Narración
by María Cristina Carrera @criscarr05
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Escalada City 4 de junio de 2023
Nora es mi compañera de la escuela secundaria. Después de tantos años transcurridos volvimos a encontrarnos en Remedios de Escalada, una localidad ubicada en el sur de la provincia de Buenos Aires, en mi país, Argentina.
Ella y yo estuvimos en una reunión con otras compañeras, y ahora, ya de regreso, decidimos tomar el tren en la estación cercana. Sólo tuvimos que cruzar una de las Avenidas más anchas y transitadas de la zona, y atravesar la plaza Mariano Moreno.
En la plaza, a pesar de ser un atardecer otoñal, se junta mucha gente alrededor de los puestos de una feria. Nosotras vamos conversando, no le prestamos demasiada atención a los productos que venden. Estamos preocupadas por la cantidad de escaleras que tendremos que subir y bajar al llegar a destino.
Nuestro viaje es corto. Nos trasladamos a la populosa ciudad de Lanús, sólo una estación nos separa. Nora me comenta que no conoce Escalada y yo le contesto que hace muchos años que no me detengo en ese lugar. En realidad, pienso y le confirmo, que desde que me mudé, hace ya unos quince años.
Caminamos por la calle que bordea la plaza y cruzamos la calzada. En ese pequeño trayecto la gente y el tráfico desaparecen. Visualizamos la entrada a la estación, donde no hay absolutamente nadie. Nos sentimos transportadas en el tiempo, algo extrañas, perdidas.
El silencio nos abruma. Nos miramos… y miramos extrañadas a nuestro alrededor. Las máquinas para pasar la tarjeta SUBE no funcionan. Observamos a un lado y otro. No hay nadie. Decidimos pasar igual. En ese momento aparecen dos hombres que nos observan con curiosidad.
Nos paramos al lado de la vía. ¿Vendrá el tren? Volvemos a mirar en silencio. Me pregunto dónde estamos. Aparentemente en una estación perdida en el tiempo y en el espacio. Siento que pasamos a un plano desconocido. Ocurrió al cruzar la calle. ¿Cómo no nos dimos cuenta?
Nora, que es muy observadora, comenta que el pasto alrededor de las vías está muy alto, cree que por ahí no circula ningún tren desde hace mucho…Aparte hay dos vías y no sabe por cuál vendrá el medio de transporte esperado. Está inquieta.
Mi respuesta y la suya, nos producen una risa nerviosa. Le digo que, si el tren viene del otro lado, cuando lo vemos, cruzamos la vía. Ella, algo preocupada, me comenta que es peligroso, porque puede tratarse de un tren rápido, que seguramente no pare en esa estación abandonada.
Claro. ¿Para qué pararía un tren en un sitio desolado?
Sigo escuchando el silencio de ese lugar tan absurdo en el que aparecimos con mi amiga. No hay nadie a nuestro alrededor, sin embargo, ambas pensamos que nos pueden asaltar. ¡Es tan insegura nuestra cotidianeidad!
Nora me convence, aunque no sé si ella se siente segura, de que no hay peligro ahí. Vivimos desconfiando de nuestras propias sombras, cualquiera que se aproximara en
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ese momento podría ser un ladrón o un asesino en potencia para nuestras mentes alteradas.
El tren no viene, oscurece en el horizonte, una bandada de palomas sobrevuela un cielo tormentoso con nubes que atraen nuestras miradas. ¡Qué poco observamos el cielo! ¡Y qué hermoso color tiene el atardecer frío de otoño! Nos distraen durante unos instantes esas sencillas cosas…
De a poco sentimos que una inmensa paz nos invade, y pensamos que es un privilegio encontrarnos en la estación perdida, pintada de blanco y verde, con puertas altas y una entrada ancha y redondeada en su parte superior. Una estación antigua, limpia, vacía.
El aire frío y las voces de algunas personas nos traen a la realidad. Entonces vemos que dos o tres mujeres jóvenes cruzan las vías, bajando unos escalones que están delante nuestro. ¿Cómo no los vimos antes? ¿Estuvieron siempre ahí?
Sin pensarlo, bajamos y seguimos a esas mujeres que hablan animadamente. Nora pregunta si ahí pasa el tren que va a Lanús. Y nos dicen que sí, mientras vemos a lo lejos unas luces que se acercan rápidamente.
Desapareció el encanto…Los vagones vienen repletos de gente. Subimos igual y nos quedamos paradas, total el viaje es muy corto. Hablamos de nuestra experiencia y nos reímos. ¿Habremos viajado en el tiempo?
Al llegar, una marea humana nos empuja hacia donde tenemos que ir, hacia las escaleras que nos preocupaban tanto. Atravesamos un túnel donde aún se encuentran los vendedores que trabajan ahí abajo todos los días, aún hay personas comprando, otros que cruzan en ambas direcciones… ¡Hay tanta gente!
Para subir usamos una “escalera mecánica”, esa que nunca funciona, y así evitamos los escalones que nos hacen doler las rodillas. La muchedumbre se dirige a las distintas paradas de colectivos que hay en la vereda paralela a las vías. Algunos dejan pasar, otros empujan, muchos parece que no nos vieran.
El ruido no permite que nos escuchemos. Nora y yo vamos calladas, prestando atención a nuestras carteras, llenas de objetos útiles y muy codiciados… Prestamos atención a las veredas, para no pisar alguna baldosa rota y no caernos. Ahora sí, volvimos a nuestro mundo, a nuestra diaria realidad.
Nos despedimos. Ella va a tomar el colectivo. Y yo camino unas cuadras hasta mi casa. El viento no me despeina, ni siquiera es tan frío como el que soplaba en la vieja estación. En el oscuro cielo, no hay ni una nube, ya aparecieron las tenues luces de las estrellas.
María Cristina Carrera
1 comment
criscarr05
Thanks to the adviser.
I await the opinion of Professor A. Chimal.
Thank you for your time.
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