundo el dolor y la sensibilidad de quienes se dedicaron a cuidar a los demás en un momento tan crítico.

El resultado es el proyecto fotográfico Time to Heal, que se expuso en la Galería Leica de la capital española entre octubre y diciembre de 2020.

Hablamos con Emilia Brandão sobre el proceso creativo del proyecto, los desafíos, sus miedos y la importancia de este registro histórico.
Hola Emilia, ¿Cómo surgió la idea de Time to Heal?
La idea del proyecto surgió mientras estaba confinada con mi familia en casa, durante el inicio de la pandemia en marzo de 2020. En Madrid, el confinamiento fue muy estricto y solo podía salir de casa para comprar una única persona. Viví momentos de mucha conexión y unión con mi familia, así como de introspección personal.

Recuerdo que pensé que los únicos que no vivían igual que nosotros eran los sanitarios, que estaban alejados de sus familias, enfocados en curar a los demás y no a ellos mismos, como ese momento nos invitaba a hacer.
Las noticias solo mostraban cómo los hospitales se derrumbaban y cómo los trabajadores de la salud se convertían en nuestros "héroes". Todas las noches, la población aplaudía a esos profesionales desde sus ventanas. Fue en ese momento cuando decidí rendirles mi propio homenaje.

¿Y por qué elegiste el formato de retrato?
Soy retratista y un retrato tiene el poder de hacer que quienes posan se sientan valorados, reconocidos. Una foto registra un momento y con el tiempo, gana aún más fuerza, que es exactamente lo que yo quería que tuvieran: reconocimiento y un registro que, en el futuro, pudiera recordarles la batalla que lucharon por nosotros.
Mi idea también era retratarlos individualmente, en lugar de hacerlo con grupos que formaban parte de un sistema hospitalario en colapso. Quería escuchar sus historias y saber cómo vivían esa pesadilla.

¿Cómo fue tu proceso creativo, desde el concepto hasta la edición y elección de las fotos?
Fue un proceso largo. Estoy escribiendo un libro sobre el proyecto y espero hablar sobre él con más detalle, pero básicamente quería imágenes que unificaran a todas las personas para mostrar cómo todos los puestos, de todos los departamentos de los hospitales, eran igualmente esenciales. Desde el equipo de limpieza hasta la dirección. Usé una cámara muy íntima, la Leica M10 Monochrom, que me permitió acercarme a ellos sin causar miedo por el tamaño de la cámara y hacer fotos en blanco y negro con altísima calidad.
La edición es siempre un proceso extremadamente difícil, especialmente después de fotografiar a 150 personas. ¡Tardé muchísimo! Cuando miraba las imágenes en la pantalla del ordenador, me emocionaba demasiado, revivía los momentos con ellos y escuchaba cada una de las historias que me contaron con absoluta confianza. Para la exposición que realicé en la Galería Leica, el comisario solo eligió 32 fotos debido al espacio. La idea es que en el libro se muestren todas las personas fotografiadas.

¿Cuál fue el mayor desafío de este proyecto?
Fueron varios, pero el más grande sin duda fue encontrar el coraje para enfrentarme al miedo al contagio en los hospitales.
¿Qué tan transformador fue para ti conocer y fotografiar a estas personas?
Fue 100% transformador. Nunca había hecho un trabajo que requiriera tanta vulnerabilidad, empatía, conexión, coraje, amor. Fue una lección de vida escuchar relatos de personas que, por vocación, se dedican a cuidar a los demás, cueste lo que cueste.

¿Qué consejos tienes para los fotógrafos principiantes que quieran trabajar con el retrato?
Un retrato tiene que reflejar el alma del fotógrafo, sin duda, pero es una persona que no somos nosotros. Por lo tanto, trata a quien está frente a tu cámara con el mismo respeto que tú quieres recibir, con integridad, en lugar de solo usar tu imagen para transmitir una idea que tienes en mente.
Los retratos en los que colaboran ambos, modelo y fotógrafo, son mucho más auténticos, porque no tienen que agradar solo al profesional, sino también al retratado. De lo contrario, ¿cuál es el valor del retrato?

¿Cuál es el límite de una escena en un retrato? ¿Hasta dónde crees que puedes llegar para capturar un momento o mientras diriges a una persona?
Mi límite termina donde comienza el del otro. Mi forma de trabajar me permite fotografiar a alguien que quiere ser fotografiado, que está dispuesto a intentarlo, por difícil que sea estar frente a una cámara. Por eso no suele fotografiar personas sin consentimiento.
Mi método de trabajo intenta entender que la mayoría de las personas necesitan apoyo y colaboración para posar y verse en una foto. Requiere sensibilidad e inteligencia emocional para observar al otro y conocer su límite. Mi dirección es fluida y colaborativa. Estamos tratando con personas en situaciones muy vulnerables y presentarse ante una cámara es casi como ir desnudo en público.

¿Cómo es trabajar con personas que no están acostumbradas a posar?
No es fácil. Se necesita mucha empatía, paciencia y experiencia. Por eso es importante no tener problemas técnicos pendientes en el momento del encuentro. Así, durante la sesión, el fotógrafo tendrá plena atención con el tema.
Todos vienen para una sesión de fotos con sus miedos, traumas, máscaras, historias. No nos corresponde a nosotros solucionarlos, sino saber que están ahí y funcionan para que tú, como fotógrafo, puedas ofrecer la confianza que esta persona necesita para posar. Mi método enseña precisamente eso, cómo crear esa conexión para que aquellos que no están acostumbrados a posar se sientan lo más cómodos posible frente a la cámara. Y, así, mostrar lo que quieren transmitir al fotógrafo en ese momento y espacio.
¿Te ha gustado esta entrevista? No te pierdas el curso de Dirección de Personas para fotografía de retrato, en el que Emilia enseña cómo capturar imágenes y experiencias inolvidables al conectar con las personas y sus emociones. Con más de 15 años de experiencia como fotógrafa profesional, Emilia ha colaborado con editoriales como Vogue, Glamour, ELLE y GQ. Además, trabaja con una amplia gama de clientes diferentes, desde celebridades, deportistas, actores, chefs, emprendedores, músicos, diseñadores y artistas hasta familiares y amigos.
Versión en español de @mireia_sanchez
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