Imagine all the people "marrying" all in peace
by Manuela Moore Rueda @manumoore
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Según la constitución todos tenemos los mismo derechos… Mentira. No todos pueden casarse
Todo el tiempo he pensado que cada quién debe hacer con su vida lo que quiera. Por supuesto, siempre y cuando lo haga dentro de los límites establecidos por el sentido común; es decir, sin perjudicar directamente a terceros: sin robar, maltratar, violar o matar.
Mi ideología personal –inspirada en mi dios de la música, John Lennon, y en su inmejorable “Imagine”– se basa en ser y dejar ser con libertad, en tratar de entender diversas maneras de pensar, en alejarse de todo tipo de prejuicios y no dar ningún juicio de valor sin conocer el tema a tratar. En fin, en una especie de manual de convivencia en el que el precepto más importante reza: “Cada quien debe tratar de vivir su vida como mejor le parezca procurando su bienestar, evitando causar males y ayudando a otros”.
Como todo buen ciudadano conocedor de sus leyes debe saber, la constitución venezolana nombra reiteradamente la felicidad como una especie de meta y derecho que debe ser preservado y exaltado; todos luchamos por nuestra prosperidad enmarcados dentro de distintas líneas de pensamiento.
Aquellos se sienten plenos con dinero; esos, con poder; estos, con amor; y otros tantos, insertos en su mayoría dentro del grupo de los enamorados, optan por el matrimonio –y sus añadidos–. En Venezuela teóricamente todos tenemos derecho a enriquecernos, ser poderosos y amar, pero –anacrónicamente ante el actual siglo XXI– no todos pueden casarse.
Una vez, en mi poco convencional trabajo, tuve que ayudar a organizar un simbólico matrimonio sorpresa en un restaurant para unos tórtolos que no tenían suficiente dinero para llevar a cabo su unión; ese día me hallé en el deber de pedirle a las mesas cercanas que se hicieran pasar por invitados de la boda. No contaba con encontrar dos chicas que, curiosas y acarameladas, indagarían sobre el sexo de los novios y se sentirían decepcionadas ante una respuesta poco original.
Ahí fue cuando desperté ante una realidad donde muchas parejas –cual judíos en la Alemania nazi– vivían la imposibilidad de lograr algo que para otras sí era posible; que una minoría carecía de privilegios por un motivo que iba más allá de lo económico o intelectual: estar fuera de la norma establecida por una mentalidad retrógrada.
Desde hace un tiempo –y sobre todo desde el 2007– se ha venido discutiendo con intensa polémica la posibilidad de aceptar el matrimonio civil entre parejas GLBT (gay, lesbiana, bisexual y transexual) en Venezuela.
Cada día son más las naciones que han aprobado el derecho a la diversidad de maneras de vivir y ser.
En nuestro país ya nadie es tachado políticamente por fijarse en personas de otras razas, hay cierta igualdad en los sexos y se pueden hacer demostraciones de cariño en público; entonces ¿por qué habríamos de atrasarnos en este sentido?
De un lado están los que repiten arrebatadamente aquel fragmento de La Biblia que califica como aberración a parejas del mismo sexo; del otro, los que –como yo– nos abrimos a un mundo de libre pensamiento; y en el medio, cual acusado en juicio, permanecen los GLBT esperando ver llegar a un juez despegado de los paradigmas de la cultura falologocentrista, a alguien que entienda que la norma y lo correcto dependen absolutamente del punto de vista.
Artículo publicado el 30 de mayo en Tal Cual Digital: http://www.talcualdigital.com/Nota/visor.aspx?id=71318&tipo=AVA
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