Bosque de lechugas | Poema visual
by Lina Botero @linabotero
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Bosque de lechugas
Se escribe distinto y sobre distintas cosas dependiendo del medio en el que se relate la palabra.
Aquí necesito botarlo todo. Pronto. Rápido. Sin pensar en el dolor de mano o en la incomprensión de la letra. Necesito que se boten los errores por la simple y llana necesidad de expresar el agobio de edificios de gelatina sin sabor.
Los pasillos de l almacén de víveres ahora son las calles de una ciudad entera. Y pienso en una ciudad de edificios donde el único parque es una invención pequeña de cuadras cortas de lechuga. Y árboles de fresas sin raíces, y tierras llenas de rábanos perfectos y brillantes. Todo es brillante y reluciente como si el mundo fueran 17 platos y 12 cubiertos y unas manos estuviera lavándolos permanentemente. Esa ciudad me está matando. Me agobia. Me agota. Me muestra un mayo que no conoció otro mes ni otros días. Me muestra que todos los días podrían llamarse martes y la hora, no se distingue porque las nubes son grises con grises más oscuros. No me gusta ningún edificio y se siente un infierno de 15 líneas rectas. Si caes en la temida esquina de los licores, te das cuenta que casi todos tienen nombres de caballeros. ¡Qué digo! De hombres, simples y corrientes. Y entonces estás en la esquina donde te vas a beber a todos los hombres porque no quieres pensar en el agobio ni en los edificios de chocolates sin azúcar.
Está el pasillo, perdón la calle, de toda la protección y vitaminas. Lávate las manos, usa condones, exfóliate la cara y toma omega 3,6 y 9. Y quítate un ojo de la cara si los pagas todos a la vez. Así son todas las esquinas, en términos de pagar por una vida de mentiras.
Y sin embargo, prefiero los árboles de lechugas y plástico. Ahí hay una luz un poco más sensata solo porque se cuela la puerta de la entrada. Entra la luz. Hay un poquito más de verdad. Pero si sales, la verdad te acosa. Te encuentras llorando porque todos tienen hambre y tú entraste a un almacén a reponer lo que le falta a tu cocina. Todos tienen hambre y no todos pueden comer. En eso sí se parece, esta ciudad de luces de tungsteno e indigentes, a la vida que solía conocer.
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