¿Cómo diseñó Liniers el nuevo póster de Stranger Things?
Hablamos con el ilustrador argentino sobre su proceso creativo y su último proyecto: el cartel para la tercera temporada de la popular serie de Netflix
Liniers no puede parar de reír. El dibujante argentino, que lleva más de 17 años ilustrando tiras diarias de humor gráfico en La Nación o El País, es exactamente igual que sus personajes: un maestro a la hora de guiarnos desde la emoción hasta la carcajada. Al editar esta entrevista, de hecho, he decidido prescindir de la acotación "(risas)": habría tenido que meterla prácticamente al final de cada frase.
Y es que este ganador del premio Eisner (el "Oscar de los ilustradores") y el Inkpot Award, que ha dibujado portadas para The New Yorker o trabajado con músicos como Andrés Calamaro o Kevin Johansen, parece conservar todavía una mirada inocente, curiosa, sobre la realidad. Tal vez por eso Netflix pensó en él cuando necesitaron un ilustrador que reinterpretase Stranger Things, una de sus series más populares.
El resultado es un póster extraordinario que combina el universo estético de Liniers con el de la serie de terror y ciencia-ficción. Aprovechando el lanzamiento de su nuevo curso online, 'Humor gráfico: danos la tira nuestra de cada día', decidimos quedar con el argentino para que nos contase todos los detalles detrás del póster y los secretos de su larga y prolífica carrera.
¿Cómo surge la oportunidad de dibujar un póster para Stranger Things?
Me lo pidieron ellos, no sé quién, si el Demogorgon, Eleven… Siempre que pasan estas cosas, pienso que hay un argentino laburando en la productora, y pensó: “ah, llamemos al de Olga”... Pero sí, me pidieron un póster, si podía prepararlo para la tercera temporada.
¿Cómo fue el proceso de adaptar a tu estilo una serie con una estética tan marcada?
Stranger Things tiene un montón de homenajes, ¿no? Stephen King, Steven Spielberg, las películas de los ochenta… Para mi, había un homenaje que estaba faltando, que era el de Edward Gorey. Esa estética medio terrorífica. Entonces, pensé en aprovechar el póster para meterles el homenaje a Gorey.
Esa estética de terror graciosa, que debe de venir de cuando era chico y vi Los Cazafantasmas, que mezcla el humor con el terror… Edward Gorey además era un escritor muy fino. Tomaba mucho de un autor que se llama Edward Lear, que tiene un trabajo sobre el absurdo y el sinsentido (A Book of Nonsense). Toda esa mezcla de cosas siempre me gustó, y en Macanudo están muy activadas. Cuando algo me influyó me gusta meterlo en mis dibujos, y por eso lo hice. Esa estética inglesa, victoriana, eduardiana, de fin de siglo…
¿El esbozo original parte completamente de ti o te sugieren alguna idea?
Me pidieron un boceto, les gustó el concepto de la estética Gorey con Stranger Things y dijeron “para adelante”. Siempre que mandas bocetos estás medio asustado, “van a pensar que no sé dibujar”, pero funcionó, funcionó. Les gustó.
¿Podrías describirnos tu proceso creativo, desde la idea hasta el resultado final?
Lo primero es el concepto. Lo que busco al principio del todo, cuando estoy con el lápiz… (enseña una hoja) acá dibujé un perro con un traje. ¿Por qué dibujé un perro con un traje? Porque ayer fui a casa de unos amigos y tenían uno de estos perros, y me pareció gracioso dibujarlo. No sé si lo meteré en una tira, pero sé que me pareció graciosa la cara del bulldog francés este. Algo me sorprende, de esto… un perro con traje no me parece lo suficientemente interesante como para dibujarlo, pero si en algún momento pasa algo con este personaje, que puede ser simplemente visual, o de diseño, o el chiste… Si algo me da esa especie de click en la cabeza de “ah, eso es raro…”, ahí me va a divertir dibujar dos o tres horas esa tira.
Y después, tinta. Una vez que ya estoy contento, hago el diseño de la tira. No es hacer cuatro cuadraditos uno al lado del otro: cada historia necesita su manera de ser contada. Y entonces, si estoy contento, acuarela. Bien pintados, los dibujitos… y listo; se escanea, se manda al diario, y hasta la próxima. A veces estás contento con el resultado, decís “esto va a explotarle la cabeza a la gente” y otras veces decís “esto es pésimo…” Pero así es la vida de todos nosotros: hay días buenos y días malos. Y la tira tiene esa honestidad: estés más o menos contento, todas las veces es lo que necesité dibujar.
¿Cuánto tardas, de media?
Depende… las tiras dominicales suelen tener más trabajo, tienen otro diseño… y las tiras diarias suelen tener menos. Si estoy con muy poco tiempo, meto dos pingüinos en la Antártida, con fondo blanco, y te la hago en veinte minutos. Pero la gente se da cuenta, “dos pingüinos en la Antártida… Ricardo está con poco tiempo”. Así que como mínimo una media hora, y las más elaboradas... pues tres o cuatro horas dibujando.
Tu estilo combina un dibujo cercano a Gorey con el humor de tira cómica argentino. ¿Crees que EEUU es el país, aparte de Argentina, que más ha influido en tu estilo?
La primera vez que recuerdo divertirme con un libro es con Mafalda. Es algo común en Argentina, creo que de toda mi generación para adelante. Es la forma en la que aprendemos a leer; y cuando tienes seis años obviamente que sacas alguna cosa, cuando tienes catorce otra, cuando tienes veinte otra… La influencia de Quino es como la de los Beatles: hacen mejor al ser humano. No es que seas más culto por escuchar a los Beatles: todo el mundo los escucha. Pero sos un poco mejor persona. Me parece que pasa eso con algunos artistas, y Quino es una influencia enorme.
