Eternamente Inquieto
by Guadalupe Ulises Carreón Segura @ulisescarreons
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¿Cómo lograr que un hombre eternamente inquieto alcance la serenidad que nunca había buscado?
Nací y crecí en una colonia de clase media - baja en el corazón del aquel entonces Distrito Federal, México. Criado por abuelos en parte por un padre ausente y por una madre que vivía en el trabajo para poder dar una calidad de vida decente tras atravesar por varias crisis económicas, mi refugio siempre fue una hermosa y enorme enciclopedia; ella fue mi compañera de viajes a lugares a los que solamente podía transportarme por medio de mi imaginación, alimentada por sus precisas descripciones y sus preciosas ilustraciones, el deseo de conocer más, fue el inicio de una inquietud por la vida que parecía, no tener fin.
Después de una adolescencia más o menos normal, mi madre, a costa de mucho esfuerzo, me dio una herramienta que cambiaría mi vida por siempre: Mi primer computadora con acceso a internet. Eran los años de la masificación y despegue de internet, donde la familia odiaba que te conectaras a la red, porque perdían la posibilidad de comunicarse por teléfono, y eso me relegaba a poder conectarme a ese mundo nuevo y sin aparente fin, solamente por las noches... mucho mejor para mí, sentía como si llevara una doble vida: en el día, un simple estudiante promedio, pero por la noche, la de un filósofo incipiente (y "wannabe"), que se había convertido en un melómano motivado y fascinado por descubrir nuevos ritmos y líricas con las que pudiera identificarme durante la difícil etapa de formación de mi identidad.
Poco sabría yo, que mi vida estaría por cambiar al entrar a una sala de chat dedicada al rock alternativo, ya que fue ahí donde conocí a la mujer (¿?) que cambiaría mi vida para siempre: "Soulfly08" Sentí que había encontrado a mi alma gemela, pero en una versión potenciada. Poseedora de una inteligencia mordaz, y de un gusto musical exquisito (al menos para mí, en ese momento de vida) pasó junto a mi, largas noches de debate virtual, así como de observaciones más que intrigantes acerca de la insoportable levedad del ser. Durante meses, mi principal motivación para regresar a casa después de clases, era encontrarle en aquellas salas de chat y pasar los mejores y más interesantes de mi día al intercambiar palabras con ella, y nunca parecía ser suficiente. Hasta que un día, decidimos intercambiar número y llamarnos por teléfono. Ella siempre hizo gala de una puntualidad típica de un inglés, siempre se conectaba al salón de chat a la hora que acordaba, por lo que, minutos antes de que el timbre del teléfono sonara, mi corazón parecía incontenible dentro de mi pecho... 6:00 p.m. y el teléfono dio el primer llamado, no quería causarle una impresión de desesperado, así que dejé pasarlo, y luego el segundo, hasta que mis ansias me hicieron dejar de postergar lo inevitable:
- Sí ¿bueno? (típica frase mexicana para contestar el teléfono)
- ¿Ulises? (mi corazón da un vuelco al escuchar mi nombre de la voz más angelical que había escuchado hasta ese momento de mi vida... y creo que me lo sigue pareciendo más de 20 años después)
- ¿M******?
- ¡Sí! ¿Cómo estás?
Este fue el principio del fin...
Después de meses de seguir la comunicación con ella por medio del teléfono y el chat, me di cuenta de que me había enamorado irremisible e irremediablemente de ella, me sentía ridículo, porque no nos conocíamos aún en persona, llegué a cuestionar mi salud mental e incluso llegué a evitarla por momentos breves para tratar de convencerme de que no podía sentir lo que estaba sintiendo... hasta que decidimos ponerle un rostro a nuestras voces.
Acordamos reunirnos una tarde de sábado, en la plaza del centro de Coyoacán... nos describimos por las ropas que llevaríamos y el punto de reunión exacto (aún no se había popularizado aún el uso de móviles por aquel entonces) Era una tarde soleada y con un viento muy agradable e inusual, en una ciudad que se caracteriza por sus tardes grises y lluviosas, Honestamente no recuerdo la ropa que ella llevaba, pero sí mi reflejo en aquellos radiantes e hipnóticos ojos color miel. Me pareció tan perfecta que mi mente colapsó y por un tiempo indefinido que me pareció una eternidad, no pude articular frase alguna que tuviera un mínimo de coherencia. Tomamos lo que fue el helado de vainilla más delicioso y apetecible hasta el momento, continuando con una conversación que abarcó todo y nada. Al momento de despedirnos, prometimos volver a vernos para salir juntos una vez más. Al regresar a casa y asimilar todo lo ocurrido aquella tarde, me sentí inundado por el peor de mis temores... era demasiado perfecta para mí.
Luché fútilmente en contra de ese sentimiento de inferioridad... pasaba tardes enteras, tratando de convencerme a mi mismo que una criatura tan perfecta y encantadora, jamás podría sentir algo hacia mi, que no fuera curiosidad. Y mientras ella continuaba buscándome, yo trataba de evadirla. Recuerdo que continuamos con nuestra amistad por muchos meses más, y volvimos a vernos en un par de ocasiones, durante las cuales, no tuve el valor de confesar mis sentimientos por ella.
Mientras el tiempo que pasábamos "juntos" en chat o por teléfono, se hacía cada vez mayor, conocí a otra chica, con la cual entablé una muy buena amistad, ella vivía en Tijuana la ciudad más septentrional de México, y ya sea por cuestión de coincidencia o suerte, poco a poco se fue convirtiendo en mi confidente (aunque nunca hablé con ella acerca de M******) y nuestra amistad continuó creciendo, a tal grado que durante unas vacaciones de verano, mi amiga decidió visitar la Ciudad de México. Acepté de buena gana ser su guía por la ciudad y comenzamos a salir más frecuentemente, yo la lleve a conocer los puntos más emblemáticos de esta gran urbe, y no hubo un día en que no saliéramos a tomar un café, su bebida favorita. Eran momentos agradables, no voy a negarlo, y mi amiga,hacía su mejor esfuerzo por hacerme sentir especial, y trataba de corresponderle, pero no dejaba de pensar por un momento en M******. Un día, durante una salida, puso su mano sobre la mía y acercó su rostro al mío, nos fundimos en el beso más confuso, emocionante y largo que había experimentado hasta ese punto de mi vida. Después de confesar lo que sentía por mi, me propuso iniciar una relación de noviazgo... no tuve el corazón, y mucho menos el valor, para negarme.
Mientras todo eso ocurría,y dada la cada vez más creciente distancia entre nosotros M****** me dedicó un par de canciones, y yo encapsulado en mi sentimiento de inferioridad, no supe reconocer que tal vez ella, también pudo haberse interesado en mi persona más allá de la amistad, y que era tanto o más cobarde que yo, pero tal vez nunca lo sabré, porque había llegado el momento de que mi ahora novia se marchase de vuelta a Tijuana, y no quiso irse sin proponerme irme con ella. Eran demasiadas emociones y sentimientos que procesar para un tipo de 20 años, o al menos, así trato de justificar mi cobardía, ya que acepté comenzar una nueva vida al norte del país.
Tal vez, algún día termine este relato, o tal vez no... Pero aquella fue la decisión que cambió definitivamente mi vida.
Termino con una frase de un personaje ficticio que tal y como M****** lo hizo antes, cambió todos mis paradigmas:
"Todos hacemos elecciones. Pero, al final, nuestras elecciones nos hacen a nosotros"
- Andrew Ryan, Bioshock.
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