Lara

Lara

—Espere un momento, todavía nos falta un pasajero —Le dije al conductor del taxi mientras buscaba en mi abrigo la dirección de nuestro destino.

Lara se acercó al auto dando pequeños saltos, jugueteando, con esa emoción y energía que la caracterizan.

—Lo siento, he tenido que dejar todo en orden antes de nuestro pequeño viaje, tu sabes, la cama tendida y despedirme de mis amigos gatunos. Me extrañan mucho aunque me demore poco, ¿sabes? — La presencia de Lara llenó completamente la atmósfera, era como si su aura tuviera una esencia frutal que alegraba todo a su paso.

—Estamos listos caballero. Le entregue a nuestro conductor la dirección en una hoja de papel doblada por la mitad. Imagino que entendió mi deseo de que Lara no se enterara de nuestro destino, puesto que tomó el papel, lo abrió, me miró por el retrovisor y nos pusimos en marcha.

— ¿Hacia dónde vamos esta vez? — Preguntó Lara mirando ansiosa por la ventana.
—Pero niña, no llevamos ni medio minuto de viaje y ya quieres saber el desenlace de esta aventura. No apresures las cosas. Es mejor ver qué nos depara el camino.

Lo que me gusta de Lara, esa energía de vivir, esa ansiedad por descubrir el mundo y probarlo todo: cada sonido, textura, color y sensación. No entiendo por qué no tiene amigos de su edad siendo tan energética. Bueno, aunque los jóvenes de hoy en día no disfrutan del mundo a su alrededor. Prefieren ver la vida a travez de esas pequeñas celdas de plástico y microchips. Pero Lara no, ella es diferente.

— ¡Mira, ardillas!—Mis pensamientos fueron interrumpidos por un grupo de ardillas que corría por el cableado eléctrico.
—¡Mira, mira, mira como corren, hay que seguirlas, bajémonos aquí ¡pare señor!—
—No linda, no podemos detenernos aquí, tenemos una cita importante a la que no podemos faltar. El conductor del taxi nos miraba por instantes, pero no decía ni una palabra.

Mi familia estaba enterada de mi amistad con Lara. Cada vez que tenia oportunidad, en esas cortas llamadas telefónicas de rigor, les relataba nuestras aventuras. Cómo me divertía con ella y sus ocurrencias. También les comentaba que se sentía muy sola, igual que yo. Primero mis hijos hicieron vida y luego murió mi esposa. Mi única diversión era sentarme en las tardes al frente de la casa a ver las personas pasar. En una de esas tardes fue cuando conocía a Lara. Ya la había visto pasar varias veces, pero nunca le había prestado atención, hasta aquella tarde que me habló directamente. Recuerdo que me pregunto ¿Por qué estaba tan solo? Yo no le quise contar mi aburrida vida, así que le respondí que estaba esperando la visita de mis hijos. Recuerdo que me dijo: “Pues parece que se han tardado varios años en llegar ¿no?

Nunca he visto a Lara con otros chicos de su edad. Nunca me habla de su familia, pero no parece una niña callejera, se ve tan sana como mis hijos a su edad. Mis hijos me recomendaron llevarla a ver un profesional. Solo para corroborar que todo está bien. Se han tomado la molestia de sacarnos una cita. De eso se trata nuestro viaje de hoy.

—Mira, me he puesto el vestido turquesa que me regalaste ¿Cómo me queda?
—Muy bien, y veo que le he atinado justo a la talla ¡Qué maravilla!

Lara notó que estaba muy abstraído en mis pensamientos. Tenia mis reservas sobre llevarla a un lugar así. Entonces me tomo de la mano y me dijo:

—¿En qué piensas?
—Nada, cosas de adultos, nada de importancia.
—Yo pienso en las ardillas, ¿A dónde irán tan apresuradas?¿Por qué no se electrocutan si andan sobre el tendido eléctrico?¿Tendrán una importante junta sobre la situación de las nueces?
—Ja ja ja ja, Lara, tu sabes cómo devolverme a la tierra de un solo empujón.

Lara iba tarareando una canción que inventamos. Quise unirme, pero me dio un poco de pena por el taxista. Los edificios hablan cambiado por casas, luego por arboles y llanos verdes. El frío se hacía sentir conforme ascendemos la montaña. Cada vez hay menos población y más verde. Lara parece entretenida contando vacas y los pocos autos que nos topamos en la carretera. En una curva del camino adivino nuestro destino, develado por una de esas curiosas miradas del taxista. A lo lejos veo un edificio que no encaja en el verde del paisaje. Es una armazón de concreto, ominosa y un poco aterradora.

—Mira hemos llegado a nuestro destino—Le dije a Lara.
—¿Dónde me has traído? no me gusta este lugar, no se ve divertido, ¿Cómo vamos a jugar aquí? ¡No, yo me voy!

En cuanto abrí la puerta del auto Lara salió despavorida, pobrecita. Creo que fue una mala idea traerla a este lugar. Tanto cemento, mallas de acero y pocos árboles, es algo que intimidaría a cualquiera. Salí tras ella gritando su nombre. El chofer del taxi se asustó también y arrancó a toda prisa. Los funcionarios de la institución que habían salido a recibirnos se me vinieron encima bruscamente y evitaron iniciara mi persecución. Ahora siento un pinchazo y un calor comienza a bajar por mi cuello hasta dejarme confortablemente entumecido. Caigo al suelo, todo se torna en manchas borrosas de tonos turquesas, turquesa como el vestido de Lara… Lara… ¿A dónde has ido niña?…. es… es… peligroso…¿Por qué… estoy usando…

Abro los ojos. Lo primero que desconozco es el techo de la habitación en la que me encuentro. Poco a poco voy armando el rompecabezas de recuerdos y tengo la secuencia completa. El dolor en mi costado me recuerda la caída, y recuerdo a Lara, ¿Qué fue de ella?

—Disculpe señorita, estoy un poco confundido, ¿Qué ha sido de la niña que me acompañaba, alguien la ha seguido para ver cómo esta?
—Lo siento señor—Me dijo la joven enfermera con una sonrisa en su rostro —No sé de qué me habla. Soy voluntaria aquí y recién empecé esta mañana, disculpe.

La señorita salió de la habitación dejando en mi cabeza una tormenta de preguntas que comenzaba a soplar fuertemente.

—No se preocupe por eso señor Peña. Vamos con calma. En unos momentos le traen su desayuno. Soy el doctor Pereira. Ahora cuénteme ¿Por qué viste usted un vestido turquesa?