Cada tira en Argentina es muy diferente entre sí: todo el mundo encuentra su propia voz. Aquí, en EEUU, todo está mucho más industrializado: siempre es una familia, algunas más buenas y algunas más malas, pero todo más estandarizado. En Argentina me da la impresión de que cada dibujante tiene su universo. En Macanudo, cada tira tiene realmente un tipo de humor. Humor de observación, esta es más tierna, esta es más absurda… con Macanudo, quise que el humor fuera completamente libre. A mi me gusta el humor negro, el humor absurdo, el humor autorreferencial, el observacional… Y eso lo hice justamente porque empecé la tira en Argentina. Si la hubiese empezado en EEUU me hubiese tenido que adaptar más al formato, hubiese inventado una familia. En Argentina me dejaron hacer la tira que quería. Esa libertad es la que hizo que Macanudo sea como es.
En Argentina, te concedieron el premio Konex y también te han nombrado Personalidad Destacada en el Ámbito de la Cultura, ¿cómo llevas estas distinciones?
Cuando ves los Óscar y el ganador dice “es un honor, pero yo no lo hago por el premio”, te da la impresión de que es mentira. Pero la verdad es que no. En ningún momento me senté a dibujar pensando “con esto quiero ganar un premio”. Lo haces porque te gusta. Y los premios son como una cosa que te pasa, como si ganases al bingo, “¡qué alegría, qué bueno!”. Pero no estás trabajando para eso.
¿Por qué crees que tus tiras han funcionado tan bien en tantos países distintos?
Es raro, porque el humor a veces pasa y a veces no. Yo veía, al principio, que lo mío era muy raro, y pensaba que con suerte me lo aceptarían mis vecinos, pero no creía que tuviese mucha posibilidad de explotarlo fuera. Lo que ocurre es que, aunque yo no me doy mucha cuenta de lo que pasa alrededor mío, sí me fijo en lo que me hace gracia a mi, y en lo raro que soy yo. Entonces, dibujo sobre lo raro que soy yo, y la razón por la que creo que funciona esta tira es que todos somos raros.
La gente se identificó con esta tira desde “ah, yo también tengo estos pensamientos bizarros”. Así que algo que yo no creía que fuese muy universal, pero que era lo que tenía que hacer, terminó en todas partes. El otro día me escribió una abuela de Helsinki… ¿qué tengo en común yo con una abuela de Helsinki? Pues algo le había gustado de la tira.
Llevas casi 20 años dibujando, casi literalmente, una tira al día. ¿Qué sientes cuando haces balance de tu carrera?
No puedo mirar para atrás, en conjunto. Puedo mirar día por día, pienso día por día. Cuando miras para atrás y hay ocho mil ya dibujadas, si me dijeras “ahora vas a tener que dibujar ocho mil historietas”... En España se editó un libro, El Macanudazo (editado por Reservoir Books), que son como mil páginas de tiras, y eso sí me da como vértigo.
En mi caso, la manera de encarar la tira al principio fue como tratar de hacer lo más honesto con lo que me salía… lo que necesitaba contar es lo que cuento y si se pone de moda un personaje no lo voy a dibujar solo porque a la gente le gustó. Sale lo que tiene que salir. Y obviamente en quince años uno va cambiando, tiene experiencias… y ni hablar de la paternidad, que es el cambio más existencialista. Yo, cuando veo las tiras para atrás, las puedo ver como una especie de diario personal, emocional si querés. Pero está todo codificado con duendes y pingüinos, así que ustedes no lo pueden ver.
¿Te sientes más seguro que hace diez años?
Me siento menos tímido. En ese sentido, me siento más seguro. Pero, respecto de lo que hago, con muchos chistes pienso “esto está mal”… me fijo más en el error que en el acierto. Entonces, hacés otro más para arreglar el error previo. Algún tipo de seguridad te da ver que la gente festeja o agradece tu trabajo, pero personalmente todavía decís “aah…” Es la sensación de estar usurpando un lugar, a veces. Me acuerdo cuando entré a primer grado, que pensaba: “todos los demás saben qué hacer y yo no”. Esa sensación no se me fue nunca. Pero empiezas a hablar con la gente y te das cuenta de que todo el mundo está en el mismo bote.
¿Cuál es el error que más cosas te ha enseñado?
Para mi, lo primero fue amigarme con eso. Amigarme con el error, amigarme con el fracaso. Cuando vos publicas una tira todos los días, no vas a estar todos los días afilado. Nadie hace siempre bien su trabajo. Lo que tiene la tira diaria es que ese fracaso lo va a ver un montón de gente. Si haces novelas gráficas y esa novela gráfica no te gusta, no la publicas. La tira diaria no te da ese tiempo. Salió, se va para el diario, y vos tenés que vivir el día entero con una tira horrible o cursi o patética… Y decir, “bueno, al otro día lo mejoraré”. Tuve que entender que el proceso es ese: para llegar a algo que te guste tienes que pasar muchas puertas que no te gustan. Después de cuatro o cinco errores le descubrís a ese personaje la necesidad de ser.
¿Se te ocurre algún consejo que le habrías dado a tu yo de 20 años?
Le diría “no te quiero spoilear lo que se viene, pero no lo vas a poder creer”. Mi fantasía era publicar algún libro, en algún diario… pero ni por milagro se me hubiese ocurrido que iba a terminar haciendo giras con Kevin Johansen, o haciendo shows de stand-up con Alberto Montt, o viviendo en diferentes países, dando clases… un montón de cosas que a mi cerebro de veinte años ni se le pasaban por la cabeza. Así que me diría “no spoilers, hermano”.
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