Ana Bosch

Aprendí a hacer maletas a los 5 años. Puede que fuera el espíritu viajero de mi madre, la gran familia de mi padre o el hecho de que no vivieran juntos. Pero cambiar de casa era un juego al que siempre me ha gustado jugar. Donde otros podrían ver caos, yo veía orden. Donde otro podrían ver aburrimiento, yo veía creatividad. Y donde otros podrían ver una desventaja, yo veía una nueva aventura. Y todas esas aventuras me enseñaron a saber ordenar en un equipaje la ilusión, la valentía y la imaginación. Por eso nadie se sorprendió cuando la última maleta me llevó a Barcelona, donde empecé a buscar mi sitio en el mundo de la publicidad. Ahora las maletas son clientes a los que les hace falta un poco de orden para conseguir sus sueños. Porque en eso consiste el branding, en crear equipajes que sean capaces de perdurar en el tiempo.

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