El libro del metro
von sasaraperezd @sasaraperezd
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Sinopsis
El libro del metro es la historia de una tarde de otoño cualquiera en un metro de cualquier ciudad del mundo. A través sus seis personajes explora sentimientos como la derrota, el éxito o la independencia, en una historia coral que entrelaza sus vidas que no se vuelven a juntar dentro de la vorágine en la que viven y los ríos de gente que se mueven en transporte cada día.
Seis personas que sueñan, dudan y se atreven. Porque cada pequeña historia merece ser contada.
Nadine
Nadine era una chica solidaria, nunca le había importado viajar o establecerse en otros lugares para poder ayudar a los demás, pero en un momento de su vida sentía que nadie le ayudaba a ella cuando volvía a casa.
Era una tarde de sábado, fría, y volvía cansada después de tres meses fuera. Su cara era apática, triste, agotada porque quería volver a su hogar pero no sabia que se iba a encontrar. La relación que había dejado en el colchón estaba desgastada y colgando de un hilo. Aun así, cogió una maleta una vez más. Consciente de su edad, de que los años pasaban para su cuerpo, empezaba a sentir la presión de una sociedad que le exigía establecerse y ser una más.
Ahora llegaba a casa y sin saber lo que esperar pensaba que quizá no estaría tan mal un poco de rutina. No había dejado de pensar en él en todo el viaje y en sus insuficientes llamadas de teléfono.
Nadine, que significaba esperanza, y desde que se mudó, la gente bromeaba con “nadie” y así se sentía ella, nadie capaz de manejar su futuro.
En el vagón de metro solo la observaba una niña y pensaba que era hermosa con sus ropa arrugada, su pila de maletas y una coleta desecha. Para esa niña no importaban las diez horas de viaje en su rostro porque lo único que veía era a una mujer con pinta de aventurera y no aquella sombra de lo que fue en un momento de la vida. Pero es que su esencia estaba ahí, aunque ella no se diera cuenta, seguía irradiando la autenticidad de un carácter que siempre la acompañaba.
El dueño de la tienda
Era otro día mas de invierno volviendo a casa después de pasar doce horas de pie en una tienda mal iluminada, vendiendo un poco de todo pero sobretodo chucherías para niños, fideos para perezosos y bebidas energéticas para adolescentes. No es que no salieran las cuentas, es que nunca aumentaban, cada mes se estancaban en una rutina numérica de la cual lo único que se podía sacar en claro era que él no iba a avanzar en la vida. Las horas se le hacían pesadas y aburridas, frías, no solo por el clima, en verano era igual. Frías porque no existía una conexión con la gente del barrio, su negocio era un negocio de paso.
Por supuesto, además del aburrimiento le quemaba descubrir que de vez en cuando le faltaban productos de los estantes: sopas instantáneas, chocolatinas e incluso latas de pescado. Pequeños robos que a él le descontaban unas monedas a fin de mes.
Con todos esos sentimientos repetitivos volvía a coger el metro cada tarde sobre las ocho, porque eso si, no estaba dispuesto a abrir como hacían conocidos suyos hasta las once, no pensaba perderse el ver a sus hijas irse a dormir. Quizá no podría asegurarles pequeños lujos cotidianos, ni zapatos nuevos cada año pero no les iba a negar los recuerdos que podrían acompañarlas de adultas. Ya en el metro empezaba el ejercicio diario de intentar sonreír para llegar a casa con una cara mas o menos decente, que le librara de miradas escrutadoras, y de caricias con pena. Pero en el vagón mas o menos todo el mundo parecía igual a él: cansado, aburrido o aún peor, libre del pensamiento de intentar algo mejor, con el conformismo como forma de vida, que en sí es una cárcel que nos limita inevitablemente.
