Al sur de la Alameda, una novela ilustrada
von Lola Larra @claudialarra
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Cuando regresé a Chile en 2006 visité algunas de las tomas (así se llama en Chile un colegio ocupado por los estudiantes) pensando hacer algún reportaje y tomé muchos apuntes en una libreta. En mayo de ese año, cientos de estudiantes a lo largo de Chile marcharon por las calles y ocuparon sus colegios para protestar por una ley heredada de la dictadura de Augusto Pinochet, una ley injusta que concebía la educación no como un derechos sino como una mercancía. La “revolución pingüina”, como la llamaron, ya forma parte de la historia y de la memoria de Chile, y fue el punto de partida para mi novela Al sur de la Alameda.
Dos años más tarde recuperé esas notas y comencé a escribir. Pero al empezar no estaba pensando en reflejar un momento histórico ni en documentar ese movimiento estudiantil. Yo quería algo mucho más modesto y sencillo. Quería contar cómo era una toma por dentro: el día a día, las rencillas, cómo hacían para comer, organizarse, dormir… Y lo que me convocó a escribir una novela, lo que me hizo click para empezar, fue que la toma me pareció una escenografía literaria fascinante, me atrajo aquel microcosmos en que nosotros los adultos éramos unos intrusos. Es decir, mis razones no eran aún políticas ni comprometidas sino puramente literarias. Yo no estaba pensando en la justicia social ni en la educación como un derecho. Yo estaba pensando en El señor de las moscas y en La invención de Hugo Cabret. Estaba pensando en literatura. Pero todo eso fue cambiando cuando comenzó mi trabajo con Vicente Reinamontes, el ilustrador. Allí le tomé el peso a lo que estábamos haciendo. Gracias a él y también a mis editores.
El libro tuvo una gestación muy muy lenta. En 2006 visité algunos colegios en toma. En 2008 comencé a escribir el diario de Nicolás, el protagonista. Recién en 2011 comencé a trabajar con Vicente en la segunda voz narrativa de la novela, la historia que se cuenta en imágenes y que conecta las protestas estudiantiles del 2006 con las protestas de los estudiantes en los años ochenta, durante la dictadura de Pinochet.. Por fin, en mayo de 2014, teníamos el libro listo.
En el tiempo que trabajamos en el libro, me di cuenta de que lo que nos enseñaron (o nos recordaron) aquellos estudiantes de secundaria en el 2006 es que no basta con la felicidad individual. Que el bien común es algo de lo que no podemos prescindir. Y esa toma de conciencia, ese paso, esa transformación de lo individual a lo comunitario, de lo privado a lo público, es finalmente lo que le sucede a Nicolás.
Nunca pensé que la novela fuera un éxito, y tampoco pensé que podría interesar en otros países. Pero el movimiento estudiantil vive en un momento efervescente, de Brasil a Hong Kong. No es la primera vez en la historia que los estudiantes plantan cara y denuncian los problemas sociales y políticos. Y por eso creo que nuestra novela ha interesado en otros lugares. Ha sido traducida al coreano, al italiano, al filipino y próximamente al polaco. Y en cada país al que hemos ido a promocionarlo, como en España, o México o Colombia o Italia, la acogida ha sido conmovedora. Hemos ido a escuelas en esos países y en todos lados hemos sentido que el libro ha tenido lectores muy implicados y muy activos, lectores a los que les toca de cerca lo que se cuenta en Al sur de la Alameda… No es todo mérito nuestro, claro, sino de los terribles recortes que están ocurriendo en los sistemas educativos de esos países y de hechos tan deleznables como las desaparición de los 43 de Ayotzinapa, por ejemplo.
Aunque los estudiantes de otras partes del mundo hubieran leído sobre la ‘revolución pingüina’ chilena en la prensa, conocer lo que hicieron los estudiantes chilenos a través de una ficción, creo que hizo que se sintieran más identificados que leyendo una noticia
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