En invierno, al mirar al fondo del vagón lo único que se ve es decenas de personas vestidas de negro y otros colores oscuros, como si el pesimismo saliera en un carnaval particular. A él le gustaba llevar un abrigo marrón que ya estaba viejito pero le recordaba cuando llegó a la ciudad y pensaba que iba a tener una vida muy diferente a la que tenía ahora y se pensaba que todas las oportunidades se iban a plantar delante de él como por arte de magia. Se lo compró en una tienda de segunda mano prometiéndose a si mismo que sería la primera y única vez que compraría allí. Todavía compraban de vez en cuando ropa deportiva para las niñas y alguna prenda para ellos cuando iban muy apurados.
No muy lejos de él viajaba un chico que había visto por la tienda hacia un rato y le había llamado la atención porque a pesar de lo joven y bien plantado, tenia un aire demasiado afligido. El chico miraba al suelo y parecía no ver a nadie a su alrededor. Era como si viajara solo. Quizás alguien lo miraba a él y pensaba lo mismo. Se pasaba todo el día pensando en la soledad de los demás porque a él le parecía que todo el mundo estaba solo. No acaba de creer en la amistad, ni en la familia, ni siquiera en el amor pese a que se podía sentir afortunado. Compartía su vida con una buena mujer desde hacia dos décadas y dos continentes y las niñas eran buenas y nunca daban problemas. Pero sabía que un día se sentirían solas cuando la vida les empujara a la absurda rutina de adulto.
El chico que había visto en la tienda seguía sin levantar la cabeza y lloraba en silencio, en un llanto sordo y callado. Le daba pena e incluso le daban ganas de ir a su lado y hablarle pero ya no hacia esas cosas: la gente se asombraba al ver que un desconocido le hablaba en el metro como si quisiera su amistad. Aquella ciudad no era el pueblo donde se crió y todo el mundo conocía a todo el mundo.
A veces pensaba que cuanto mas mayor se hacia, menos entendía su alrededor.
Y quizá mejor, toda aquella gente parecía extrañamente feliz en su inapetencia y su desidia, solo esperando al dia siguiente para repetir una y otra vez lo mismo.
1 Kommentar
shaun_levin
Lehrkraft Plus@sasaraperezd Hola Sara, Feliz año! Es ist eine Freude, mehr von Ihrer Arbeit zu lesen. Ich mag die Buchidee – es klingt nach einer Menge Spaß. Mein Hauptvorschlag wäre jedoch, es spezifisch zu machen, selbst wenn Sie eine Stadt erfinden oder eine Verschmelzung von Städten und Metros erstellen, die Sie kennen. Ihr Buch erinnerte mich an 253 , ein Buch von Geoff Ryman. Ich denke, es könnte dir gefallen. Es gibt eine schöne Spannung in Ihrem Schreiben, ein Gefühl, dass die Charaktere kurz vor etwas stehen, dass sich etwas in ihrem Leben ändern wird. Irgendwann, so scheint es mir, wird der Ladenbesitzer mit dem jungen Mann sprechen, oder vielleicht entdeckt er, dass er in seinem Laden geklaut hat! Ich finde es gut, dass du ihn „El dueño de la tienda“ nennst, sodass wir etwas länger warten müssen, bis wir seinen Namen erfahren. Es gibt auch das Gefühl, dass jemand – der Erzähler (vielleicht ist er auch eine Figur in der Geschichte) – das alles beobachtet.
Fahren Sie mit der Geschichte fort und sehen Sie, wohin sie Sie führt. Denken Sie vielleicht auch an eine bestimmte Zeit im Jahr, in der dies geschieht. Ist es ein besonders heißer Sommer oder ein außergewöhnlich kalter Winter oder steht vielleicht ein politisches Ereignis bevor? All diese Elemente werden Ihrer Geschichte Ebenen hinzufügen und uns einen Einblick in das Leben Ihrer Charaktere geben. Vielen Dank, dass Sie Ihr Buch mit uns teilen – und halten Sie uns über den Fortschritt auf dem Laufenden. Ich wünsche Ihnen ein sicheres und kreatives Jahr 2023. Un abrazo desde Madrid!
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